Independiente siguió con la tónica de los grandes en la Copa de la Liga: un debut desabrido y decepcionante
Independiente sigue jugando tan mal como antes. No cambió mucho: del inexperto Lucas Pusineri al veterano Julio Falcioni, el gigante de Avellaneda sigue de capa caída. Perdió en su casa con Lanús por 1 a 0 y, básicamente, sigue perdiendo lo más valioso: el prestigio. Su imagen duele los ojos, lamentablemente.
Los grandes tuvieron un debut decepcionante en la Copa de la Liga. También, San Lorenzo, el único que ganó, en este caso por 2 a 1: empezó con un vendaval y acabó pidiendo la hora contra el entusiasta Arsenal. En la superficie, ninguno estuvo a la altura de la historia, la camiseta. La presentación de Juan Antonio Pizzi en Racing, se pareció a un enorme vacío, lento y previsible, en la derrota por 2 a 0 ante Banfield.
Último campeón y habitual ganador en los torneos domésticos, Boca sigue jugando mal –de a ratos, muy mal-, pero al menos rescató un empate 2-2 en la Bombonera, frente al enérgico Gimnasia, por un bonito tiro libre de Cardona. River no cambió la ecuación: con un hombre más durante todo el segundo capítulo, se inclinó ante Estudiantes, que se impuso en el final con el laboratorio que tanto desconcierta al equipo millonario.
Habitual moneda al aire en el último semestre, Julio Falcioni le imprimió ahora a Independiente orden, pero le restó valentía, lucidez. El esquema 5-3-2, más allá de la postura conservadora, tenía la vocación de ser profundo desde las bandas, con dos dobles comando, pero la velocidad sin creatividad es un imposible. La pelota corre, los jugadores no elaboran, les cuesta pensar. Velasco, el pichón de crack, se sale del molde, pero sólo con un par de citas con Romero no basta.
Ni Asís-Hernández, por la derecha, ni Rodríguez-Soñora por la izquierda: meticuloso y sin sorpresas, Independiente transcurrió los minutos con el desafío de hacerles cosquillas a Lanús, un equipo que suele defenderse sin ponerse colorado. Un aburrimiento, ideal para acabar con un lunes feriado con el contexto de pandemia. Un bostezo. Algunos arrebatos de Velasco, Romero y De la Vega, en la otra frontera, le pusieron un poco de picante a una cena desabrida.
Lanús eliminó a Independiente en los cuartos de final de la Copa Sudamericana pasada. En la final se le apagaron las luces en el categórico 0-3 que le propinó Defensa y Justicia. Perdió la confianza, perdió frescura. Ni los jóvenes, como Belmonte, ni los veteranos, como Sand: Lanús no gobierna. Al menos, de vez en cuando, recupera el viejo espíritu, como con un cabezazo de Burdisso, que chocó en un palo. Al rato, tuvo revancha: dos cabezazos en el área, como advierte uno de los axiomas del fútbol, suele terminar en festejo. El primero, de Orsini, el definitivo, una palomita de Burdisso. Independiente no reaccionó. Ni antes, ni después.
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