Mascherano siempre fue viejo
Cuando tenía 15 años y se la pasaba mudando su ropa entre las distintas pensiones que tenía River, a Javier Mascherano sus compañeros ya le decían el Viejo. Era su obsesión por el cuidado personal, su profesionalismo amateur y la certeza de que para terminar siendo alguien en el mundo del fútbol no debía dejarse tentar por nada lo que configuraban aquel apodo. Se lo soltaban por lo bajo, cariñosamente, pero con buen ojo: aquel adolescente con brackets tenía hábitos de adulto.
Muy lejos en kilómetros y comodidades de aquellas habitaciones que se llovían, hoy este hombre de 32 años recorre su séptima temporada en Barcelona con una sensibilidad particular: sabe que los mejores años de su carrera ya pasaron. “Le dio un viejazo”, lo describen en su entorno, como si el peso de tantos y tantos años de ser fiel al deber ser se le hubieran venido encima. En el medio, las críticas que recibe de la prensa catalana –una tendencia que no se había registrado hasta este presente– no ayudan: como nunca antes, también se siente cuestionado en el lugar donde siempre se percibió arropado. Pero esas miradas inquisidoras se licúan en la calle: “Los hinchas del Barca lo sigue sosteniendo, y eso lo reconforta”, cuenta otra persona cercana a su día a día.
Parte de esa sensación de hastío que experimenta Mascherano se ancla en el devenir de la selección argentina. La final perdida en la Copa América del Centenario fue una daga que removió las heridas anteriores: tres cuchillazos similares en dos años no resultan sencillos de cicatrizar para nadie, y menos para uno que ejerce desde hace tanto tiempo como jefe del grupo. “Esas piñas le duelen más que ninguna otra”, insiste alguien que lo conoce bien.
La anarquía de la AFA lo llevó a él y a Messi a hacerse cargo de algunas cuestiones logísticas durante aquel mes en Estados Unidos, una costumbre que conoce demasiado: en la época de Maradona entrenador, ser capitán incluía también organizar los vuelos por Sudáfrica en los que se movían los familiares de los jugadores de la selección. Y la salida de Martino lo volvió a poner al teléfono: fue parte del núcleo duro del plantel que recibió llamados hasta del Gobierno nacional para escuchar opiniones sobre la sucesión. Hasta que ellos respondieron “Bielsa” y del otro lado se escuchó tu, tu, tu…
Pero a pesar de todo, al que tiene tatuada la camiseta celeste y blanca le quedan ganas de seguir tirando del carro; incluso en este trance de incomodidad, ve delante suyo la zanahoria de intentarlo una vez más. Más adelante, aunque tal vez no tanto, se ocupará de un ítem cantado en su trayectoria: transformarse en técnico. Estar preparándose desde ahora para eso es quizás una manera de empezar a elaborar el duelo del futbolista que inexorablemente dejará de ser.
Aunque entre tantas sensaciones encontradas, el papá de Lola y Alma espera por un hecho que empequeñece las preocupaciones mundanas: en 2017 será padre otra vez. Y eso, sabe bien, nutre de nuevas energías a cualquier viejo.
Más leídas de Fútbol
Por el título. Estudiantes vs. Vélez, por la final de la Copa de la Liga 2024: cuándo se juega el partido
Los dos mejores. Así quedó la final de la Copa de la Liga 2024, tras el triunfo de Estudiantes sobre Boca
Mansilla atajó dos. Estudiantes dio el golpe: se lo empató a Boca, tuvo más puntería en los penales y jugará la final ante Vélez