El mundo del PGA Tour y su errática relación con el LIV vuelven a ser protagonistas en la popular plataforma de streaming; historias de las estrellas de los dos circuitos y antihéroes
El deporte está muy presente en Netflix a través de documentales y docuseries. Quizás el trabajo que causó más impacto fue Drive to Survive, la serie sobre la Fórmula 1 que sacudió la modorra de los espectadores y, con el tiempo, provocó un crecimiento exponencial de las audiencias televisivas en cada carrera. Desde hace dos años, el golf también tiene su espacio en la popular plataforma de streaming con “Full Swing”, que retrata a este deporte por dentro, con sus entretelones e imágenes dentro de las casas de los jugadores y vestuarios.
En la segunda temporada, situada temporalmente en 2023, se aborda el inesperado acuerdo entre las giras del PGA Tour y el LIV después de los conflictos y batallas legales suscitados durante dos años. Además, una figura emergente como el surcoreano Tom Kim, la historia “desigual” de los hermanos ingleses Fitzpatrick, la nueva realidad de Joel Dahmen después de su repentina fama gracias a la serie y la debacle de los Estados Unidos ante Europa en la última Copa Ryder, disputada en Roma.
A continuación, el análisis de cada uno de los ocho capítulos. Atención: ¡están llenos de spoilers!
1. El juego cambió (Parte 1)
La segunda temporada arranca con el show del Phoenix Open, un certamen que siempre se disputa en febrero y se caracteriza por la euforia –muchas veces desmedida- del público en las tribunas. Por entonces, en el segundo mes de 2023, la situación del golf mundial estaba clara: por un lado, los jugadores del PGA Tour. En el otro, los del LIV Golf, la liga árabe que rompió la hegemonía del circuito norteamericano y que, a golpe de billetera y con el tiempo, empezó a quitarle buena parte de sus figuras. “Es producto contra producto”, asegura el periodista Dan Rapaport, para dar una idea de la batalla ya entablada.
El capítulo inicial se enfoca principalmente en Rory McIlroy, “técnicamente” el mejor jugador del mundo, pero a la vez decidido a asumir un rol político en defensa del PGA Tour, con lo que queda clara en la serie su estrecha relación con Jay Monahan, el comisionado de la gira norteamericana. “Soy más cercano a Jay que cualquiera de los demás jugadores del torneo”, asegura el norirlandés.
En abril de 2023 llegó el primer momento candente de la temporada con la disputa del Masters. La gran incertidumbre era quién se quedaría con el saco verde: si uno de los fieles al PGA Tour o alguno de los “rebeldes” del LIV Golf, tentados por la montaña de los petrodólares. Pero otro interrogante consistía en saber cómo iba a ser la relación humana entre los golfistas de una y otra gira. Así que pronto, los scores dictaron la realidad en cuanto a rendimientos: Brooks Koepka lideró el torneo a 18 hoyos del final, pero el domingo fue superado por el español Jon Rahm. Más allá de que terminó triunfando un representante del PGA Tour, quedó claro que las figuras del LIV rindieron totalmente a la altura del major, y uno de los ejemplos máximos fue Phil Mickelson, que a sus 52 años concluyó segundo.
A continuación en el calendario, la otra gran prueba fue el PGA Championship, disputado en Oak Hills. Allí, después de un claro dominio, se impuso Koepka y alcanzó su quinto major, con lo que se cerró la discusión acerca del nivel de los jugadores de la gira comandada por Greg Norman, que estaba puesta en duda.
McIlroy, de buena sintonía con Koepka, terminó frustrado por sus irregulares actuaciones tanto en el Masters como en el PGA Championship, en los que no pudo ser protagonista ni tampoco experimentar sus conocidas remontadas. Pero en junio habría un golpe peor para el norirlandés: la incredulidad que le generó el anuncio de una fusión del PGA Tour y el Tour Europeo con el LIV. “¿Por qué desperdicié 12 meses de mi vida por algo que al final no sirvió de nada? Me hace querer decir: ‘Hagan lo que quieran’”, se lamenta McIlroy, por su tiempo invertido en defensa del PGA Tour y lo que consideró una traición.
2. El juego cambió (Parte 2)
El breaking news del golf de aquel 6 de junio de 2023 causó conmoción en este deporte. Después de una guerra sin cuartel que se prolongó más de un año, nadie pudo creer el anuncio de la fusión entre el PGA Tour y el LIV. Lo más llamativo fue que, tanto en una gira como en la otra, ninguno de los jugadores estaba informado acerca del acuerdo. Ni siquiera Rory McIlroy, el portavoz del circuito norteamericano. ¿Por qué una organización dirigida por jugadores como el PGA Tour tomó una decisión sin hacer una consulta?, se pregunta el periodista especializado Dylan Dethier.
Es así como en el capítulo se exhibe una tensa reunión con los jugadores del PGA Tour antes del Canada Open, con Jay Monahan como principal disertante, en donde se informaron los primeros alcances del acuerdo. Es el mismo comisionado que apareció sonriente en una entrevista en un estudio de TV junto con Yasir Al-Rumayyan, el alto ejecutivo árabe que dirige el fondo público de inversión de su país (PIF), que maneja un patrimonio de 450 mil millones de dólares.
En medio de la gran confusión general, el principal reclamo de varios golfistas del PGA Tour consistió en ser resarcidos económicamente, porque ahora los jugadores del LIV tendrían la chance de volver a su circuito original después de haber embolsado increíbles cifras de hasta nueve dígitos, y solo por haberse incorporado a la liga árabe. Sin embargo, Dustin Johnson, uno de los primeros en pasarse al LIV, no está de acuerdo con la idea: “Los que elegimos el LIV recibimos muchas críticas y fuimos los que arriesgamos. ¿Por qué ellos deberían ser recompensados? Si la fusión se lleva a cabo, habrá muchos que desearían haber firmado”. Trasladado al presente, aquel acuerdo todavía no se llevó a la práctica, porque los jugadores siguen actuando en sus respectivos circuitos salvo en los majors, donde se mezclan.
Además, entra en escena Rickie Fowler, quien bajo la conducción de Butch Harmon, uno de los mejores entrenadores mentales y de swing, intenta el operativo regreso del jugador de naranja después de varios años de bajos rendimientos y fuera del candelero. Los resultados llegan pronto: su pelea hasta último momento en el US Open de Los Angeles –terminó imponiéndose Whyndam Clark- y su conquista dos semanas después del Rocket Mortgage Classic, en Detroit, que significó volver a ganar después de cuatro años, cuatro meses y 29 días, con la emoción adicional de haber alzado el trofeo frente a su mujer, Allison, y su hija Maya. Hacía 10 meses aparecía en el N° 185 del ranking mundial. “Ha sido un áspero camino en el campo de golf, pero ellas me han acompañado”, dijo el campeón y uno de los favoritos del público.
3. Un juego mental
Como ocurre en el resto de los deportes, la cabeza tiene una injerencia directa sobre el rendimiento deportivo. Este factor queda expuesto en el contrapunto que se da a lo largo del tercer capítulo entre Joel Dahmen, un pintoresco personaje del PGA Tour con fama de antihéroe, y Whyndam Clark, el más reciente campeón del US Open. Más allá de las diferencias, a ambos los une un drama familiar: la pérdida prematura de sus respectivas madres, apoyos fundamentales en su formación como personas y golfistas.
La fama se le vino como un efecto boomerang a Dahmen después de haber sido el principal protagonista del cuarto capítulo de la primera temporada de Full Swing, denominado “El síndrome del impostor”, en donde se definía como “un jugador del montón”. La masividad de Netflix lo llevó a una nueva realidad: en cada torneo pasó a ser mucho más seguido y vivado por los fans, con lo que debió lidiar con una inesperada popularidad y, sobre todo, responder con resultados. Pero el hecho de ser más famoso le jugó en contra y la mayoría de sus actuaciones en la temporada 2023 estuvieron muy lejos de sus expectativas, con el punto más bajo en el US Open.
En su intimidad, Dahmen experimentó un cambio clave: la llegada de su primer hijo, fruto del amor con Lona, su esposa. Su condición de padre lo llevó a prestarle más atención a su casa y, por consiguiente, ya no tuvo la misma contracción al trabajo, una señal que rápidamente advirtió su caddie Geno Bonnalie, con quien mantiene un vínculo de amistad que supera largamente el aspecto profesional. La cantidad de cortes fallados lleva a la dupla a buscar a un psicólogo deportivo, un recurso del que Dahmen se mostraba reacio.
Whyndam Clark toma el camino inverso: para dejar atrás una carrera sin un rumbo claro recurre a una entrenadora mental, Julie Elion, que lo desafió a que escribiera un ayuda-memoria para sostenerse en el hipercompetitivo PGA Tour. El golfista de 29 años, criado en Colorado, ensaya un cambio radical: si antes estaba demasiado enojado para ganar, ahora pasó a adoptar una nueva actitud que le aclaró todo el escenario. Y vaya si obtuvo recompensas: en mayo de 2023 ganó el Wells Fargo en Charlotte y un mes después se alzó con el US Open, su primer major –y apenas el séptimo que jugó-, abriéndose paso ante Rory McIlroy y Rickie Fowler.
“Viendo atar los cabos, sentí que estaba en presencia de algo magnífico. Pude ver lo increíble que era y que, si se esforzaba, podría hacer realidad su sueño. ¡Y funcionó!”, comenta la psicóloga de Clark, un jugador que por fin pudo revalidar todo lo bueno que demostraba en su época universitaria y alcanzó una nueva dimensión de jugador.
4. Validación
Cada año aparece al menos una figura emergente en el PGA Tour, y en esta ocasión se pone el foco en Tom Kim, el surcoreano que con apenas 21 años ya tiene tres títulos en el máximo circuito y otros siete lauros internacionales. Una máquina de superar cortes (41/50 hasta hoy) que ya superó los 11 millones de dólares en ganancias y se metió de lleno en la elite del golf.
“Hazlo, consíguelo, gánalo, pruébalo”, es el breve slogan que debe decir Kim frente a las cámaras. Más allá de que se equivoca una y otra vez al alterar el orden de las palabras, la frase es una metáfora de su corta carrera, en la que debe revalidarse puntualmente si es que quiere sostenerse en tierra de gigantes. Y claro que lo está consiguiendo hasta ahora: le sobra talento, focalización en el trabajo y, sobre todo, es divertido verlo jugar. ¿Su único Talón de Aquiles? Su pasión por la comida, sobre todo el helado y el chocolate.
En solo dos meses, Kim pasó de ser un desconocido a una superestrella mundial. Un joven que está en plena etapa de descubrimiento y que se fascina con los majors, pensando a lo grande. Los mejores le tienen cariño y lo respetan: Scottie Scheffler, Jordan Spieth y Justin Thomas practican con él, más allá de que la amistad se evapora cuando se juega por los golpes y el dinero. “No tuve muchos amigos de niño, así que me emociona estar con ellos y les pido consejos”, comenta Kim, nacido en Seúl y que empezó a jugar casi por decantación familiar: “Mi papá y mi hermano jugaban al golf, me encantaba ir en carrito. Luego empecé a practicar y terminé jugando al golf naturalmente”, relata, acerca de sus comienzos a los cinco años.
Su aventura en el PGA Tour se inició hace apenas un puñado de años, pero ya está dejando su marca: en el PGA Championship que se jugó en Oak Hill el año pasado, se llenó de barro hasta la cintura en el intento de escapar del arroyo que protegía el hoyo 6, un episodio que lo hizo estallar de la risa al hacerse viral y provocar incredulidad entre sus colegas. Y también dio la nota en el Open Británico que se disputó en Royal Liverpool: se lesionó del ligamento en un tobillo en un accidente doméstico, en la casa que alquilaba y jugó renqueante durante el fin de semana. Pero eso no fue impedimento para brillar con dos últimas vueltas de 68 y 67, para terminar como uno de los segundos del inalcanzable Brian Harman.
El carisma en su infortunado –y gracioso- incidente en el PGA Championship y la valentía en la cita británica son parte de su ADN. El esfuerzo extra que hizo en el último major de 2023 fue quizás su mayor aprendizaje en 2023: “Aprendí más sobre el estado mental que necesito desarrollar para ser uno de los mejores”.
5. A la sombra
Las comparaciones en el deporte son inevitables, y Alex Fitzpatrick se sintió siempre en un plano inferior respecto de su hermano Matt, que entró en la historia grande del golf al consagrarse en el US Open de 2022. “Ser el hermano de Matt es genial y molesto. Esa es la mejor descripción: es un regalo y una maldición”, dice Alex, que disfrutó con su madre detrás de las sogas cuando el mayor se adjudicó el Abierto de los Estados Unidos en The Country Club de Brookline, Massachusetts.
Alex es consciente del lugar que ocupa en el mundo del golf y el contraste es muy notorio: mientras que él busca la manera de “escapar” del Challenge Tour, un segundo circuito europeo de bolsas menores, su hermano tiene garantizada la participación en los certámenes grandes por cinco años y se encuentra a la búsqueda de su segundo major. “La maldición de ser su hermano es la constante comparación. Dicen que no soy tan bueno como él, que mi swing es terrorífico, que ni me comparo con él y cosas así... Es difícil vivir bajo la sombra de alguien toda tu vida”, reflexiona.
Pero ni Alex quiere permanecer para siempre en ese espiral de angustia, ni Matt –fanático del Sheffield United- pretende que la carrera de su hermano quede librada a su suerte. Es por eso que el mayor busca ayudarlo y encuentra la ocasión ideal: lo invita a jugar en pareja en el Zurich Classic de New Orleans, una tradicional cita del PGA Tour que otorga a los ganadores la exención por dos años en el circuito. Los hermanos ingleses terminaron en el puesto 19°, pero más allá del sabor amargo de haber cometido “errores tontos” en la vuelta final, tal como consideró, para Alex (705° del ranking en ese momento) se trató de una experiencia invalorable.
Entonces, para el Fitzpatrick más chico llegaría lo mejor: no solo consiguió el pasaje para el British Open en una clasificación regional, sino que rindió de manera fenomenal en la 151° cita disputada en el Royal Liverpool de Hoylake. Fue su primer major y concluyó 17°, impulsado por una gran tercera vuelta de 65 golpes. Pero lo más llamativo es que en ese torneo superó a su hermano, el consagrado, que finalizó en el 41° lugar.
“Aprendí que vine a competir, no solo a participar. Le gané a Scottie Scheffler, el N°1 en ese momento, así que la gente se dio cuenta de que juego bien. Estoy forjando mi camino y se siente muy bien”, describió Alex, que en el British Open sintió por primera vez que salía de la sombra de su hermano Matt. Su actualidad lo ubica como un jugador competitivo en el Tour Europeo y en el 135° puesto del ranking mundial, un escenario mucho más amigable del que tenía hace un par de años.
6. La elección de los seis
La Copa Ryder es el torneo bianual por equipos que no solo despierta pasiones entre el público del golf, sino en los mismos jugadores, que al formar parte sienten el orgullo de representar a su país o continente. Cada dos años, Estados Unidos se enfrenta con Europa en equipos integrados por 12 jugadores: seis de ellos llegan a formar parte del conjunto según la acumulación de puntos a lo largo de la temporada, y los otros seis son elegidos por el capitán.
Zach Johnson, campeón del Masters 2007 y el Open Británico 2015, tiene la responsabilidad y la presión de seleccionar cuidadosamente a los golfistas que serán la cara del team norteamericano en la Copa Ryder por disputarse desde el 29 de septiembre de 2023 en Roma. “Es una tarea abrumadora y difícil”, asegura Johnson, que se encuentra en un debate: debe decidir si elige a Justin Thomas, de muy mala temporada, pero que demostró corazón y alma en copas anteriores, o si se inclina por jugadores sin ese palmarés que están en racha y merecen jugar por sus resultados. Paralelamente, se le plantea otro dilema: ¿debería convocar a jugadores del LIV, la liga árabe de menor exigencia que el PGA Tour y con torneos espacios y de 54 hoyos?
Thomas es el primero en reconocer que su temporada fue “paupérrima”, según definió. Un calificativo que describe un año en el que, sobre todo, jugó mal en los majors. A saber: no superó el corte en el Masters, US Open y Open Británico y finalizó 65° en el PGA Championship, donde defendía el título. Una estadística que no se condice con la calidad de un jugador que ganó 15 torneos en la máxima gira norteamericano y se adjudicó dos majors. Pero más allá de sus malos rendimientos, se desvive por estar en la Ryder. ¿La única ventaja? Es amigo del capitán.
En esa misma carrera por integrar el equipo está Keegan Bradley, un viejo batallador del PGA Tour que supo ganar el PGA Championship en 2011 y que a sus 36 años quiere sacarse la espina en el torneo por equipos, ya que las dos veces que lo jugó, perdió, en Medinah 2012 y Gleneagles 2014. “Si quiero clasificarme a la Ryder, tengo que darlo todo esta vez. Toda la generación con la que empecé ya se retiró. Los jugadores más jóvenes y buenos de hoy crecieron jugando juntos y fueron a escuelas excelentes. Eso hace que me sienta bastante fuera de lugar”, reflexiona el oriundo de Woodstock.
Finalmente, en ese frenético camino rumbo a la clasificación para la Ryder, Bradley cumple con su tarea al ganar el Travelers Championship –aunque todavía no le alcanza para garantizarse un lugar en los primeros seis-, mientras que en el Whyndam, Thomas queda a un golpe de llegar a los playoffs de la FedEx Cup, etapa a la que no accedió por primera vez. El capítulo deja abierto el desenlace: ¿serán elegidos para jugar en la Ryder o no?
7. Todos los caminos conducen a Roma (Parte 1)
No hay nada más difícil para un director técnico o seleccionador que elegir a sus jugadores para una competencia importante. La tensión que implica la “lista definitiva”, tan esperada por el público y el periodismo. El líder del grupo está frente a la responsabilidad de citar a los nombres correctos, pero también debe tener la entereza suficiente para dar de baja a algunos en particular y saber comunicarles la mala noticia, más allá de que la decisión parezca injusta.
Eso es lo que le toca a Zach Johnson, que decide descartar a Keegan Bradley para la Copa Ryder de Roma, por más que se adjudicara un torneo en la temporada del PGA Tour y haya demostrado entusiasmo y sed de revancha para volver al equipo de los Estados Unidos. “Creo que este año iremos en otra dirección”, le dice Johnson por teléfono a Bradley, decepcionado al igual que su familia. “No es por nada que hayas hecho o dejado de hacer porque eres increíble dentro y fuera del campo”, se justifica el capitán, visiblemente nervioso al trasladarle la mala nueva. En cambio, opta por citar a Justin Thomas, que por más que haya rendido muy por debajo de su nivel a lo largo de la temporada, lo quiere en el equipo por sus antecedentes y jerarquía de jugador.
Por supuesto que en la otra vereda también hay una danza de nombres y el inglés Luke Donald (ex N° 1 del mundo) es el encargado de subir y bajar el pulgar, aunque su tarea en el team europeo no parece tan ardua porque convive con jugadores no tan encumbrados en el ranking mundial. “Cuando recibí la llamada para ser capitán me invadió una ola de emociones. ¿Pero estaba preparado para esto? ¿Podía ser el líder de estos 12 golfistas?”, se pregunta Donald, que alcanzó la capitanía debido a que el sueco Henrik Stenson, el otro candidato, decidió pasarse al LIV.
Entre sus decisiones más significativas para armar el equipo, Donald se inclina por citar a su compatriota inglés Justin Rose, un veterano que se acerca al final de su carrera y que tiene el antecedente de cinco Copas Ryder. Es la primera vez que el campeón del US Open 2013, de 43 años, es elegido sin haberse clasificado directamente entre los primeros seis.
Así es como, después de los fastuosos actos de presentación, el certamen por equipos dio inicio en el Marco Simone Golf & Country Club de Roma. Y ya el viernes por la mañana, Europa impuso una autoridad demoledora, ya que ganó sus cuatro partidos de foursomes. En los rostros de Johnson y sus colaboradores quedan patentados la frustración y el desconcierto, más allá de que disponen de un conjunto rebosante en estrellas. “Un gancho a la mandíbula”, como dice el periodista Dan Rapaport, para graficar la debacle de los Estados Unidos en la primera mitad de juego de la jornada inaugural.
8. Todos los caminos conducen a Roma (Parte 2)
“¡Si van cuatro a cero, levántense!”, brama la hinchada europea en las tribunas de la Copa Ryder de Roma, antes del comienzo de la segunda sesión del viernes. Bajo ese clima, a Estados Unidos le toca afrontar un desafío mayúsculo: nada menos que remontar un arranque muy negativo y de visitante. Sin embargo, más allá de los esfuerzos, el final del primer día estuvo cercano al ideal para el Viejo Continente, que con una ventaja de 6½ a un 1½, obligó a los norteamericanos a compensar el déficit en las sesiones de sábado y domingo.
Más allá de la atmósfera siempre candente que se vive en cualquier Copa Ryder, ésta en particular contó con algunos ingredientes. Un artículo periodístico aseguraba que Patrick Cantlay, del equipo visitante, había decidido jugar sin gorro bajo protesta, al considerar que debía ser remunerado económicamente para jugar el certamen. El rumor se expandió rápidamente y gran parte de los espectadores empezó a agitar sus gorras al viento de manera irónica.
Justamente Cantlay fue el encargado de darle vida a su equipo, al achicar la diferencia rumbo a la definición del domingo. Y su caddie, Joe LaCava, le puso pimienta a la competencia al mirar desafiante a Rory McIlroy en el green del 18, justo antes de que el norilandés se dispusiera a ejecutar un putt para igualar el match, y que terminó errando. Más tarde, en el estacionamiento del Club House, se lo vio a McIlroy desencajado, recriminándole la acción a LaCava con gritos y señalándolo.
Más allá del repunte de los Estados Unidos, el conjunto europeo pudo sellar el triunfo definitivo por 16½-11½, después de arrancar con una ventaja de 6 puntos con 12 matches individuales por jugar. “Usé el pequeño incidente de anoche a mi favor”, confesó McIlroy, uno de los grandes artífices de la victoria en Roma. La escena decisiva del certamen se produjo cuando Rickie Fowler optó por concederle el putt a Tommy Fleetwood, para que Europa descorchara el champagne y desatase los festejos. “Entiendo que la gente diga que no debes ceder putts en la Copa Ryder, pero en cualquier otro partido, ésa hubiera sido la decisión correcta”, aseguró Fowler, que volvió a su país con la frustración a cuestas.
El gran derrotado en los Estados Unidos fue Zach Johnson, que protagoniza una emotiva escena al disimular sus lágrimas detrás de sus anteojos oscuros, después de ver a su hijo llorando por la caída en equipo. En tanto, para el capitán europeo, Luke Donald, se trató de un torneo inolvidable: “Me siento lleno de orgullo. Uno siempre tiene dudas, pero me encanta mi carrera y tenía fe en estos 12 tipos. Es el momento más emocionante de mi trayectoria”.
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