David Ferrer, reemplazante de Rafael Nadal, gritó campeón en el ATP de Buenos Aires

No tenía planificado viajar a Buenos Aires. Pretendía descansar en la comunidad valenciana hasta que llegara el momento de trasladarse a Río de Janeiro. Pero la deserción de Rafael Nadal modificó las previsiones; las de él, las de los organizadores, las de todos. Recibió una llamada desde la Argentina, acordó la garantía económica, armó el bolso y se subió a un avión con parte de su grupo de trabajo y su pareja, Marta. Llegó a último momento a la ciudad, pero inmediatamente se puso a entrenarse en Palermo. Todos los flashes le apuntaron. Asumió el favoritismo con calma. Debutó el martes por la noche, cuando el que debía estar sobre el polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club era Nadal. Ganó sin brillar, pero con autoridad. Fue avanzando poco a poco, ajustando los golpes, coordinando los movimientos, derrochando esfuerzo, desmoralizando a los rivales. Hasta que le llegó el desafío final, nada menos, frente a un rival al límite físicamente pero con el ánimo por las nubes, como Fabio Fognini. Era la oportunidad de hacer añicos la mala racha, las siete finales perdidas en 2013. Y no dudó, David Ferrer. El 6-4 y 6-3 frente al italiano significó mucho más que un trofeo. Por ello el festejo, por ello el desahogo, con las rodillas sobre la tierra anaranjada y el beso apasionado con Marta. Precisamente en la Copa Claro había encumbrado el alicantino su último título, hace una temporada, y ya lleva tres consecutivos, todo un récord.

Fognini, que estaba invicto desde que llegó a Mar del Plata para participar de la Copa Davis (prolongó su inspiración ganando el título en Viña del Mar), sabía que estaba disminuido físicamente frente al español y que una gran opción para imponerse sería arriesgar en cada tiro (sobre todo con un revés de dos manos que por momentos rememoró al de David Nalbandian, presente y homenajeado en el estadio). Así, con Ferrer defensivamente atento y siempre dispuesto a devolver una pelota más que los mortales (excepto Nadal, claro), se gestó un partido de alto vuelo en el primer set, con puntos dignos de ser destacados en los resúmenes de fin de año y constantes cambios de dirección. Ambos se quebraron el servicio, pero fueron los pequeños detalles en los que el Muro, Ferrer, prevaleció. Ferru crispó el puño, jamás perdió el foco y Fognini fue perdiendo la paciencia, arrojó la raqueta en un par de oportunidades, recibió asistencia médica en la pierna derecha y terminó resignándose. Ya había hecho demasiado.

"Cuando me llamaron para proponerme venir a Buenos Aires no me costó mucho decidirlo, dije que sí y ya no tenía excusas. No empecé del todo bien. Pero pude zafar los primeros partidos. Me fui sintiendo mejor. Fui logrando solidez. Y aquí estoy, con el trofeo en mis manos. Pasan los años y cada vez me cuesta más ganar torneos, por eso es especial volver a hacerlo. Y estar en Buenos Aires es como estar en casa, siempre me tratan de maravilla, tengo muy buenos amigos aquí. Además, en estos días me he cruzado con David (Nalbandian), Chela, Gaudio, Chucho (Acasuso), Calleri y me he sentido un poco mayor (sonríe). Fueron buenos recuerdos. Ellos conformaron una gran etapa para el tenis argentino, la Legión, y fueron muy buenos compañeros de ruta. Somos de la misma generación y a la mayoría los conozco desde juniors", contó Ferrer, que desde hoy regresará al número 4 del circuito (desplazando a Juan Martín del Potro al 5°) y no pierde en nuestro país desde 2010, cuando cayó en la final ante Juan Carlos Ferrero (en 2011 no participó).

Cuando otros jugadores de su edad (31 años, cumplirá 32 el 2 de abril) ya perdieron el fuego, Ferrer continúa siendo un ejemplo de longevidad. Es un atleta explosivo, con mente de hierro, un maratonista con raqueta. Ya sin Javier Piles como entrenador (lo acompañó desde adolescente; hoy lo conduce José Altur), el español alcanzó ayer 21 títulos en su carrera, posicionándose como el tercer español con más campeonatos: sólo lo superan Nadal (61) y Manuel Orantes (32). "Lo pensé antes del partido y lo usé como motivación", confesó el último finalista de Roland Garros.

Hiperactivo, amante de la lectura, la bicicleta en montaña y los entrenamientos poco convencionales (hace ejercicios de fuerza en suspensión utilizado por las tropas especiales de la armada de EE.UU.), Ferrer no tiene la elegancia de Federer, la ferocidad de Nadal ni la destreza de Djokovic. Es distinto, pero muy grande como para considerarlo sólo un sustituto.

Un triunfo que no festeja Del Potro. La eliminación en el ATP de Rotterdam, en donde defendía el título, y el acceso a la final de Ferrer en Bueno Aires, atentaron contra su ranking: a partir de mañana, Juan Martín del Potro saldrá del cuarto puesto y en su lugar estará el español.