El evento se realizó en Mallorca, en 2007, y fue un suceso. La creatividad de Pablo del Campo proyectó un encuentro singular entre el 1 y 2 del mundo, que casi naufraga por un imprevisto con la cancha
Fueron dos minutos, nomás. La cara de Rafael Nadal se transformó de golpe, abrió sus brazos como pidiendo respuestas, escuchó el plan B, lo convencieron a medias, pero se quedó más tranquilo cuando le dijeron “vos andá a la presentación. Mañana se juega sí o sí”. Antes y después de esa breve conversación con uno de los encargados de la organización, rodeado de varios expertos, la experiencia más novedosa y rupturista del tenis que se recuerde, junto con la del polvo azul de Ion Tiriac en Madrid, naufragó en la incertidumbre y pocas certezas se tuvieron hasta que terminó la exhibición. Del otro lado de una cancha extraña y única estaría el número 1 del mundo y con quien ya había comenzado una relación amistosa: Roger Federer.
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A Pablo del Campo, publicista de alma, siempre le gustó el tenis. De hecho, fue socio del Buenos Aires Lawn Tennis Club desde chico. Pero ante todo, siempre fue un creativo, una mente especial. Se acercaba el final de los años noventa y no se perdía ningún partido por TV o in situ cuando tenía la posibilidad. Y le llamaba la atención la hegemonía que Pete Sampras ejercía sobre el césped de Wimbledon, pero quedaba contrariado por el escaso suceso del estadounidense en el polvo de ladrillo de Roland Garros. Del mismo modo, le impactaba el dominio del brasileño Gustavo Guga Kuerten en París y las enormes dificultades que afrontaba en el All England. Ambos eran los dueños de “sus” superficies, pero nunca podían enfrentarse en igualdad de condiciones. Lo que para uno era fácil, para el otro representaba un tormento.
Un día, en vuelo de aproximación al aeropuerto de Miami, desde las alturas Del Campo observó una cancha de béisbol. De pronto, la cabeza hizo click. Vio la combinación de una cancha sin antecedentes. Ahí, en su mente, empezó a gestarse “The Battle of Surfaces” o “La Batalla de las Superficies”... Lo contó en “The Blank Page Drama” (El drama de la página en blanco), su libro, donde confiesa incluso el factor suerte: ese día no había conseguido asiento en el pasillo y le dieron ventanilla.
Hacemos hincapié en Del Campo, porque muchas veces sobran presupuestos, pero hacen falta ideas. Porteño, del barrio de Belgrano, en ese entonces andaba por los 35. Cinco años más tarde, ya ocupaba un lugar preponderante en el ámbito publicitario. Su agencia, Del Campo Nazca Ssatchi & Saatchi, nació en enero de 2000 y pasó a contar en siete años con 134 oficinas en 84 países. A fines de 2006 fue reconocida como la agencia N° 1 de la Argentina e Iberoamérica, según Latinspots. Además, alcanzó numerosas distinciones en el Festival de Cannes y de premios Clío. Muchas de las publicidades más ingeniosas de esos tiempos salían de su creatividad.
Aquel pensamiento sobre Sampras y Kuerten quedó “en la caja fuerte”. Tenía una idea que consideraba potencialmente revolucionaria, pero económica y logísticamente era compleja de concretar. Pasó un lustro y los protagonistas cambiaron: Roger Federer era el amo del césped y Rafa Nadal empezaba su dominio obsceno sobre el polvo de ladrillo. “¿Será ahora?”, se preguntó en 2005. No tenía claro si se trataba de un delirio o de un proyecto clave. ¿Qué hizo? Tiempo más tarde lo llamó a Javier Frana, ex tenista de Rafaela, jugador de ATP e integrante de equipos de Copa Davis, y por entonces excelso comentarista de ESPN.
“Javier siempre me pareció un tipo sensato, creíble, serio. Fue el que me abrió las puertas del tenis profesional. La idea le encantó, no le pareció nada delirante, y así empezó esta historia. Tenemos un grado de ansiedad importante y es un misterio saber cómo resultará todo, pero las repercusiones por el mundo son las mejores. Y es un orgullo que se haga especial hincapié en que la idea salió de la Argentina”, decía en aquel entonces Del Campo a LA NACION.
La idea estaba. ¿Y los jugadores? Las negociaciones con los jugadores empezaron a fines de 2005. Lentamente. A Nadal le encantó la idea apenas se la comentaron; a Federer también le gustó, pero fue más analítico; lo consultó con su coach, el australiano Tony Roche, y con su grupo de trabajo. Finalmente, dio el OK. A partir de ahí, fue cuestión de ir solucionando aspectos organizativos.
Dónde disputar “La Batalla” era un tema. Mucho ayudó, por ejemplo, que ambos tenistas pertenecieran a IMG, la corporación que les manejaba la carrera. También, su muy buena relación, que no existieran vedetismos a la hora de acordar detalles. Aprovechando la figura de Nadal (manacorí de nacimiento) y en la previa de tiempos electorales, apareció el gobierno de las Islas Baleares, que vio una inmejorable ocasión de potenciar la imagen de Mallorca. Le competían Dubai, Alemania y hasta Eurodisney, en París, por esa cuestión casi mágica que tenía el encuentro. El llamado de Rafa a Roger allanó el camino: “Dale, Roger. Hagamosló en Mallorca”.
En principio se hablaba de un costo de 1.7 millones de dólares, pero al final se invirtieron cerca de cuatro millones para llevar adelante el duelo entre “El Rey del Césped” vs. “El Rey del Polvo de Ladrillo”. El escenario sería el Palma Arena, la joya de Mallorca, construido en 14 meses para desarrollar el Mundial de ciclismo en pista cubierta y demandó un costo de US$ 67 millones. ¿Qué tenía de especial “La Batalla”, además de la presencia del 1 y del 2 del mundo, que por entonces ya se habían enfrentado en 10 ocasiones en el circuito, con ventaja de 7-3 para Nadal? La cancha. Una idea revolucionaria. Mitad de césped y mitad de polvo. Era lo que había visualizado desde el avión con esa cancha de béisbol. Sería un partido normal, a tres sets y con cambios de lado en los games impares, pero en pisos diferentes. “The Battle of Surfaces” rompía con todos los esquemas. Y era una idea argentina.
El lanzamiento fue un boom. Se sumó Antena 3, multimedios español, y rápidamente se vendieron los derechos a Europa, Asia y América latina. ¿Las entradas? Salieron a la venta 7200 tickets, a un promedio de 30 euros. Se agotaron en cuatro horas. La fecha fijada fue el miércoles 2 de mayo, a las 16.30, hora local. El calorcito ya empezaba a mostrarse en la mayor de las baleares y tenía un espectáculo único.
El domingo 29 de abril, Nadal vencía a Guillermo Cañas en la final del Conde de Godó. También había triunfado la semana previa en Montecarlo (derrotó a Federer en el match decisivo) y había conquistado el Masters 1000 de Indian Wells (éxito sobre Novak Djokovic, que era 10°). Federer, 1 del mundo, había ganado el Australian Open y el torneo de Dubai, más la final en Montecarlo. Y poco después de “La Batalla”, accedería a la final de Roland Garros (caída ante Rafa), sería campeón por quinta vez en el All England (frente a Nadal) y también celebraría en el US Open (sobre Djokovic). Para Mallorca, era tener a los Rolling y a los Beatles en la misma función.
La llegada de los jugadores fue una revolución. Hubo actos protocolares, la visita en conjunto a la imponente Catedral de Palma de Mallorca (su construcción demandó casi cuatro siglos, entre 1229 y 1601) y una rueda de prensa, el martes 1°, en la que sobraban sonrisas. Fue minutos después de aquella frase “vos andá a la presentación. Mañana se juega sí o sí”. Rafa lucía un tanto nervioso, pero más que nada se apuntaba a su condición de anfitrión, a su juventud (20) y el hecho de quedar bien con el monstruo suizo, un gentleman a la hora de las respuestas.
“Será un partido divertido para los dos. Esperemos que la gente lo disfrute. Aunque no tengo idea de cómo puede resultar. Ni hemos practicado. Se verá en la cancha. Es un honor tener a Roger en casa. Ya era un placer jugar un partido así en Palma, y si encima tenemos al mejor del mundo…”, dijo Nadal. “La propuesta siempre me resultó divertida, interesante. Hubo que ajustar detalles de calendario, nada más. Nunca hubo algo así en el mundo y ser protagonista de este partido es genial”, respondió Federer. ¿Una particularidad? Los jugadores podían cambiar sus zapatillas de acuerdo con la superficie que les tocara pisar, aunque en rigor las de césped se pueden utilizar sobre polvo sin problemas. “Voy a ver qué es lo que hace Rafa en los cambios de lado y cualquier cosa lo copio”, saltó Roger, sonrisa incluida.
A 10 minutos de auto, la imagen era devastadora…
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Un detalle había llamado la atención de los enviados especiales de los medios europeos y americanos: no dejaban ingresar en el Palma Arena. “Es para no perder el impacto de la cancha, el efecto sorpresa. Y además hay todavía mucho polvillo”, fue la excusa. Algunas imágenes de la etapa de construcción se habían filtrado semanas antes, pero de esas horas previas, nada.
El martes 1°, previamente a la presentación y rueda de prensa de los tenistas, el español Carlos Costa, ex tenista, manager de Nadal y representante de IMG, fue convocado de urgencia. El lado del césped no tenía un buen aspecto y era necesario hacer una prueba a fondo. En el primer peloteo, Costa fue a pegar y su pie izquierdo levantó un pedazo de pasto. Probó en otro lado: lo mismo. Suspendió el test. “Tío, así es imposible jugar. Hay que avisarle a Rafa”. La comunicación de la novedad más desagradable para el dueño de casa demoraría un par de horas, porque primero se necesitaba una solución para evitar un papelón mayúsculo, en el que incluso quedaría pegada la Municipalidad balear.
¿Qué sucedía? El pasto estaba “muerto”. Seco. No había un diagnóstico certero. La cancha se armó con criterio, pero hubo detalles que escaparon a la mirada aguda en virtud de lo novedoso del tema. Se cree que al ser un recinto cerrado, la ausencia de luz y aire naturales fueron factores que determinaron el deterioro de la hierba, de su fuerza. Como decía Costa, imposible jugar al tenis. Imaginen un jugador profesional, un 1 o un 2 del mundo, pisando ese césped dañado en su esencia: en cuestión de minutos sería un pozo al lado del otro. Como un campo minado.
Reunión de urgencia. Todo contrarreloj. Faltaban unas 29 horas para el partido. Pero además, se hiciera lo que se hiciese, había que probarlo antes, sin el público. O sea, quedaban, digamos, unas 26 horas. El gobierno balear ya había distribuido un comunicado hablando de “planes alternativos” ante la posibilidad de que se presentara un problema “no previsto”. Resultaba extraño. O sea, ya tenían datos de que algo no andaba del todo bien. La ayuda intelectual para encontrar la salida de emergencia vino del golf, del Club Maloris, y también del fútbol, del Club Mallorca, que contaba con tres argentinos en el plantel: Maxi López, Ariel Ibagaza y Jonás Gutiérrez. “Sacamos el pasto y ponemos panes de la cancha de golf. Los apisonamos bien. Tiene que funcionar. Es lo mejor. No se me ocurre mejor idea”, apuntó uno de los especialistas de mantenimiento del Maloris. La curiosidad es que ese era un césped similar al que se utilizaba en Wimbledon. ¡Manos a la obra!
Se terminaba el martes 1°. Los jugadores compartían una cena de protocolo. En el Palma Arena se trabajaba a destajo, sacando el césped muerto. En el Maloris, levantaron un pitch & green entero, de unos 400 metros cuadrados, en virtud de que el césped es más duro que el de los greens, y lo llevaron al estadio. Quien le dio una explicación al día siguiente a los socios no se sabe…
Miércoles 2 de mayo. Mientras desayunaban, muchos “se desayunaban”. Algunos fotógrafos se habían filtrado en el Palma Arena y un par de diarios mostraban imágenes para dejar helado a cualquiera: la mitad de cancha de polvo, perfecta; la otra mitad, marrón, sin pasto. Y muchos obreros trabajando. Se supone que no pudieron tomar fotografías del momento en que se colocaba el nuevo césped. A las 13.45, Nadal y Costa caminaban impacientemente por los pasillos internos del estadio. Unos minutos más tarde, a dos horas y media del partido, algunos operarios estaban pintando los flejes sobre el pasto y tirando polvo de ladrillo en el sector opuesto. Mucho olor a cemento sintético y corridas múltiples. A las 13.55 llegan Federer y Nadal. Rafa le presenta a un amigo y el suizo, sonriente, le extiende la mano derecha y le aclara: “Hi, I’m Roger”. ¡Como si hiciese falta!
Los jugadores hablaron con sus managers (Costa y Tony Godsick) y a las 14.10 se pusieron a pelotear. Lo hicieron muy suavemente durante 20 minutos. La cancha parecía responder, no se rompía, aunque algunos piques eran extraños. A un costado, Toni Nadal, coach de Rafa, le decía a un allegado: “No hay de qué preocuparse. Roger me dijo que el lado del pasto está mejor que el del polvo”. Nunca quedó claro si fue un chiste al paso de Federer.
Ya se respiraba otro aire. Catalina Weiss, argentina residente en Barcelona y asistente de Costa en IMG, nos decía: “¡Te juro que nunca corrió riesgo de suspenderse! Se iba a hacer como fuese. Tuvimos un problema, bueno, haríamos hasta lo imposible para solucionarlo”. Faltaba el partido. Habían transcurrido 26 horas de espanto y angustia. “La Batalla”, la idea revolucionaria de un argentino, estaba lista para jugarse con los dos mejores del mundo.
El partido fue visto por más de 150 millones de telespectadores en todo el mundo. En el Palma Arena, pocos sabían todo lo que se había vivido en el día previo. El partido fue entretenido, aunque claramente a un ritmo diferente del que puede observarse en un encuentro oficial. Es cierto que hubo piques raros: en el pasto, la pelota por momentos se arrastraba más de lo normal. Del mismo modo que armar un buen ataque resultaba más sencillo desde el polvo de ladrillo.
Pero también hubo pasajes en los que combinaron la destreza, la garra y los deseos mutuos de divertir a la gente. En los cambios de lado, los jugadores se cambiaban las zapatillas con suelas distintas. Un detalle: los calzados estaban colocados en medio de las sillas en una suerte de plataforma, bien a la vista del público y de las cámaras. Como si fuese una zapatería. Sin dudas que la firma Nike le sacó el jugo al hecho de vestir a ambos jugadores.
Los mejores pasajes de “La Batalla”
La victoria, luego de 2h24m, fue para Nadal por 7-5, 4-6 y 7-6 (12/10). Hubo abrazos, champagne, plaquetas recordatorias de un evento único. “La pasé excelente. Sentí una gran excitación con este partido y cómo lo vivió la gente. Siempre me gustó esta idea, mezclar las superficies en exhibiciones. Se podrían combinar otras: polvo con cemento o pasto con cemento. No lo veo posible en torneos oficiales. Imaginensé teniendo que cambiarme de zapatillas en cada descanso. ¡Sería estresante…!”, dijo Federer luego de “La Batalla”.
¿Y el anfitrión? “Roger es un talentoso. Le agradezco que haya venido a jugar a mi casa. El partido era dificultoso por la adaptación. Terminó siendo una buena experiencia. No tenía miedo por el problema del pasto. Por suerte, el césped nuevo aguantó a la perfección, más allá de algunos piques. Eso sí, los músculos te duelen al estar pasando de un piso a otro. Las piernas sufren el cambio de cancha”.
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La pregunta por decantación que nos podríamos formular sería: ¿y por qué, en los siguientes 16 años, una experiencia tan revolucionaria no se repitió?
Pablo del Campo anda hoy por los 56 años. Y en otro escenario. En 2018 vendió la agencia, donde él había tomado una dirección creativa global. Y se involucró en el mundo de las artes escénicas. Desarrolló una obra, “casi normales”. Siempre le gustó asociar el entretenimiento a la publicidad y eso buscó volcar al ámbitro teatral. Hace un tiempo que está con “Querido Evan”, otra obra. “Me fui copando mucho con nuevas maneras de hacer creatividad. Publicista sigo siendo”, especifica. Teniendo en claro que las ideas brotan siempre.
“Hay una realidad. Todos los años, que es algo llamativo, se celebra La Batalla. Los medios deportivos la recuerdan. Hay una memorabilia alrededor de la idea. El mismo Djokovic planteó que la de la cancha mitad pasto y mitad polvo era la foto más linda que vio en su vida. Es una idea que siempre vuelve, y que tiene fans y también tiene detractores. En el libro “In This Day in Tennis History”, al 2 de mayo lo ponen como una fecha del tenis. En las memorias de Roger (“Roger Federer, The Greatest) aparece la idea, el proyecto y el partido jugado en Mallorca, en esa cancha. Me encanta que estas cosas sigan sucediendo”, cuenta Del Campo.
“Cuando surgió esa idea también se dio algo que estaba pasando con la publicidad, que se metía fuertemente en el mundo del entretenimiento. Yo fui virando más hacia eso. Ese partido tiene deporte, pero también tiene cosas de evento. Mi sueño era que esto pasara a ser un clásico, de hacerse con el ganador de Wimbledon y de Roland Garros. A los dos años del partido, Rafa ganó los dos torneos la misma temporada, cosa que no pasaba desde Björn Borg, y al año siguiente pasó lo mismo con Federer. Y fue interesante la manera en que entre Roger, Rafa y también Djokovic empezó a subir la vara. Para ser el GOAT, hay que dominar en todas las superficies y no como en otros momentos, donde habia jugadores de tierra y de pasto. Me ofrecieron la posibilidad de hacer nuevamente La Batalla en tres ocasiones. Una en Bélgica, con Justine Henin y Kim Clijsters, cuando eran 1 y 2 del mundo. Después, con Djokovic, y hace muy poquito con Serena Williams”, apunta sobre las tratativas que no prosperaron.
¿Qué pasó? “Por un lado está la creatividad, pero para que se concreten tienen que alinearse una enorme cantidad de planetas como pasó aquella vez con Roger y con Rafa. Para las agendas de estos jugadores es casi imposible planificarlo, en qué momento del año. ¿Cómo sabés quien va a ganar Wimbledon y Roland Garros? Quizá con Carlos Alcaraz y con Djokovic, pero mientras lo producís, capaz que Alcaraz te gana todos los Grand Slams. Se dieron muchas circunstancias y fueron perfectas en ese momento”.
No había cambios previstos en cuanto a las superficies si se daban alguna de esas tres posibilidades. Según Del Campo, “era pasto y polvo siempre, no cemento. Siempre fuimos por los clásicos. Hubiera sido más facil con cemento y polvo, por ejemplo. Pero esto es algo muy visual, de la tierra, que es parte de la cosa. Sports Ilustrated lo rescató como algo mágico. O como salió en The Independent, el diario inglés, que dijo ‘el partido que a PlayStation no se le ocurrió'. Lo loco de esto es que con esa nota pasé a ganar la cuenta de Playstation para muchos mercados. Son lo se llaman las Big Ideas. Me encantaría que esto volviera a ocurrir, claro que sí”.
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