El trofeo Río de la Plata renace de la mano de un artesano sin igual
El orfebre Juan Carlos Pallarols se conmovió con la historia de la copa robada y está colaborando para hacer una copia para fin de año
Cuando Juan Carlos Pallarols supo que Mauricio Macri había decidido no usar su bastón para la asunción presidencial, la frustración fue enorme. El orfebre es un convencido de la necesidad de "preservar las tradiciones", y al día de hoy no entiende las razones de lo que sucedió.
Sí, se cortó dolorosamente una saga de 35 años y 11 bastones hechos por Pallarols -el duodécimo, el de Macri, lo tiene guardado en su estudio-, pero el artesano cree que tarde o temprano la vida compensa. ¿No pudo continuar con la tradición del bastón presidencial? Bueno, ahora tiene la oportunidad de extender una mucho más antigua, la del trofeo Río de la Plata, robado el año pasado de las vitrinas del Buenos Aires Lawn Tennis Club (BALTC) y que hoy no podrá ser alzado por Kei Nishikori o Alex Dolgopolov tras la final del Argentina Open.
A los 74 años, Pallarols vive con las emociones a flor de piel, y su alma de orfebre artesanal se conmovió cuando el lunes leyó en la nacion que el BALTC no tenía del todo claro cómo recuperar el emblemático trofeo, que se entrega desde 1893. ¿Encargar una copia a la orfebrería original en Londres o crear uno nuevo? La primera opción es carísima; la segunda ponía fin a una historia que es orgullo del tenis argentino.
"Yo había tenido meses atrás un primer contacto con el presidente del Buenos Aires", dice Pallarols mirando a Luis Diez, el máximo responsable del club. "Pero pasó el tiempo y la cosa se diluyó. Cuando leí el artículo el lunes lo llamé, quería ayudar".
Pallarols y Diez estan en una casona de San Telmo, el taller del orfebre, un verdadero museo, un lugar que bien podría ser declarado patrimonio histórico de la ciudad sin más trámite. Lejos de eso, el taller respira entusiasmo y actividad. Hay objetos por todos lados, y el artesano conoce la historia de cada uno de ellos.
Diez le trajo a Pallarols fotos y libros de la historia del BALTC, y el orfebre está claramente entusiasmado. Ya tiene claro cómo trabajar para lograr "una réplica exacta" que espera tener lista hacia fin de año. Antes, en abril, durante los festejos por los 125 años del club, quiere instalarse un día entero en un salón de la entidad de Palermo para que los socios vean cómo trabaja y, si quieren, hagan su aporte.
"Yo voy a donar mi mano de obra y le voy a pedir al club que me ayude con los materiales. Sería lindo si hay socios del club que quieren donar un pedacito de plata. Serán dos kilos o dos y medio en total".
Diez mira a Pallarols con una mezcla de admiración, respeto y agradecimiento: "Para nosotros, que usted haga el trofeo tiene casi más valor que el original. Cualquier ráplica que hiciéramos no iba a tener el mismo valor histórico y simbólico que tenía la original. Pero ahora, con el aporte de un artista de su magnitud, el símbolo se renueva con más fuerza, porque una la historia del club con la de una familia de artistas argentinos que han transmitido estas tradiciones desde mucho antes de la fundación del Buenos Aires Lawn Tennis Club".
Pallarols no cree que el trofeo original vuelva a aparecer. "Podría ser que lo tenga un fanático que lo levanta y admira en la oscuridad de su casa, pero lo más normal es que lo hayan fundido. Si valía 25.000 euros, venderá el material por el dos o tres por ciento de ese valor".
El artesano no quiere saber nada con ocultar y proteger en exceso el trofeo. Cree que hay una idea mejor: poner un rastreador dentro de la nueva copa. "Lo único que me importa de este mundo son los que caminan en dos patas, las personas. Es lo único que justifica este trabajo, que es alimento para el alma. No tiene sentido hacerlo si nadie lo ve".
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