Gustavo Fernández, luego de ganar el Abierto de Australia: "En mi cabeza está tratar de volver al número 1"
"Todavía tengo un sueño bárbaro… Llegué esta mañana. Se me cierran los ojos". El que habla sobre los efectos del jet lag es Gustavo Fernández , uno de los mejores tenistas en silla de ruedas del mundo, que hace tan solo un puñado de horas conquistó el Abierto de Australia , su tercer título individual de Grand Slam. El cordobés perdió una conexión regresando desde Melbourne y su llegada a la Argentina se demoró aproximadamente 14 horas, un tiempo sumamente valioso para una agenda cargada de compromisos. Además, la celebración del Lobito Fernández es breve, ya que la semana próxima volverá a subirse a un avión –acción que le provoca temor y nervios– para seguir el circuito, en Rotterdam.
@AustralianOpen, que feliz que me haces. pic.twitter.com/yFg8HB0dTE&— Gusti Fernandez (@gustifernandez4) January 26, 2019
El triunfo por 7-5 y 6-3 de Gusti Fernández frente al sueco Stefan Olsson, en la final disputada en el court 8 del Melbourne Park, marcó el final de una pesadilla para el tenista argentino. Había perdido las últimas cuatro finales de Grand Slam (dos de ellas, ambas en Wimbledon, ante Olsson) y esa cruel estadística lo estaba mortificando. Por ello el desahogo del final, por ello las lágrimas y el abrazo emocionado con su entrenador, Fernando San Martín. "Me está costando caer que gané Australia; me costó mucho ganarlo. Siento que venía de un momento difícil, deportivamente hablando la pasé mal. En la última final (Wimbledon 2018) la situación me desbordó y jugué muy mal. Pero trabajé muy duro más allá de lo técnico y lo físico. Trabajé en lo mental para dar el paso que me faltaba", explicó el jugador de 25 años, en una de las salas del Cenard, donde fue recibido por el secretario de Deportes de la Nación, Diógenes de Urquiza.
"Me ha jugado mala pasada desear tanto ganar otro Grand Slam [obtuvo Roland Garros 2016 y Australia 2017]. Me pasa que le tengo tantas ganas a algunos objetivos que me llego a poner emocionalmente muy involucrado y quizás el cuerpo no estaba preparado –describió–. Me ha pasado en las últimas finales. Sentía que me estaba costando manejarlo. En este torneo de Australia me pasó en las semifinales, cuando pude haber ganado en dos sets y lo hice en tres. Pero trabajé mucho para quemar los fantasmas, sacarlos, lograr estar enfocado. Todas las horas de trabajo terminaron sirviendo y se vio en la final".
Pese a los duros golpes recibidos en las finales grandes, Fernández nunca pensó en dejar el tenis profesional. Al contrario. Hambriento e inconformista, se esmeró por perfeccionarse. "Me pasó de querer redoblar el esfuerzo, sobre todo después de perder Wimbledon el año pasado, que me pegó fuerte. Costó, pero es parte de la carrera del deportista. Tuve que seguir trabajando", confesó el tenista diestro y de revés explosivo que, a los dieciséis meses de vida, sufrió un infarto medular, lesión que padece una persona de cada seis millones.
Sos un orgullo @gustifernandez4! Otro @australianopen [R][R][R][R][R][R] Felicitaciones!!!!! #ausopenpic.twitter.com/PHJxuniUKk&— Gabriela Sabatini (@sabatinigabyok) January 26, 2019
La conquista de Australia le permitió a Gusti Fernández (número 2 del ranking ITF de tenis adaptado ) achicar la distancia con el líder de las posiciones, el japonés Shingo Kunieda, el " Federer del tenis en silla de ruedas". Son apenas 247 puntos los que distancian al cordobés del número 1, posición que ya alcanzó en julio de 2017 (se sostuvo en ese escalón exclusivo hasta febrero de 2018). "Arranque el año siendo claro: me estaba generando las oportunidades de pelear los torneos importantes, pero me faltaba el paso final. Sé que si empezaba a concretar esas oportunidades podía acercarme el numero 1 de nuevo. No miento: en mi cabeza está tratar de volver al número 1. Si se llega a dar, bien. Y si no, también. Pero sin dudas que haberlo vivido y sufrido, porque me hizo crecer un montón y madurar, me servirá de experiencia. Pero vamos paso a paso, tranquilo", aseveró Fernández, un protagonista inspirador.