Roland Garros. Diego Schwartzman, de las bromas con el Flaco Chela a la experiencia de practicar con Nadal

PARIS.- Pequeños grandes cambios en su vida. Diego Schwartzman tiene una personalidad muy especial. Es divertido, le cae simpático a los rivales y desde afuera todos se sorprenden cuando llega el momento del saludo final en la red: el oponente de ocasión le saca dos o tres cabezas a su 1,70m. Una herejía para los tiempos que corren en un circuito que, salvando las distancias, no está muy lejos de la NBA o del voleibol en materia de promedio de altura. Pero él no pierde el sentido del humor y muchas veces se transforma de la pesadilla de sus compatriotas. Como Guido Pella, al que tortura con un grito chillón de "Guidiiiiiiiiiii" apenas lo divisa en el lugar que esté, sea un vestuario, restorán y salón privado, exacerbando la timidez del bahiense, que no sabe dónde esconderse.

No hace mucho, el otro Peque del deporte argentino, que nada sabe de judo como Paula Pareto, pero que sí puede emularla a la hora del esfuerzo en la cancha, sumó a su equipo de trabajo a Juan Ignacio Chela, otro que se caracteriza por llevar alegrías a las mesas argentinas por el circuito, ahora desde otra función. Juntos pueden provocar que un partido que es una batalla, un rosario de nervios, tensiones, gritos y festejos encadenados sin orden alguno, tenga hasta sus matices cómicos. Hacerlo más llevadero. Mucho de eso pasó ayer durante las 3h30m que Schwartzman necesitó para derrotar al ruso Andrey Rublev (19 años, 118° del mundo) en un partido extenuante que incluso pudo perder y que ganó en un momento crucial: cuando las molestias musculares lo acosaban y la ausencia de tie-break lo condicionaba en el quinto capítulo. Fue 0-6, 6-4, 6-2, 6-7 (3) y 9-7. Que motivaron su festejo, dejándose caer de espaldas. Cómo si fuera un título de ATP. Todo acompañado por una enorme sonrisa, claro: no sería él si no.

"Dale Juan, decime algo", le pedía a Chela durante el partido. "Todas en la línea, todas en la línea, dame una a mi también", murmuraba mirando de reojo al rival y maldiciendo su fortuna. Chela le respondía, en una lejana cancha 15 de Roland Garros que permite escuchar esos diálogos al aire. Claro que Schwartzman también hace autocrítica. "Fui una radio. Encendí la radio muy temprano. Entré dormido y él lo aprovechó. Después me acomodé, pero también empecé a hablar. Mucho, sobre todo lo que pasaba. No está bueno eso porque te cansa, te desgasta. No hace bien, más allá de lo que haga el rival. No podía estar concentrado. Lo zafé un poco de suerte que cayó de mi lado y por unos errores de él. Sí, era de esos días en los que más que ganar, tenés que zafar. Y zafé". Su próximo rival será el italiano Stefano Napolitano (187° y surgido de la clasificación).

No todo es broma y diversión

No todo es broma en su día a día. La búsqueda de perfeccionarse, a los 24 años, pasa por ajustar golpes clave, como la devolución. Y afirmarse en su estilo: "Aguantar. Suelo ser bastante fuerte mentalmente. Eso me permite levantar partidos. Mejoré mucho en la devolución, moviéndome bien en el fondo, metiendo buenos porcentajes de primeros saques. Pero la devolución me da la chance de lograr muchos quiebres frente a rivales que me sacan mucho en altura y que tienen como fuerte el saque". Y lo que sumó Chela. "Me brindó consejos que valoro, enseñanzas. Qué hacer, cómo moverme mejor en el circuito, la toma de decisiones, de evitar los viajes innecesarios. Tratar de prevenir todo lo que conspira y te afecta, cosas que hacés fuera de la cancha y te perjudican adentro. Sigo aprendiendo a cómo tratar de afrontar torneo a torneo, estando al ciento por ciento. Chela arma todo para que yo esté óptimo para competir".

Camino a París, Schwartzman tuvo también una vivencia enriquecedora: estuvo en el centro de alta competencia que Rafael Nadal tiene en Mallorca. ¿Cómo surgió esa posibilidad y qué le dejó? "Chela me aconsejó que la semana anterior a París es mejor no jugar, tenerla libre para buscar la puesta a punto. Nadal tampoco iba a jugar. Veníamos hablando con su equipo de que íbamos a estar en Mallorca, con o sin Nadal. Después se dio que perdió en cuartos en Roma y volvió. Tiene un lugar increíble. Estuvimos 3 días y medio y pudimos prepararnos bien. El clima es ideal, la ciudad hermosa. Es bueno aprovecharlo", admite. ¿Y cómo es un entrenamiento con Nadal? "Intensísimo. Hicimos dos muy fuertes. Hoy me atendió el médico durante el partido preciasmente de una molestia que traía desde Mallorca y que se produjo en una de esas prácticas. Y lo más gracioso que fue Rafa se dio cuenta antes que yo de que tenía ese problema físico…".