Ante la incertidumbre, el agricultor siempre eligió no vender y quedarse con el grano, que equivale a quedarse en dólares. Y siempre, a la incubación sobrevino la eclosión de una crisis tras otra, lo que terminó por darle la razón
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Mucho se habla sobre la actitud especulativa del productor y en un país como la Argentina, donde la incertidumbre es una constante, retener el grano y no venderlo no es especular, es cubrirse ante un eventual cambio en las reglas de juego. Esto ha sucedido por décadas y en cierta forma ha generado una conducta en los productores “de retener y de no vender” que fue pasando de generación en generación. Ante la incertidumbre, el productor siempre eligió no vender y quedarse con el grano, que equivale a quedarse en dólares. Y siempre, a la incubación sobrevino la eclosión de una crisis tras otra, lo que le dio la razón a ese productor.
Lo que cabe preguntarse ahora es si el plan de Javier Milei y de Luis Caputo es distinto a los implementado por los sucesivos presidentes y ministros de economía que los precedieron ¿Qué diferencia el comienzo del plan actual del resto de los planes que vivimos y padecimos en la Argentina?
En primer lugar, el Gobierno logró lo que muy pocos lograron en tan poco tiempo, llegar a un superávit financiero de 275.000 millones de pesos en el primer trimestre de gestión, con su equivalente del 0,2% del PBI. Es un logro trascendente.
En forma resumida diremos que el Gobierno llegó a esa meta tras licuar la base monetaria amplia y los haberes de los jubilados y del sector público; a través del ajuste que provocó el fuerte salto inflacionario de diciembre y de los meses posteriores; por el cambio de las Leliqs por pasivos menos remunerados con tasas en baja; por la reducción en las transferencias a las provincias; el recorte del gasto publico al suspender la obra pública, y por la reducción de los subsidios a las tarifas públicas, entre las acciones más relevantes implementadas.
Ante el hecho consumado surge la pregunta del millón, ¿tendrá éxito el plan económico en ejecución? Y si tiene éxito, ¿cómo quedaran las principales variables que van a impactar sobre el margen bruto y sobre la rentabilidad de los productores? El Gobierno ya explicitó a partir del día uno de su asunción la implementación del ancla de tres patas, el ancla fiscal, cumplida con el superávit anunciado la semana pasada; el ancla monetaria, cumplida con mantener la base monetaria constante, y el ancla cambiaria resultado de haber cumplido con la meta fiscal y monetaria.
El Gobierno jura y perjura que no habrá devaluación, este es un dato clave a tener en cuenta a la hora de evaluar cuál será el impacto sobre el negocio del productor. El mantener el tipo de cambio ajustado con el “crawling peg” del 2% mensual implica un atraso respecto de la inflación y aquí viene lo más importante, a juzgar por el comportamiento de aumento que tuvieron el costo de los bienes y los servicios, el productor deberá vender cada vez más grano de su cosecha para pagar el mismo servicio o insumo con el corre de los días.
A menos que los precios de la soja y del maíz suban en forma significativa, el éxito del Gobierno choca contra la pérdida diaria de la competitividad, tanto del sector productor como del sector agroexportador.
Este es el escenario que le espera a los productores que deben enfrentar la siembra de la próxima campaña agrícola 2024/2025. La cosecha 2023/2024 ya esta jugada, sin margen de poder corregir errores o mejorar aciertos.
El autor es presidente de Pablo Adreani y Asociados
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