El ingeniero agrónomo Silvio Montenegro expresó que se necesita rentabilidad para que se pueda invertir en la actividad
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“Que cese la discriminación impositiva sobre la producción agropecuaria y que nos permita volver a tener rentabilidad como para poder invertir en nuestros establecimientos”. Con una carta abierta, el productor agropecuario autoconvocado Silvio Montenegro pidió que la política entienda de las necesidades ciertas que tiene el campo desde hace mucho tiempo.
“Para los que hemos cumplido más de 60 años y nos criamos en el campo, vemos que el desarrollo económico de nuestro país fue en contra del sector agropecuario, que fue y sigue siendo, no solo, el que aporta los productos necesarios para alimentar nuestra población. Sino que hoy, a pesar de todo, es el responsable del ingreso de 7 de cada 10 dólares que ingresan al país por exportaciones”, dijo en una carta abierta.
“No hace falta aclarar que todo esto es producto de los funcionarios y legisladores que dirigieron los destinos de nuestro país en todo este tiempo, y que todo esto, también, afectó a todas las industrias relacionadas a la producción agropecuaria, entre ellas la industria metalmecánica”, añadió, recordando que estas plantas locales están solicitando la sanción de una ley de maquinaria agrícola nacional.
En este contexto, rememoró que hace tiempo muchas fábricas de cosechadoras nacionales como Giubergia en Venado Tuerto; Marani en Casilda; Aumec en Arequito; Rotania en Sunchales; Senor y Bernardín en San Vicente; Gema en Rosario; Daniele en Porteña y Araus en Noetinger, perecieron y “la única todavía sobreviviente es Vasalli en Firmat”.
“Todos los pueblos, grandes o chicos, llenos de talleres metalúrgicos que, gracias al ingenio, al mérito y dedicación de sus dueños y empleados, terminaban convirtiéndose en fábricas de implementos de rastras de discos doble acción, rabastos, sembradoras, escardillos, rolos, aplicadores de fitosanitarios, etc.”, describió.
“Todas ellas nacieron y crecieron sin la ayuda del Estado, solo a base de inversión, esfuerzo e ingenio. Todos los productores, grandes o chicos, tenían sus herramientas, todas. Algunos no tenían las cosechadoras y contrataban los servicios de algún vecino. La espantosa política agropecuaria, o su falta, hizo que desaparecieran la mitad de los productores agropecuarios de aquella época. Y entre los dos últimos censos agropecuarios a una velocidad de más de 5000/año. Con ellos la desaparición de casi todas esas fábricas y talleres, con sus dueños y empleados, y pueblos entrando en la agonía de ver como sus hijos migraban a grandes ciudades, y hoy a otros países”, enfatizó el también ingeniero agrónomo.
En ese contexto, dijo que “estas fábricas empezaron a pedir ayudas para poder mantenerse y protección industrial para la maquinaria nacional para tener ventajas para poder competir con las extranjeras y lo único que se logró es que se hicieran más caras y de menor calidad”.
Indicó que, si bien algunas grandes quedaron consolidadas, muchas otras están continuamente con problemas y, donde las multinacionales fueron ocupando el lugar de las plantas que iban cerrando. “Pedir una ley de maquinaria nacional es repetir el error, es poner el carro delante del caballo ¿Si los usuarios de sus productos somos los productores agropecuarios qué sentido tiene pedir una ley que, con cada vez menor cantidad de productores para comprarlas, va a requerir de otra ley, porque la anterior quedará chica? ¿Qué sentido tiene una ley que dé créditos subsidiados por todos los argentinos para los compradores de sus productos habiendo tantas necesidades básicas en nuestro país?”, se preguntó.
“¿No sería mejor ponerse al lado nuestro en el pedido al Gobierno para que cese la discriminación impositiva sobre la producción agropecuaria, que nos permita volver a tener rentabilidad como para poder invertir en nuestros establecimientos? Si no somos capaces de aprender de nuestro pasado, no pretendamos un futuro diferente”, cerró Montenegro.
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