Del “efecto Medici” al trabajo remoto: la nueva geografía de la innovación
Los economistas y divulgadores que estudian el tema de la creatividad sostienen que las grandes ideas surgen por lo generan el las grandes ciudades, como fruto de interacción en cafés u otros lugares de encuentro; si es así, ¿qué pasa cuando avanza el teletrabajo?
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¿Mente bloqueada y “maldición de la hoja en blanco”? Antes de pedirle ayuda a ChatGPT para que surja alguna idea, tal vez lo mejor sea hacer una pausa y tomarse un café. Eso sí, no en un bar cualquiera. Preferentemente, en el Café de Peter, el punto de encuentro más popular en la Isla de Faial, en las Azores portuguesas. Allí convergen, a diario, navegantes de todo el mundo que se regalan un descanso entre sus viajes de ultramar. Si hay que imaginarse un espacio-metáfora de cruces e intersecciones, el Café de Peter se lleva todos los premios, y no por nada es el lugar al que recurre el académico sueco-norteamericano Franz Johansson para empezar a hablar de lo que denominó “efecto Medici”, por el cual, sostiene, las mayores explosiones de innovación y de creatividad se dan en contextos de frontera, ya sea de ciencias o de culturas.
Años atrás, Johansson escribió el best seller El Efecto Medici, en alusión al boom de creatividad que ocurrió en Italia en el siglo XV. Los Medici, una poderosa familia de banqueros, financiaron a investigadores, pensadores, artistas, arquitectos y científicos que amalgamaron sus conocimientos y dieron lugar al Renacimiento, una explosión de ideas creativas que llegaron más lejos de lo convencionalmente esperado para las distintas disciplinas. Johansson hace honor en primera persona a esto de las convergencias culturales e inquietudes “davincianas”: es hijo de una madre cherokee y de un padre sueco. Y en su vida laboral es profesor, consultor, autor de libros y entrepreneur: fundó una empresa de software y una compañía de servicios de salud con operaciones en los Estados Unidos y Suecia.
Más cerca en el tiempo, los economistas y divulgadores que siguen de cerca la agenda de “la geografía de la innovación”, además del poder de las fronteras (y por esto mismo) remarcan el rol de las grandes ciudades en la generación de ideas. Eric Weiner, autor de La geografía de la genialidad, contó tiempo atrás en una entrevista con la nacion que “El primer factor común, que para los expertos en creatividad puede resultar obvio, es que los grandes centros de generación de ideas son ciudades: hay algo en su densidad, en su intimidad, que hace que el genio creativo aflore”.
Los economistas y divulgadores que siguen de cerca el tema remarcan el rol de las grandes ciudades en la generación de ideas
En sus crónicas de La geografía de la genialidad, el autor no solo se traslada en el espacio, sino también en el tiempo: los siete lugares elegidos por su inusual nivel de innovación son la antigua Atenas, la Viena de 1900, la Florencia de los Medici, Silicon Valley, la ciudad china de Hangshou en la dinastía Song, Edimburgo con su revolución de rigor científico en el siglo XVIII y la Calcuta del poeta y filósofo Rabindranath Tagore (Premio Nobel de Literatura en 2013). Todos estos lugares, durante una ventana de décadas, se convirtieron en clusters únicos de producción de ideas disruptivas.
Si las grandes ideas surgen de la interacción en cafés u otros lugares de encuentro cara a cara en grandes ciudades, ¿qué pasará con la innovación en un mundo con una creciente proporción de trabajo remoto? Es la pregunta que se están haciendo varios economistas que siguen esta temática de cerca, y el debate al respecto es cada vez más interesante.
El inglés Nicholas Bloom, de 50 años, da clases en Stanford y es una de las mayores autoridades en la economía del trabajo remoto. En un reciente trabajo, Bloom y su equipo descubrieron que, en promedio, la distancia entre un empleado y su lugar de trabajo creció 170% desde la pandemia (de 10 a 27 millas de media), y que la cantidad de trabajadores que viven a más de 50 millas de su lugar de empleo se quintuplicó. Estos números son más altos todavía en el sector de altos ingresos de los EE.UU. (el de quienes ganan más de US$250.000 al año) y en el tramo etario de 25 a 39 años. Bloom cree que este es un cambio permanente, y que se va a consolidar en la medida en que esta franja etaria tenga hijos y se asiente en lugares suburbanos, o con menor costo y mayor calidad de vida.
Otro académico que estudia los “efectos de aglomeración” de las grandes concentraciones de población sobre la generación de ideas es el físico chileno Cesar Hidalgo, una estrella global en el campo de la complejidad. Hasta ahora había bastante consenso en que, a medida que las ciudades crecen en población, los indicadores de innovación mejoran más que proporcionalmente. Hay una red más densa de circulación de información, escala para costear la infraestructura adecuada, más combinaciones posibles, etcétera.
Pero un nuevo trabajo de Hidalgo, Xiaofan Liang y varios colegas pone en duda esta idea (o, al menos, la matiza) y remarca el nuevo peso de la conectividad en ciudades y entre ciudades. Un equipo de trabajo más distribuido en el espacio, pero mejor conectado, puede aumentar su grado de innovación. En los modelos de Hidalgo y sus co-autores, que se hicieron para distintas ciudades de China y de los Estados Unidos, el factor de interconexión entre ciudades superó a la variable poblacional para explicar indicadores como la creación de nuevas patentes, un aproximado muy corriente para medir el grado de innovación.
No solo ideas
Raj Chetty es otro de los economistas de moda, candidato fuerte a ganar el próximo Nobel en octubre, que ya se quedó con la prestigiosa medalla Clark al mejor economista menor de 40 años y fue uno de los profesores titulares más jóvenes para ese cargo en la historia de la Universidad de Harvard. Cuando le dieron el premio Clark, la Asociación Americana de Economía lo justificó al afirmar que Chetty es “el mejor investigador en microeconomía aplicada de su generación”. Chetty sumó fama y reconocimiento público en la pandemia con un proyecto para seguir variables económicas en tiempo real con información de grandes empresas privadas, de forma más eficiente, rápida y certera que con las estadísticas tradicionales.
El profesor de Harvard también estudia, en un nivel más micro, el grado de interconexión entre grupos de personas. Pero no pone tanto foco en la innovación y la creatividad, sino en la desigualdad y la movilidad social. Él y su equipo descubrieron que el mayor “explicador” de movilidad social (o de su falta) es la interconexión económica de las personas: los ricos tienden a tener amigos ricos, mayormente del colegio o la universidad, mientras que las personas de menores ingresos se relacionan con pares socio-económicos, mayormente del barrio donde crecieron. En una conversación con Joe Biden, Chetty y su equipo sugirieron políticas de movilidad social ancladas en incentivos para “des-segregar” los colegios y promover interacciones entre distintos grupos sociales y económicos.
Hay un punto en el que coinciden divulgadores como Johansson y Weiner y economistas como Bloom y Chetty: la creciente evidencia científica sobre la importancia de los “nodos”, la interconexión y los encuentros en las intersecciones llama a promover urbanizaciones que maximicen los puntos de cruce y de colaboración: plazas, parques de innovación y, porqué no, bares como el Café de Peter en la Isla de Faial.
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