La Unión Europea, ni tan burocrática ni tan lenta para responder cuando las papas queman
La rápida aprobación de la ayuda a Ucrania en la reunión cumbre de comienzos de mes, con la anuencia de Orban, logró sorprender a los euroescépticos
WASHINGTON.- Para los que miran la política con cinismo, la Unión Europea (UE) es blanco fácil desde hace mucho tiempo: el tamaño y el alcance de sus ambiciones y su permanente superproducción de absurdos burocráticos son una oportunidad servida en bandeja para la burla y el escarnio, dentro y fuera de la propia Europa. Pero la reunión cumbre del 1 de febrero para limar diferencias entre los Estados miembros de la UE sobre un paquete de ayuda plurianual a Ucrania nos recuerda que en temas prioritarios la UE funciona mucho más efectiva y aceitadamente de lo que el saber popular y los populistas euroescépticos sugieren.
Y eso que el éxito de esa reunión no estaba para nada garantizado. Una reunión previa celebrada en diciembre para otorgarle a Ucrania ese paquete de ayuda europea de 60.000 millones de dólares terminó agriamente, cuando el extorsionador político serial Viktor Orban, primer ministro de Hungría, torpedeó un plan que requería el apoyo unánime de los 27 Estados miembros de la UE. Es el dinero que Kiev necesitará durante los próximos cuatro años para el pago de jubilaciones, salarios y otros gastos corrientes mientras sigue combatiendo al invasor ruso, y la creciente incertidumbre política sobre el futuro de la ayuda de Estados Unidos, exacerbada la posibilidad de que el resultado de la elección presidencial genere un nuevo obstáculo, le agrega urgencia al pedido de los ucranianos.
A cambio de desbloquear el paquete de ayuda, Orban puso algunas condiciones. Primero, pidió que ese plan de ayuda plurianual fuera auditado todos los años. Los funcionarios europeos decidieron, a mi entender acertadamente, que era la apuesta de Orban para garantizarse seguir teniendo el veto en la manga todos los años y así tener palanca a largo plazo para seguir arrancándole concesiones a la UE. También quiso asegurarse el remanente de 22 millones de dólares en fondos de la UE destinados a Hungría pero actualmente bloqueados hasta que Orban despeje las preocupaciones de la UE sobre la corrupción en su gobierno y las violaciones de los derechos humanos de algunas minorías húngaras. A fines del año pasado fueron liberados 10.000 millones en fondos para Hungría, pero gran parte de ese dinero todavía no fue entregado.
Orban es ampliamente considerado como el mejor amigo que tiene el presidente ruso, Vladimir Putin, en Europa, lo que hace aún más verosímiles las sospechas de que quiere socavar el apoyo europeo al país que Putin trata de conquistar. Pero Orban tiene una preocupación más concreta sobre el futuro de Ucrania: si algún día se integra a la UE, Ucrania se convertiría en un contribuyente neto al presupuesto de la UE, en vez de un receptor neto, ya que un país tan grande que necesita desesperadamente una reconstrucción de posguerra va a requerir mucho apoyo financiero desde el primer momento.
El primer ministro de Hungría también quería ayudar a mejorar el desempeño de los partidos populistas en las elecciones europeas programadas para junio, poniendo el tema del “cansancio con Ucrania” en el centro de la agenda electoral, que podría ganarle nuevos aliados dentro de los Estados con partidos políticos afines, como Alemania y los Países Bajos, por ejemplo.
Pero Orban perdió esa pelea, porque los otros 26 Estados miembros de la UE –incluida Polonia, donde las elecciones del año pasado llevaron al poder a un gobierno con ideas mucho menos afines al conservadurismo social y la inclinación populista anti-UE de Orban– votaron para privar a Orban de la oportunidad de utilizar las futuras auditorías del paquete de ayuda para poder vetarlo. Hungría levantó su bloqueo cuando otros Estados ofrecieron una revisión, si era necesaria, después de dos años, pero una revisión que no le daría a Hungría la chance de volver a vetarlo.
Los funcionarios de la UE también parecen haber convencido a Orban de que otros gobiernos de la UE podrían ayudar a Ucrania individualmente, sin necesidad de su apoyo, ofreciendo préstamos a Kiev por fuera del presupuesto de la UE. “Mejor agarrá lo que te dan, porque no tenés la palanca de negociación que creés tener”, le habrían advertido los funcionarios de la UE.
Por último, y lo más importante, los otros Estados miembros de la UE saben que Orban no tiene demasiadas cartas para jugar. El año pasado, la economía de Hungría se contrajo y la inflación trepó a más del 25%. En diciembre, las tasas de interés rondaban el 10,75% y la relación deuda/PBI alcanzó el 70%. Son las debilidades que la UE sabía que podía explotar a su favor. Orban entendió que volver a vetar la ayuda a Ucrania hasta podía complicar el acceso de Hungría a los 50.000 millones de dólares que le corresponden del presupuesto de la UE. Y los altos funcionarios de la UE sabían que si Orban perdía acceso a esos fondos de manera permanente, las condiciones económicas y financieras de Hungría se agravarían rápidamente. Orban advirtió que había elegido una pelea que no podía ganar, y se retiró.
No nos equivoquemos: las limitaciones de la UE siguen siendo sustanciales. La ayuda a Ucrania estuvo frenada durante siete meses de guerra porque el plan sigue atado a una revisión del gasto general de la UE. Y lo que es peor, nadie cree que 60.000 millones de dólares a lo largo de cuatro años, por necesarios y bien recibidos que sean en Kiev, logren que Ucrania gane su guerra. Y esta victoria táctica sobre Orban tampoco es el fin de los intentos del líder húngaro para obtener concesiones a cambio de cooperación. ¿Qué viene a continuación?: a esta altura Hungría es el único país de la UE que todavía no ha aprobado la propuesta de Suecia para unirse a la OTAN. Habrá que esperar a ver qué quiere Orban a cambio.
Sin embargo, al recurrir a tácticas duras de negociación para mantener la unidad continental en este tema de alto perfil, la UE demostró una vez más que cuando las papas queman, todavía sabe responder.
Traducción de Jaime Arrambide
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