Paul Giamatti empezó hace 20 años con Entre copas, un fecundo vínculo con el director Alexander Payne; ahora, la nueva película que hicieron juntos llevó al intérprete a convertirse este año en el candidato más firme para ganar el premio de Academia de Hollywood como mejor actor protagónico
Paul Giamatti está más cerca que nunca en toda su destacada carrera cinematográfica de ganar un Oscar. Para buena parte de los expertos en anticipar quiénes serán los ganadores de la temporada alta de premios de Hollywood es el gran candidato a llevarse este año la estatuilla que distingue al mejor actor protagónico del año para la industria de Hollywood.
El gran actor de Los que se quedan, sin embargo, no la tendrá fácil. Esos mismos especialistas en pronósticos vienen hablando desde hace tiempo de una reñida lucha por el premio entre Giamatti y Cillian Murphy, nominado como protagonista de Oppenheimer y respaldado en sus aspiraciones por el favoritismo que tiene esta película para llevarse el premio mayor el domingo 10 de marzo.
Lo que ocurra en la noche de este sábado 25 de febrero será crucial para evaluar las chances de ambos porque se conocerá el veredicto de los 120.000 afiliados al Screen Actors Guild (SAG), el sindicato que agrupa a los actores de Hollywood, en su fiesta anual. En las últimas tres décadas, el 75 por ciento de los ganadores de los premios del SAG se llevaron ese mismo año el Oscar en las cuatro categorías actorales.
El nombre de Giamatti asociado a un potencial triunfo en el Oscar aparece reforzado todavía más por los cálculos, los juegos y las especulaciones que hacen los amantes de las estadísticas. Como para ellos nada es casual, lo primero que mencionan es que la nominación de Giamatti como protagonista de Los que se quedan, de Alexander Payne, llega 20 exactos años después de la primera película que hicieron juntos actor y director.
Entre copas (Sideways) tuvo un papel muy destacado en la temporada de premios y la carrera por los Oscar de 2004. Y para reforzar todo este ejercicio de coincidencias separadas por 20 años, Entre copas y Los que se fueron sumaron cada uno a su tiempo la misma cantidad de nominaciones, cinco en total, aunque en categorías diferentes.
Payne fue dos décadas atrás uno de los candidatos al Oscar como mejor director por Entre copas. Este año, la Academia de Hollywood excluyó su nombre entre los nominados de esa categoría. Hay coincidencia entre analistas que siguen la temporada de premios con mucho rigor en señalar que esa omisión es una de las más grandes injusticias cometidas durante esta temporada.
Por otro lado, Giamatti quedó al margen en 2004 de las nominaciones actorales del Oscar, representadas en el caso de Entre copas por Thomas Haden Church y Virginia Madsen, candidatos ese año a mejor actor y actriz de reparto. Ninguno de ellos obtuvo el premio. Payne, por su parte, ganó en 2004 el Oscar como autor del mejor guion adaptado (el único premio conquistado por Entre copas) y este año aspira al premio de mejor guion original.
Espléndidos personajes en grandes historias
La mayor coincidencia de todas tiene que ver con el perfil que Giamatti impone a los dos espléndidos personajes de las películas que hizo con Payne. Entre Miles Raymond, el novelista que mitiga sus fracasos sentimentales con una meticulosa afición al vino de Entre copas, y Paul Hunham, el docente de historia antigua en un colegio secundario de élite de Nueva Inglaterra de Los que se quedan, hay unas cuantas coincidencias.
Podemos ir todavía más allá y encontrar en el personaje central de Entre copas referencias, raíces, orígenes y puntos de partida del personaje que Giamatti hace lucir al máximo en Los que se quedan. El viaje por la ruta californiana del vino que emprende Miles junto a su amigo Jack Lopate (Haden Church) resulta a todos los efectos (literales y geográficos) más extenso que el de Hunham, pero en ese recorrido ambos personajes experimentan una transformación personal y humana desde una serie de rasgos comunes.
Miles es Hunham con algunos años. En cuestión de temperamento no hay ninguna diferencia entre los dos. Y no debe haber hoy un actor superior a Giamatti para poner en escena a un personaje de esa naturaleza. Cascarrabias, mordaz, sentencioso, huraño, protestón, irritable. Después de un tiempo, cuando acusa en su propio ánimo el impacto de la experiencia compartida con otro ser humano que carga como él una pesada cruz de desengaños y desilusiones, llegará el momento de mostrarse más humano, sensible y, sobre todo, sincero.
“Paul tiene razón en todo. Haga lo que haga, todo será a partir de él infinitamente bueno y visible. Puede hacer cosas dramáticas con mucha gracia y cosas cómicas con total seriedad y convicción. Es la persona adecuada para lo que yo busco de un actor. Y también es muy divertido”, dijo Payne de Giamatti hace muy poco.
Todo lo que confirma el Giamatti de Los que se quedan aparece con una claridad meridiana en Entre copas. Payne contó una vez con una sonrisa que imaginaba a Giamatti como su Marcello Mastroianni. “Tiene algo único. Su amplitud de registros, su ductilidad, su capacidad de identificación. Si tomaras las caras de cada uno de los 8000 millones de personas que habitan este planeta y las combinaras de todas las maneras posibles, la cara que saldría al final siempre será la de Paul Giamatti. Puede hacerlo todo y todo lo hace bien. Hasta consigue que los malos diálogos parezcan buenos”, contó el director.
Entre copas es la mejor demostración de lo que llegó a escribir el histórico crítico de cine de la edición estadounidense de Rolling Stone, Peter Travers. “Paul Giamatti es un dios entre los actores de carácter del cine estadounidense”, sostiene en la reseña de la película. Una revisión de Entre copas nos lleva inevitablemente a ese lugar común que compara cualquier cosa con los buenos vinos y afirma, en este caso sobre una película, que envejeció muy bien conservando todo el sabor intacto a pesar de las dos décadas que nos separan del momento de su estreno.
Con los personajes de Entre copas nos pasa como espectadores lo mismo que experimentamos al ver Los que se quedan. Al principio sentimos cierta lástima frente al patetismo que exhibe en ambos casos la sabia interpretación de Giamatti. Los primeros pasos y comportamientos de Miles Raymond, relacionados con los preparativos del viaje, el primer encuentro con Jack y la visita a la casa de su madre, muestran los rasgos más incómodos de una persona que deja en claro al moverse, al hablar y al hacer frente al resto del mundo su condición de perdedor. Hay que verlo refunfuñando sobre ese cuadro sin hacer demasiado por cambiarlo porque dedica todos sus esfuerzos a quejarse.
De a poco, la fina sensibilidad de Payne y su talento único para extraer la humanidad más profunda de las situaciones cotidianas aparentemente más banales modifican ese diagnóstico inicial. Frente a nosotros, Miles empieza a ablandarse. A mostrar su verdadero rostro, a atender con buen oído y mejores reacciones las inquietudes ajenas, y también a revelar las razones del pasado que lo llevan a la situación actual.
En todo caso, lo que sugiere Payne es que un personaje así toma conciencia de sus tropiezos y emprende un camino de redención para remediarlos después de que pasa algún tiempo en compañía de otra persona de temperamento parecido, con quien comparte cierta historia común relacionada con los fracasos y las derrotas sentimentales y laborales. Sobre todo en Entre copas, y mucho más sutilmente en Los que se quedan, esa transformación se produce en un tiempo de pausa y distanciamiento de las obligaciones y rutinas cotidianas. Un viaje de disfrute y descubrimiento a través de la ruta del vino en el primer caso y un receso de Navidad compartido a la fuerza en el segundo. Sin Giamatti al volante, ese recorrido no podría hacerse.
Son vacaciones en sentido amplio, que en el caso de Entre copas (sobre todo) pocas veces adquiere en tiempo real una sensación de conformidad y satisfacción para sus protagonistas. Es más: hasta en los momentos de apariencia más disfrutables, sobre todo cuando aparecen los personajes femeninos para acompañar la travesía, el desencanto invade a Miles y determina buena parte de su conducta.
Giamatti extrae ese temperamento con una maestría interpretativa que surge de la manera más natural, como si se tratara de un prodigio. Todas sus palabras, sus gestos y sus posturas corporales se expresan sin el más mínimo esfuerzo. Más de un observador descubrió que Payne se esmera en contarnos como sus personajes son capaces de transformarse profundamente mientras el tiempo transcurre frente a ellos sin que se produzca ningún acontecimiento fuera de lo común.
“No sé cómo lo hace –dijo Giamatti sobre Payne en una conversación publicada en el sitio oficial de la Academia de Hollywood-, pero le pone un humor a sus películas que siempre hace que el patetismo resulte más significativo. Y ese mismo patetismo lleva a que el humor al mismo tiempo también sea muy significativo. Alexander coloca a los personajes en primer lugar porque en última instancia son ellos los que decidirán qué es divertido y qué es patético en lo que ves”.
Nadie mejor que Paul Giamatti para expresar con un solo gesto todas esas capas del comportamiento de las personas y llevarlas todavía más lejos, hacia una dimensión profundamente humana. Primero en Entre copas y ahora también en Los que se quedan, este actor inmenso nos muestra cómo un personaje es capaz de persistir en el error y pedir perdón casi al mismo tiempo por cometer esas equivocaciones.
Por cosas como esta, a los 56 años, Paul Giamatti está hoy más cerca que nunca de ganar un Oscar.
Entre copas está disponible en Star+
Más notas de Paul Giamatti
Más leídas de Espectáculos
En una entrevista con la TV turca. Sharon Stone reveló que lucha por superar sus problemas de salud mental: “Estoy tratando de enfrentar mis demonios”
Sincera. Kate Hudson, sobre la conflictiva relación con su padre: “Nos reencontramos, pero no tengo ninguna expectativa”
"Se reencontraron". La famosa con la que aseguran que Luciano Castro habría empezado un romance
Sorpresiva actitud. Juli Poggio debutó en la mesa de Mirtha Legrand y una frase descolocó a todos