Steven Spielberg se reencontró con su identidad judía mientras hacia La lista de Schindler, indiscutida ganadora de todos los premios de la temporada 1993; hace pocos días, el director reivindicó esas convicciones al recibir el premio a la trayectoria en el Festival de Berlín
“Este honor tiene un significado particular para mí porque soy un director judío”, dijo el martes pasado Steven Spielberg en el escenario principal del Festival de Berlín luego de recibir el premio a la trayectoria que le otorgó la muestra, que abre siempre a fines de febrero el calendario anual de grandes encuentros cinematográficos.
“Me gustaría creer que este es un pequeño momento dentro de un esfuerzo continuo mucho más grande, destinado a sanar los lugares rotos de la historia, aquello que los judíos llaman Tikkun Olan. La reparación y restauración del mundo”, agregó el director después de que el cantante y activista Bono depositara en sus manos la distinción que le otorgó la Berlinale.
No parece casual la elección de esta fecha para el reconocimiento a Spielberg. Aparece en el comienzo del año del trigésimo aniversario del estreno de La lista de Schindler (Schindler’s List), una película que cambió para siempre el modo en que el director se relacionó con el cine, materia que, como sabemos, constituye el ADN de su propia vida. Para comprobarlo alcanza con echar apenas un vistazo a la última y, como siempre, admirable de sus creaciones para el cine, Los Fabelman, en la que el director se anima a contar la historia de su vida.
Los Fabelman cuenta con siete nominaciones para el Oscar que se entregará en apenas dos semanas, el domingo 12 de marzo. Entre ellas, una como mejor película. Casi todos los pronósticos señalan hoy como muy difícil la probabilidad de que se produzca ese triunfo. Al principio de la temporada de premios, Los Fabelman era el nombre a vencer, el que estaba arriba de todos en la lista de candidatos, lugar que otros títulos se disputan en estos días.
Casi tres décadas atrás, el 21 de marzo de 1994, también fue siete el número clave para la conexión entre Spielberg y el Oscar. A esa cifra llegó la cantidad de estatuillas ganadas por La lista de Schindler aquella noche. Además de consagrarse como la mejor película del año anterior, ganó en las categorías de guión adaptado, fotografía, dirección de arte, edición y música original (la imborrable partitura compuesta por John Williams).
Pero por sobre todo, La lista de Schindler le dio a Spielberg su primer Oscar como director. En 1999 ganaría el segundo por Rescatando al soldado Ryan, una experiencia completamente distinta. Lo más fuerte e intenso en términos emocionales para el director fue aquel reconocimiento original. “La lista de Schindler es diferente a todo lo que había escrito antes. Fue la película más difícil que hice”, confiesa Spielberg en el documental “oficial” dedicado a su figura y a su trayectoria en el cine que dirigió en 2017 Susan Lacy, ahora disponible en la plataforma HBO Max.
Allí, el director revela el comienzo de un largo camino de 30 años que lo llevó a recibir el premio en Berlín esta semana: “Esta película hizo que me reconciliara con mi ser judío, que por alguna razón estaba oculto. Y me hizo sentir muy orgulloso de serlo”. Un poco más adelante nos enteramos gracias al documental de HBO Max que Spielberg se negó a aceptar cualquier tipo de ganancia o beneficio económico generado por La lista de Schindler.
Todos esos ingresos se volcaron a la Fundación Shoah, creada por el propio realizador con el propósito de acopiar, conservar y difundir los testimonios orales de los sobrevivientes del genocidio de la población judía en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. “El pueblo alemán se ha mostrado dispuesto a leer la historia de su país, a confrontar sus lecciones sobre antisemitismo, intolerancia y xenofobia, presagios del Holocausto. Otros países, incluido el mío, pueden aprender mucho de la valiente determinación del pueblo alemán de actuar para evitar que los fascistas tomen el poder. Una nación solo puede llamarse justa si rechaza la conveniente amnesia que nos tienta a todos”, declaró Spielberg en Berlín, al agradecer el último martes su premio.
A partir de estos testimonios, y con la perspectiva que nos da el paso del tiempo, entendemos hoy todavía más por qué La lista de Schindler logró algo inédito en toda la historia de la gran temporada alta de premios. En el camino al Oscar cosechó todos los galardones posibles, uno tras otro como la mejor película de la temporada. La única polémica posible estaba en otro lado y había llegado a la temporada de premios de Hollywood directamente desde Cannes, que le dio la Palma de Oro en 1993 a La lección de piano e hizo que su directora, la neozelandesa Jane Campion, se convirtiera en la primera mujer premiada en el festival más importante del mundo.
En la actualidad, un debate de ese tipo hubiese sido durante toda la temporada de premios la comidilla de las redes sociales. Pero estamos en 1993, muy lejos todavía del nacimiento de estos foros siempre dispuestos a fogonear toda clase de conflictos sin preocuparse por las diferencias entre lo real y lo imaginario. Tres décadas atrás les tocó a algunos medios con ánimo sensacionalista agitar alrededor de este caso todo un gran equívoco, que por fortuna se fue diluyendo de manera casi natural.
La decantación llegó después de que las asociaciones de críticos de Los Angeles y Nueva York proclamaran cada una por su lado a Campion como mejor directora. El primer matiz apareció cuando la prestigiosa National Board of Review otorgó ese mismo premio a Martin Scorsese por La edad de la inocencia. Y a partir del veredicto de la National Society of Film Critics, todo fue para Spielberg desde ese momento (3 de enero de 1994) hasta la ceremonia del Oscar del 9 de febrero.
La temprana certeza del incuestionable triunfo de Spielberg respondía no solo a una evaluación más o menos rigurosa de los méritos de las películas y las personalidades que competían por los premios más importantes de la industria ese año. Como en un momento señaló Variety en la antesala de los Globo de Oro, también era “por razones sentimentales” el favorito para llevarse todo. Así logró tomar considerable ventaja frente a El fugitivo, Lo que queda del día, La lección de piano y En el nombre del padre, las otras cuatro candidatas al Oscar como mejor película de ese año.
Había razones de sobra para conmoverse con la adaptación al cine del libro de Thomas Keneally sobre la historia de Oskar Schindler, el empresario alemán que logró salvar a 1100 judíos de una muerte segura en los campos de exterminio del régimen nazi. Y también con el hecho de que un realizador siempre reconocido por su inmenso talento para el entretenimiento tenía esta vez en sus manos una historia en apariencia ajena a su trayectoria previa y a su perfil como realizador. Todo un desafío.
A Spielberg, según propia confesión, le llevó casi una década decidirse a hacer la película. Y cuando lo hizo debió sobreponerse a varias experiencias que pusieron a prueba su equilibrio anímico y emocional. “Nadie me preparó para aquella primera vez en Auschwitz. Cuando llegué a Polonia me di cuenta que estaba jugando con fuego”, admitió el realizador en el documental que puede verse en HBO Max.
Tan contundente resultó la ola favorable a La lista de Schindler que hasta tuvo que aceptarla Harvey Weinstein, el entonces poderoso productor que siempre se las ingeniaba para llevar a algunas de sus producciones hasta las puertas del Oscar, en ese caso La lección de piano. Cuando todavía no se hablaba de su condición de abusador serial (que lo llevará, tal como lo indica el último veredicto judicial en su contra, a pasar el resto de su vida en la cárcel), Weinstein todavía se animaba a pronosticar en la víspera del Oscar que su película terminaría beneficiada por algún giro sorpresivo de último momento. Todo el mundo sabía en Hollywood que eso no iba a ocurrir.
Con todo, el triunfo evidente e incuestionable de La lista de Schindler no se extendió a todas las categorías clave, aquellas que se siguen con la mayor atención en la carrera por el Oscar. Los premios para los actores, sin ir más lejos. Cuesta un poco entenderlo desde una mirada retrospectiva, sobre todo porque en nuestro recuerdo de la película aparecen inmediatamente las colosales interpretaciones de los grandes protagonistas del relato: Liam Neeson como Oskar Schindler, Ralph Fiennes como el oficial nazi Amon Goeth, y Ben Kingsley como el contador Itzhak Stern.
Los dos primeros recibieron sendas nominaciones al Oscar. Neeson como actor protagónico y Fiennes como actor de reparto. Pero ambos perdieron frente a actuaciones no menos formidables y, por supuesto, también muy recordadas. Tom Hanks ganó como mejor actor protagónico por la primera gran personificación en toda la historia del cine de más alto perfil hecho en Hollywood de un personaje gay enfermo de sida, el personaje central de Filadelfia. El premio también reconocería, como observó la prensa de Hollywood, la exitosa transición de la comedia al drama encarada a partir de ese momento por una gran estrella como Hanks. Y el Oscar para el mejor actor de reparto fue para Tommy Lee Jones como el implacable policía que perseguía al médico Richard Kimble (Harrison Ford) en la excelente versión cinematográfica de El fugitivo.
Por el lado de sus actrices llegaron los premios consuelo para La lección de piano. Holly Hunter y Anna Paquin, madre e hija en la ficción dirigida por Campion, obtuvieron respectivamente los premios como actriz protagónica y de reparto. Una tercera compensación se produjo gracias al guion original escrito por Campion, que se adjudicó la estatuilla en esa categoría.
El premio ganado por Hunter llega con sus ecos hasta la ceremonia del Oscar 2023 que está por ocurrir, ya que la gran derrotada como actriz principal 30 años atrás había sido Angela Bassett, muy aplaudida por su labor en Tina (What’s Love Got to Do with It) por su personificación de la cantante Tina Turner. Bassett es ahora la gran favorita para ganar como actriz de reparto por Pantera Negra: Wakanda por siempre y toda la comunidad de Hollywood vislumbra ese premio casi seguro como un reconocimiento a la trayectoria entera de una actriz que había hecho méritos para llevarse un Oscar tres décadas atrás.
Todo lo demás quedó en las manos de Spielberg. Los otros premios ganados por La lista de Schindler tuvieron la clara impronta de su realizador: el guion adaptado que firmó Steven Zaillian, la fotografía del gran Janusz Kaminski, el trabajo de edición de Michael Kahn (cuyo testimonio en el documental de HBO Max sobre la sensibilidad de Spielberg durante el rodaje es el más elocuente de todos), la dirección de arte de Allan Starski y Ewa Braun y, sobre todo, la partitura de John Williams. “Es una película tan grande que vas a necesitar un compositor mejor que yo”, le dijo el músico al director. “Ya lo sé –respondió Spielberg-, ¡pero están todos muertos!”.
La lista de Schindler está disponible en HBO Max.
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