En el indie, mañana es siempre mejor
Hace una semana, Lisandro Aristimuño llegaba al estadio Luna Park con su último disco, Constelaciones. El concierto, con entradas agotadas, no hizo más que confirmar una ola creciente, un movimiento de placas tectónicas en la música independiente argentina. Porque si bien el estadio es un signo consagratorio para un artista como Aristimuño -que empezó en un sello indie como Los Años Luz Discos y terminó editando sus discos por su cuenta- el concierto terminó reflejando un recambio generacional. En este caso no es sólo la amplia convocatoria de un artista independiente, sino también el triunfo de hacer canciones y representar colectivamente a su generación. Quizá los antecedentes de otros fenómenos del indie local como Onda Vaga (que en 2013 llegó a su primer Luna Park) y el espectáculo "Hay otra canción" (con Pablo Dacal, Alfonso Barbieri, Nacho Rodríguez y Tomi Lebrero, que llenaron el teatro Coliseo en 2012) funcionaron como contexto anticipatorio para el primer Luna Park de este artista que viene trabajando artesanalmente desde hace más de una década, cuando vino de Viedma.
Su ascenso, tras seis discos solistas que construyeron su identidad -Azules turquesas (2004), Ese asunto de la ventana (2005), 39º (2007), Las crónicas del viento (2009), Mundo anfibio (2012) y Constelaciones (2016)-, no es el único síntoma de vitalidad de la escena local. La salida este año de los discos de Los Espíritus y Él Mató un Policía Motorizado, que también llegaron a escucharse por primera vez en un estadio, marcan a las claras un nuevo mapa de la música argentina. No es casualidad si no la profecía cumplida del Flaco Spinetta: "Mañana es mejor".
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