La Pastoral, un regalo sinfónico
El director de orquesta Carlos Vieu y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires nos proponen para el concierto del jueves 11 en el Colón un regalo imperdible, como lo es escuchar la Sinfonía "Pastoral" de Beethoven. Difícil es referirse a la Sinfonía en Fa mayor sin establecer sus estrechas relaciones con la Quinta sinfonía, del propio Beethoven. Ante todo, claro está, porque ambas están en vecindad temporal y esa circunstancia explica que las dos participen de análogas renovaciones técnicas. En efecto, esta sexta sinfonía fue concluida en 1808, al igual que la número cinco y ambas tuvieron su estreno en un mismo concierto realizado el 22 de diciembre de ese año en el teatro "an der Wien".
Pero hay otro aspecto en el que se identifican y se complementan. Y es la tendencia a convertir la música en un lenguaje tan extraordinariamente expresivo que rebasa su significación puramente sonora para transmitir contenidos que van más allá de la estricta idea musical. Ya esto se reflejaba, sin la menor duda, en la Tercera.
Las ideas románticas empiezan a rozar el espíritu beethoveniano. Ya se sabe que el problema del poder descriptivo de la música se presenta como preocupación central en el pensamiento de gran parte de los músicos de aquellas décadas, y, en general, también de los filósofos y de todos los artistas de la época. Ya lo había escrito tempranamente Wackenroder cuando afirmó, muy cerca del siglo XIX (muere en 1798), que "lo que no puede expresarse mediante el lenguaje común halla expresión directa en el lenguaje de los sonidos", para dar luego su categórica convicción de que "la música es el sentimiento mismo". A su vez Hegel dirá que el elemento propio de la música es la misma interioridad, el sentimiento invisible, el alma, el espíritu en su unidad inmediata, en su subjetividad; el corazón humano, la pura impresión, todo esto constituía para Hegel la esencia misma de la música.
¿Podrían los compositores reaccionar de otra manera cuando los filósofos colocaban al arte sonoro en la cúpula de toda jerarquía? Por cierto que no. Y Beethoven da su mejor respuesta a través de sus oberturas, sinfonías y aún sonatas o cuartetos.
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Si la Sinfonía n°5 expresa la actitud agonística del hombre, la Pastoral ofrece la faz más contemplativa y riente del ser humano. Se sabe que la primera edición de esta obra apareció en abril de 1809 en Leipzig, a través de la casa Breitkopf & Hartel. En la parte correspondiente al primer violín, se lee, en el reverso de la portada, lo siguiente: "Sinfonía pastoral o recuerdos de la vida en la naturaleza. (Más expresión de sentimientos que descripción pictórica)". Pues bien. Ya está todo dicho. Palabras más, palabras menos, casi todos los compositores posteriores repetirán lo mismo, aunque alguna vez, como a Beethoven, se les escape algún efecto onomatopéyico de filiación naturalista. Pero los mayores esfuerzos tenderán a reflejar el mundo interior del artista, los estados anímicos, las reacciones subjetivas frente al estímulo exterior.
La Sinfonía "Pastoral" muestra a Beethoven bajo el influjo de la naturaleza bienhechora. Sus biógrafos nos relatan que el músico pasaba todos los años varios meses en el campo, en las proximidades de Viena: Baden, Heiligenstadt, Hetzendorf o Mödling. Y es de imaginar que su sordera progresiva lo debió conducir a una manera especial de contacto con esa naturaleza de viñedos y de rústica quietud. De ese silencioso diálogo entre el genio y la tierra amada, habría de nacer la Pastoral, una de las obras más formidables que haya concebido la imaginación creadora humana.
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