Música: un año con muchos recuerdos y una apuesta tímida al futuro
La reedición de vinilos, los tributos, incluso la edición de libros de rock, principalmente biografías, hicieron de 2015 una temporada con una fuerte presencia de los clásicos
Este año murió B.B. King, se estrenó la película que Horacio Salgán (que cumplirá 100 años en 2016) protagoniza con su hijo y se celebraron los centenarios de los nacimientos de Frank Sinatra y Edith Piaf. También se publicó el esperadísimo nuevo disco de Adele (25), una artista que, para las últimas generaciones es una leyenda de la música (aunque sólo tiene 27 años, ocho de carrera profesional y tres discos). Todos estos datos son una invitación a pensar qué tipos de paradigmas se establecen para reconocer a las grandes figuras de la música y qué necesita un artista para convertirse en una gran figura (tiempo de maduración, seguramente no).
Así como el centenario de sus nacimientos funcionó como buena excusa para recordar a Sinatra y Piaf, también los cumpleaños que habrían celebrado Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati fueron recordados con música. De alguna manera, fue un año spinetteano sin Spinetta: un tributo en La Ballena Azul del CCK, a cargo de músicos que tocaron con él en distintas formaciones y etapas; un disco póstumo editado por Sony con el cuidado y el amor de sus hijos, e incluso un proyecto muy independiente como Luz al instante, álbum que agrupa canciones de músicos under con obras compuestas a partir de la pérdida de El Flaco, del cimbronazo del que aún nos cuesta sobreponernos.
Libros casi para escuchar. Algunos de los próceres de nuestro rock volvieron en forma de libro. El Flaco fue recordado por su amigo Miguel Grinberg en Spinetta, una vida hermosa; de Cerati se conoció una nueva biografía, escrita por Juan Morris, y también otra de Luca Prodan, un amplio y completo recorrido por su vida a manos de Oscar Jalil (Libertad divino tesoro). Por otra parte, en el libro Fuimos reyes, Los Redondos fueron revisitados por Mariano del Mazo y Pablo Perantuono. Incluso algunos protagonistas del rock local se animaron a publicar sus libros: El Salmón mostró Andrés Calamaro, paracaídas y vueltas; Fernando Samalea, ¿Qué es un long play? y el Zorrito Quintiero unió dos de sus pasiones en I'm Zorry: el rock y la comida.
El año que volvimos a tener Artaud en su versión original. Por primera vez en dos décadas, una discográfica como Sony volvió a editar vinilos en la Argentina y desató todo un fenómeno a su alrededor, con el regreso a las bateas de obras fundamentales del rock de acá compuestas por Spinetta, Charly García, Soda Stereo y Virus, entre otros. El más requerido: Artaud, aquella obra conceptual firmada por Pescado Rabioso, con la tapa irregular hecha por Juan Gatti que estaba fuera de catálogo desde su edición original, en 1973.
Los ciclos semanales. Los Martes Indiegentes de Niceto Club constituyeron una de las más gratas sorpresas del año para la escena. Un ciclo que, con la curaduría del periodista venezolano Yumber Vera Rojas, elevó la vara con artistas nacionales e internacionales de altísima calidad. Además, se sumó a otros ciclos de rock y pop de la ciudad por fuera de los días tradicionales (jueves, viernes y sábados) que confirman que en Buenos Aires se puede escuchar y ver buena música de lunes a lunes.
Dos generaciones. El esperado encuentro sobre el escenario del Lollapalooza entre Jack White y Robert Plant confirmó la altura de ambos y registró una de las postales más memorables de 2015.
¿Vivos? Claro que sí, este también fue un año stone. Primero, con el gran álbum de rock y blues de raíz de Keith Richards, Crosseyed Heart, y, luego, con la confirmación de una nueva visita a la Argentina de The Rolling Stones, para febrero próximo.
Mañana es mejor. A falta de grandes discos de los referentes del rock y el pop, 2015 fue un año repleto de buena música producida por la escena independiente: Los Espíritus, Las Armas Bs. As., Fantasmagoria, Surfistas del Sistema, El Perrodiablo, Los Rusos Hijos de Puta, Shaman y Los Pilares de la Creación, entre muchos otros, auguran un gran porvenir y de lo más variado.
Al fin Gilmour. En el año del segundo Lollapalooza criollo, el regreso del Sónar y la ausencia de grandes festivales de rock en la ciudad de Buenos Aires, en la periferia se consolidaron las propuestas de las productoras 300 y Crack. La primera volvió a organizar en San Pedro el festival Mastai, con un extenso e importante line up digno de Cosquín Rock (Manu Chao a la cabeza) y Crack hizo la segunda edición de Festival Nuestro en Tecnópolis. El año terminó musicalmente con una vieja asignatura pendiente: David Gilmour. El ex Pink Floyd se presentó en el Hipódromo de San Isidro y dejó un concierto para la historia. Lo negativo: una organización deficiente.
Siempre The Beatles. Primero fue una edición de lujo en dos DVD de los videos remasterizados de los Fab Four más el CD One, el de los números uno que se sigue vendiendo como pan caliente. Y luego, días atrás y como regalo de Navidad, la llegada de todo el repertorio del cuarteto de Liverpool a Spotify y el universo del streaming.
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