LA NACION
La pasión no tiene edad. Es que durante un mes entero cada cuatro años, las casas argentinas se visten de celeste y blanco, y hasta los más chiquitos (algunos aún no caminan) se ponen camisetas, vinchas, gorros y se pintan la cara. Treinta días en los que los grandes y sus hijos hacen un stop en sus agendas y dejan todo para alentar a la Selección Nacional de fútbol que disputa la Copa del Mundo. Algunos, como Mirko Wiebe, tuvieron el privilegio de viajar a Rusia. Otros, con todo el merchadising encima, alientan a la albiceleste por televisión. Y todos hacen suspirar al país a través de las imágenes que mamá o papá postean en las redes sociales mientras suman miles de seguidores.
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