Pocas mujeres lucieron sus creaciones como ella, que además de embajadora y musa máxima de sus diseños, fue una de sus grandes amigas y confidentes. El pasado viernes 22, visiblemente emocionada, la princesa Carolina le dijo adiós por última vez al genial Karl Otto Lagerfeld, que murió el martes 12, a los 85 años, por un cáncer de páncreas. Acompañada por dos de sus hijos, Andrea y Charlotte Casiraghi, la hija de Rainiero y Grace Kelly dijo presente en Mont-Valérien, en Nanterre, donde los restos del Káiser fueron cremados, tal como era su voluntad. "No me gustan los funerales, quiero mantener mi última imagen en la memoria de la gente. Firmé los documentos para exigir que nadie me vea muerto", había dicho.
De la ceremonia, que fue breve e íntima, también participaron Anna Wintour, la familia Arnault (dueños del grupo LVMH), Inès de la Fressange y quienes serían dos de los herederos de su fortuna, que estaría valuada en 200 millones de dólares: Hudson Kroenig, su ahijado de 11 años, y Choupette, la gata que lo acompañó hasta sus últimos días. La princesa y el modisto alemán formaron una dupla de moda (y amistad) imbatible. Se habían conocido en 1975. El Baile de la Cruz Roja y el Día Nacional de Mónaco, dos de los acontecimientos sociales del principado, eran algunas de las ocasiones en las que Carolina priorizaba los modelos del director creativo de Chanel antes que los de cualquiera. Tal era la admiración que sentía por él que logró, además, que sus hijas también se enamoraran del talento de Lagerfeld y lo incluyeran desde muy chicas en sus exclusivos guardarropas.
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