Telemann, a 250 años de su muerte
Georg Philipp Telemann (1681-1767), genio prolífico como pocos y músico de gran fama en vida, escribió unas cuarenta óperas, parecido número de pasiones, más de treinta oratorios, cuarenta y cinco composiciones diversas para orquesta, solos y coro y unas seiscientas oberturas "a la francesa", además de una infinidad de composiciones para clave y conciertos. No le faltó tiempo, tampoco, para escribir sus Memorias. Cuesta entender que un creador que gozó de tanto prestigio en vida, comparable en su época al que acompañaba a Händel, haya caído luego en la indiferencia y el olvido.
El rescate de Telemann es obra de las últimas décadas, si bien es inmenso lo que aún debe hacerse para poner su obra al alcance de los intérpretes y del público. Tal vez esté pagando, como escribió Romain Rolland, "la insolente victoria que, en vida, tuvo sobre Johann Sebastian Bach". Fue en 1721, cuando ya tenía un gran prestigio, cuando fue nombrado en Hamburgo cantor en la Johanneum y director de música de las cinco principales iglesias de la ciudad. Allí permaneció hasta su muerte, no sin antes haber competido con Johann Sebastian Bach por la sucesión de Kuhnau en Leipzig o de haber realizado numerosos viajes por Europa. Telemann es autor de un centenar de conciertos, de los cuales veinticinco son para dos instrumentos. El carácter extrovertido de su música se une a un estilo dúctil, resultado del doble y estimulante influjo que le venía de la ópera italiana, por un lado, y por el otro de la fascinación por la cultura y el arte franceses. De tal manera, el carácter general de su obra, anunciadora del futuro clasicismo, convierte a sus conciertos en piezas de gran atractivo dentro del género.
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Es difícil, por no decir imposible, abarcar el conocimiento de la obra de Telemann. Sus cantatas sagradas comprenden dos géneros principales: la cantata de solistas, con recitativos y arias, y la cantata sobre coral. La mayoría de ellas están escritas a cuatro voces (o más), acompañadas por las cuerdas y los instrumentos de madera, en formaciones variadas. A su lado se sitúan, en número infinitamente menor, los motetes. Un enorme capítulo lo constituyen los oratorios y las pasiones, entre las cuales sobresale la Pasión según San Lucas.
Tal vez no haya llegado aún el momento de acercarse a semejante patrimonio que ha dejado este compositor. Entre nosotros ha sido ya recordado en este año, en que se cumplen los 250 de su muerte, pero sería bueno tener nuevas propuestas para una aproximación más amplia a ese mundo enorme de obras musicales maestras.
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