La mexicana Fernanda Melchor, la peruana Katya Adaui o la colombiana Carolina Sanín, entre otras, son algunas de las voces recientes de la narrativa del continente
“Pero, ¿qué quieres que te cuente?– rezongó Pachi. Fumaba en la cama, con la cabeza apoyada en la pared y el cenicero sobre el pecho desnudo”. La escena forma parte de Falsa liebre, la primera novela de la mexicana Fernanda Melchor (Boca del Río, 1982), que llega a la Argentina diez años después de su publicación en su país de origen y seis después de Temporada de huracanes, libro que le valió varios premios. Se trata del único momento de paz de una novela cuya violencia no da tregua. Pachi y Vinicio se encuentran desinteresadamente, sin que medie ningún intercambio –de sexo, de dinero, de golpes–, sino la amistad, el amor y una forma del arte: Vinicio quiere dibujar a su amigo. Por eso necesita que esté distraído contando algo, perdido en los vericuetos de alguna anécdota, y responde: “Lo que tú quieras”.
¿Qué contar y sobre todo, cómo hacerlo? “Lo que tú quieras” abre ese territorio al que se refería Juan José Saer, “esa espesa selva virgen de lo real” como única patria de un escritor, de una escritora. Saer lo decía en respuesta a las expectativas de un mercado que seguía buscando en América Latina aquello que había caracterizado al boom. La publicación de esta primera novela de Fernanda Melchor en coincidencia con Quiénes somos ahora (2023), de Katya Adaui (Lima, 1977), y la presencia en festivales y ferias de muchas autoras latinoamericanas refleja la vitalidad de una literatura que, si algo tiene en común, es el hecho de poner la lupa sobre nuestro idioma.
A Melchor, que también es periodista, le interesa trabajar con la realidad más marginal. Falsa liebre cuenta la historia de un grupo de adolescentes y niños en un pueblo costero. Viven o más bien sobreviven, se prostituyen, deambulan por parques, siempre en peligro. Melchor sigue el punto de vista de diferentes personajes en una suerte de rompecabezas cuyas partes se unen en una escena final. En el universo de Melchor no hay vínculos familiares que puedan salvar; si algo sana, al menos un rato, es cierta camaradería entre pares que no deja de estar exenta de violencia. La autora escribe guiones para series y tiene una forma muy visual de narrar que recuerda las escenas hiperrealistas de Bajo este sol tremendo, del argentino Carlos Busqued. Pero, sobre todo, lo que resulta más interesante es el clima opresivo que construye: como si a través del lenguaje encerrara al lector y tirara la llave fuera.
Falsa liebre es la antesala de Temporada de huracanes, la novela posterior. En esta, el estilo adquiere un vigor sorprendente, algo así como una ráfaga que barre con todo: los párrafos se alargan, las frases son barrocas, abigarradas, las imágenes son de gran belleza: “Manos de palmas pálidas como cangrejos”, “cabello suelto y esponjado en la humedad de la mañana”.
Quiénes somos ahora, la novela de Katya Adaui, narra por su parte la historia de una familia: madre, padre y dos hijas. Una de ellas, álter ego de la narradora, es también una escritora peruana que vive en Buenos Aires: “¿De qué deserté a través de la escritura o hacia qué me lancé”, se pregunta hacia el final. Adaui que ya contaba con lectores en Buenos Aires gracias a su anterior libro, Geografía de la oscuridad, (2021), tiene una forma de narrar marcada por la elipsis y cierto desfasaje en el uso de los tiempos verbales; parece estar hablando en una lengua distinta, mucho más joven que la nuestra. Las escenas se suceden llenas de desvíos, fragmentarias; la prosa cede por momentos al verso. Es, se podría decir, el otro lado de la escritura de Melchor: todo aquí es luminoso, más allá de la crueldad de lo que se esté contando. Los diálogos no utilizan guión, se trata un gran hilo de discurso que se despliega y ahí tenemos a la madre –un personaje memorable, lleno de contrastes– separándole el pelo a la hija con un tenedor para empezar a teñirle el pelo o corriendo a la hermana con un escobillón. Adaui se detiene en la descripción de nuestras playas, siempre ventosas: “Jugar paleta”, dice, “es acompañar la pelota en sus indecisiones y desvíos”, “En el Perú decimos: No tengo piso. En la Argentina: no hago pie”. Recuerda la operación de Cynthia Rimsky, escritora chilena que vive en la Argentina, en La vuelta al perro (2022), cuando describe, extrañada, un pueblo bonaerense; elige las palabras como si fueran gemas: “Las palmas explorando el césped húmedo, el rocío, lo fragante”.
Cualquier panorama de escritoras latinoamericanas actuales sería insuficiente. Son muchas y los universos que plantean son siempre particulares. La colombiana Carolina Sanín, por ejemplo, cuenta en su novela Los niños (2018) la historia de una mujer que adopta un niño en las circunstancias más extrañas. Más recientemente publicó Ponqué y otros cuentos. “¿Por qué quería, con tantas ganas, haber sido judía? ¿Quería tener una Jerusalén a donde regresar?”, se pregunta la narradora del cuento que da título al libro. La historia va de Bogotá y Nueva York al desierto bíblico. Aparece la pregunta sobre la nacionalidad, sobre la posibilidad de elegir una herencia. Aunque, ¿cuál?: el mundo es tan vasto, parece decir la narradora.
La última Feria Internacional del lLibro, con Santiago como ciudad invitada, dio a conocer algunas autoras chilenas. Fue el caso de Daniela Catrileo y su libro de relatos Piñen (2023). Catrileo escribe mezclando palabras en castellano con otras del mapdungun. Sus cuentos tienen un tono depurado, que recuerda a Roberto Bolaño, pero también toda una cosmogonía que proviene de sus raíces mapuches; a través de esta mixtura narra la infancia y adolescencia en los márgenes de Santiago. Las mexicanas Jazmina Barrera e Isabel Zapata también son nombres a tener en cuenta a la hora de explorar otras lecturas. En su Cuaderno de faros, Barrera se ubica en el límite entre el ensayo, la narración y el diario íntimo. En los últimos dos años se publicaron tres libros de Zapata: un libro de poemas, Una ballena es un país (2022), y dos de ensayos Modos de desaparecer e In vitro, donde explora el ensayo personal.
Leer a estas autoras invita a pensar otra red de conexiones entre lo que se publica en la región y en nuestro país; una cartografía donde lo que prima es la inestabilidad: del lenguaje, de la trama, de los géneros literarios. Los paisajes que abordan, las herencias que visitan, el trabajo con la oralidad, vienen a recordar que el castellano es un gran Aleph, un espejo estallado en mil fragmentos. “Cuéntame lo que quieras”, les pedimos cuando abrimos uno de sus libros, y cada una de ellas, inmersa en aquella selva espesa de lo real, que es al mismo tiempo experiencia personal y colectiva, empieza a narrar.
Falsa liebre
Por Fernanda Melchor
Random House
256 páginas, $ 6999
Quiénes somos ahora
Por Katya Adaui
Random House
202 páginas, $ 6999