El pionero de una tradición familiar que iba a perdurar como sello de presidentes, grandes familias y terratenientes
Witcomb: su nombre se asocia a unas conocidas galerías de arte de la calle Florida, pero nació en realidad a finales del siglo XIX como estudio fotográfico. Y no uno cualquiera: fue la casa de los retratos de los presidentes, los terratenientes, las grandes familias.
Nació en enero de 1838, en la ciudad de Winchester, en el extremo sudeste de Inglaterra. Era hijo de Charles Witcomb (1797-1876) y Margaret Phippard (1797-1870), que tuvieron once hijos. Alexander era el menor. Se dice que años más tarde, el joven Alexander fue enviado por su familia a estudiar a París, indiscutida capital europea de la cultura y donde perfeccionó su francés.
En fecha no precisada, y en busca de mejores oportunidades de progreso, emigró hacia América del Sur estableciéndose primero en Río de Janeiro, y luego en Montevideo, donde se desempeñó como empleado en el Banco Mauá. Sus primeros pasos en fotografía los habría hecho en Buenos Aires. Según el investigador Juan Gómez, estuvo empleado hacia fines de la década de 1850 en el estudio del daguerrotipista y fotógrafo francés Emilio Lahore (en donde trabajó incluso junto al francés Bartolomé Loudet) y, cuando este se independizó, hacia fines de 1861, entró a su servicio en la nueva Galería “San Miguel” de la calle Piedad 344 (hoy Bartolomé Mitre).
También tuvo un breve pero significativo paso por la localidad uruguaya de Mercedes, donde conoció a la que sería su esposa, Francisca Lapitz. Se casaron en la iglesia anglicana de Rosario el 12 de diciembre de 1872, pero sus tres hijos –Emilia, Carlos y Alejandro– nacieron entre 1875 y 1879 en Mercedes.
Primeros pasos
Después de algunos años, Witcomb se trasladó otra vez a Buenos Aires. En Rosario había trabado amistad con Roberto Mackern (1854-?), que se encontraba en aquella ciudad para abrir una sucursal de las renombradas Librerías Mackern. Proveniente de una familia irlandesa de Limerick, dedicada tradicionalmente al negocio de imprenta y librería, el joven Roberto venía de abandonar tanto sus estudios de medicina en Inglaterra como la cría de ovejas en la región de Chascomús; en realidad soñaba con otros destinos y la fotografía le pareció un atractivo rumbo a seguir. Dispuestos a trabajar juntos en una nueva sociedad, Witcomb y Mackern viajaron en el Britannia, rumbo a Inglaterra, para adquirir los equipos fotográficos más modernos con destino al futuro estudio porteño.
De regreso, finalmente decidieron comprar el mejor y más acreditado estudio fotográfico de Buenos Aires: nada menos que el establecimiento del célebre fotógrafo José Christiano de Freitas Henriques Junior. La operación se concretó finalmente el 15 de febrero de 1878 con el traspaso del fondo de comercio del estudio, ubicado en Florida 208 –entre Cuyo (Sarmiento) y Corrientes– de todas sus instalaciones, cámaras de galería y, quizás lo más importante, el considerable archivo de negativos acrecentado durante una década y que incluía los registros de los dos álbumes editados en 1876 y 1877. La piedra fundamental de los futuros álbumes fotográficos de Witcomb.
En la razón social, fue el apellido Witcomb en primer término y Mackern, como capitalista, en segundo.
El prestigio de Christiano Junior era tan importante que, en una primera etapa los flamantes socios seguían utilizando la misma publicidad del primero, con el agregado de un sello húmedo indicando; "Witcomb & Mackern. Sucesores". La relación entre ellos continuó por un tiempo, pues en el transcurso de su "Viaje Artístico por la República Argentina" Christiano Junior e Hijo indicaban al dorso de sus retratos: "Por repeticiones ocurrir a Witcomb & Mackern"
La nueva razón social Fotografía Witcomb & Mackern inició una inteligente campaña publicitaria a través de diarios y revistas locales; ofrecían a sus clientes las últimas novedades en el arte fotográfico, retratos inalterables al platinotype y carbón de duración garantizada. Hacia la fecha se imponía para retratos el nuevo formato inglés conocido como Portrait Cabinet (10 x 14 cm), de gran aceptación popular.
Freitas, una alianza artística
La razón social Witcomb & Mackern se extendió hasta 1883. El siguiente paso comercial tuvo otras características. Alejandro S. Witcomb necesitaba elevar el prestigio artístico de su firma y la solución fue asociarse al talentoso fotógrafo José Virginio Freitas Henriques (1851-1928), más conocido como Freitas. Hacia 1884 conformaron la sociedad Witcomb & Freitas. Con pujantes 34 años el joven portugués contaba con el prestigio del apellido de su padre, y una bien merecida fama en la rama de la retratística.
Curiosamente, y a través de esta sociedad, Freitas volvía a trabajar en el viejo estudio de su progenitor de Florida 208, el cual había dirigido en los últimos seis años. Conocía muy bien la casa, los gustos de su distinguida clientela y aportaba toda su creatividad.
El estudio ponía a disposición de sus clientes todos los formatos utilizados en la época: carte-de-visite, portrait cabinet, promenade, boudoir y el gran imperial. El estudio era cita obligada de la alta sociedad. Las familias Chopitea, Senillosa, Martínez de Hoz, científicos como Carlos Spegazzini y otras figuras ilustres pasaron por allí. Hacia esos años, volvió a cambiar nuevamente la numeración en las calles de Buenos Aires y Florida 208 se transformó en Florida 364.
Fotógrafo de la alta sociedad
La sociedad Witcomb & Freitas solo duró alrededor de dos años. Hacia 1887, Witcomb se encontraba por primera vez al frente de su propio estudio fotográfico y bajo su absoluta responsabilidad. Seguía ocupando el antiguo local inaugurado por Christiano Junior. Era una propiedad muy amplia que, a lo largo de dos décadas había sufrido cambios y modificaciones, en especial con relación al sector de atención a su numerosa e importante clientela capitalina. Un plano que acompaña el folleto editado por la firma al cumplir 70 años, revela que tenía la increíble cantidad de 35 ambientes, de distintas dimensiones, que abarcaban desde las dos grandes vidrieras de exhibición flanquedas por un largo pasillo de entrada sobre la calle Florida, hasta los laboratorios, galería de pose, salas de exposición e inclusive vivienda de personal. Esta céntrica propiedad pertenecía a don Daniel Ortiz Basualdo, y luego a su hija Mercedes Ortiz Basualdo, quienes la alquilaron por décadas para sede de la fotografía.
En esta nueva etapa, Witcomb comenzó a documentar los símbolos más elocuentes de la nueva aristocracia argentina. Puso a disposición sus cámaras para fotografiar las espléndidas mansiones, las quintas suburbanas, las grandes estancias pampeanas y sus infinitos rebaños.
En 1889 Francia conmemoró los cien años de su Revolución con la gigantesca Exposición Universal de París. Witcomb fue uno de los pocos fotógrafos que representaron a la Argentina y obtuvo la Medalla de Plata por la calidad de sus obras, una distinción que luego explotó en sus anuncios publicitarios.
Como la inmensa mayoría de sus colegas el estudio Witcomb estaba volcado al campo de la retratística social, la cual constituía el mayor ingreso económico de la firma; por este motivo el estudio era una fábrica de entrega continua de retratos en altísima calidad. Y, por lo general, de una docena por cliente.
Las personas acudían a retratarse cuando algún suceso importante irrumpía en sus vidas: la graduación, el casamiento, la primera comunión, un viaje, el grupo familiar cuando se llegaba a adulto, un ascenso militar, etc. Para estas especiales circunstancias la Fotografía Witcomb contaba con todas las escenografías adecuadas; los magníficos telones fotográficos, biombos, pequeñas estatuas, sillas y finas alfombras que en su conjunto otorgaban el marco adecuado para estas verdaderas representaciones teatrales.
Siglo XX
La firma Witcomb fue conocida popularmente como la "Fotografía de los Presidentes" y con justa razón. La saga que inició Christiano Junior, retratando con su banda presidencial a Domingo Faustino Sarmiento, fue continuada por Witcomb. De ahí en más, todos los presidentes argentinos posaron para sus cámaras, algunos de estos retratos oficiales fueron realizados en el estudio de la calle Florida y otras veces hubo que trasladar los equipos de toma e iluminación a la Casa de Gobierno; esta importante iconografía presidencial fue una tradición distintiva de la casa hasta que cerró en 1971.
De hecho, cuando comenzó el furor de las postales a comienzos del 1900, el editor Roberto Rosauer lanzó una serie de postales sobre presidentes con la firma de Alejandro S. Witcomb y con los retratos de Urquiza, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y Figueroa Alcorta; de estas económicas ediciones se tiraron miles de ejemplares.
En esa época comenzó la etapa de Witcomb como galería de arte dedicada a exposiciones de obras pictóricas. Aparentemente, el nuevo rumbo tuvo que ver con la apertura, en 1892, de la casa Freitas y Castillo. Lo hicieron "puerta de por medio", en Florida 356, el pintor peruano Teófilo Castillo, ex empleado de Witcomb (donde retocaba al lápiz los platinos), y José Virginio Freitas Henriques (hijo de Christiano y ex socio de Witcomb). Según recordó Rosendo Martínez (1871-1954) en sus Apuntes, dedicados a los Salones Witcomb, la competencia entre ambas firmas –sobre todo como galerías de arte– fue abierta a partir de 1905. Martínez ingresó como aprendiz en 1887 y fue ascendiendo hasta operador principal. En 1905, una vez que falleció Witcomb, fue socio responsable de la casa hasta su muerte. Hasta 1923, la firma quedó en manos de sus tres hijos, pero luego continuaron sólo Rosendo Martínez y Alejandro Witcomb hijo (1879-1945). En los años 20 y 30, Witcomb se afianzó como organizador de exposiciones de arte francés y español. En 1939, las galerías se mudaron a Florida 760. Cuando Alejandro hijo murió, Martínez continuó con su viuda Enriqueta Prevost, y se sumaron Luis D. Álvarez, José A. Fernández, Ángel Lires Giraldes y Manuel F. Iglesias. Álvarez se retiró en 1948 y Martínez eligió a Lires Giraldes como su sucesor.
Se conocen muy pocos retratos de Witcomb. El que ilustró su necrológica en La Ilustración Sud-Americana es la única variante del "oficial", el que se ve colgado en las imágenes que se conservan, por ejemplo, dela casa Witcomb en Mar del Plata.
En línea con esta incógnita sobre la ausencia de retratos personales, un reportaje de 1899 que la revista Revue Illustrée du Rio de la Plata le dedica a su estudio de fotografía le hace una única crítica: "Nos lamentamos infinitamente que su modestia no nos permita dar aquí su retrato; el Señor Witcomb no tiene absolutamente una fotografía de él. Es un vacío y es una lástima".
Como Christiano Junior en 1902, también Alejandro S. Witcomb viajó a Asunción del Paraguay por prescripción médica. Se había establecido dos meses antes en esa capital, pues los facultativos creían que aquel clima podía reponer su ya deteriorada salud. Sin embargo su cuadro urémico se agravó y finalmente falleció en esa ciudad el 11 de septiembre de 1905, a los 66 años. Su tumba se encuentra actualmente en una bóveda del Cementerio de la Recoleta.
Esta nota está extraída, y abreviada, de la versión original en Historia de la Fotografía publicada por Revista Lugares en julio de 2019. Para más información comunicarse por el chat de Facebook de Revista.
Abel Alexander
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