Adiós a Shimon Peres, buscador de la paz
JERUSALÉN.-La noche de Jerusalén reina pacíficamente sobre el mundo, fresca en esta primavera, interrumpida por ladridos de perros que nos hablan de humanidad. Los hombres son hombres con la naturaleza que los rodea y los perros que los acompañan.
Dentro de las casas hay personas que discuten, se afanan en diferentes cosas, imaginan o pelean. Medio Oriente se nos mezcla entre el desierto, las estrellas y las construcciones gloriosas del pasado. Aquí, en los pagos de Dios, muchos dedican sus vidas a los enfrentamientos por la supervivencia de pueblos, naciones o creencias religiosas. A pocos kilómetros seguramente los cañones iluminen el cielo de Siria, donde combaten entre sí las dos vertientes del islam junto con Rusia y otros países. Científicos de distintos lados controlan sus armas nucleares o tratan de desarrollarlas. Las fábricas de la guerra elaboran sus juguetes mortales. Arriba, Dios, en la tierra de las tres religiones monoteístas, mirará con ansiedad el uso que le darán los humanos a la libertad que él les dio.
La muerte de Shimon Peres abrió un espacio de reflexión generalizado. En el podio, durante su entierro, dos voces se enfrentan, mientras que abajo las escuchan los anteriores o actuales habitantes de las salas del poder que interactuaron con el estadista muerto. Hablaban Netanyahu y Obama; escuchaban impertérritos Abbas -jefe de la nación palestina, enfrentada a Israel-, los ingleses, los presidentes de Francia y México, los reyes, los ministros, los legisladores y jueces de Corte de diversos continentes.
Netanyahu, primer ministro de Israel, defendía la seguridad militar por sobre todo, como lo había hecho tiempo atrás, al trasluz de una chimenea, frente al anciano homenajeado. Sostenía que no habría paz sin seguridad, mientras que Peres opinaba que no habría seguridad sin paz. Obama defendía los ideales de quien yacía en el cajón, que no eran otros que los ideales de la esperanza en la capacidad del ser humano de vivir y de hacerlo en paz, conviviendo. Uno, aun con cariño y cierta devoción, calificaba a Peres de "naíf". Otros, en otros discursos, lo definían como una persona que respetaba mucho la realidad, pero se mantenía imperturbable en su voluntad de cambiarla. Lo recordaban como el soñador y buscador de la paz, pero también como el creador del proyecto nuclear israelí; como el militante del diálogo, pero también como el audaz responsable de la operación militar de rescate de sus compatriotas secuestrados en el aeropuerto africano de Entebbe.
Curiosamente -o tal vez no-, en esa operación murió Jonathan, "Yoni", el hermano del primer ministro israelí.
Peres, como Juan Pablo II, creía en la superioridad de la bondad en la condición humana. Creía en el poder mayor y más duradero de aquellos que desean por sobre todo convivir en paz y construyen esa paz en sus corazones. Obama precisó que lo de Peres no eran las irrealidades de un mero idealista, pues se trataba de una persona que había tocado la crueldad absoluta, como cuando los nazis quemaron a su abuelo en una sinagoga de Bielorrusia. Con su elegancia conocida, el presidente norteamericano mencionó que ese contacto con el mal no había endurecido su corazón. Y seguramente por eso Peres concretó la paz con la guerrilla palestina de Arafat, junto con Rabin, asesinado tal vez por aquella decisión.
Como diría el Papa -y la enseñanza nos sirve también a nosotros-, hay que darles una oportunidad al respeto, a la dignidad de todos; hay que construir un espacio para la paz y la concordia, que quiere decir poner los corazones en común, como diálogo quiere decir poner las razones en común. De nuevo fue Obama quien agregó: "Nuestras naciones no se edificaron con aquellos que se enfrentaban por el pasado ni con aquellos que le temían al presente, sino con los que tuvieron una visión de esperanza y la llevaron a cabo".
La noche pacífica de Jerusalén ignora si los hombres la aterrarán a cañonazos. Nos dice que por encima de eso hay una armonía superior, que hay una enorme oportunidad para la paz en los corazones de quienes quieran convivir en paz y estén dispuestos a no ser arrasados por los bárbaros de los instintos bajos y primitivos. Suenan sirenas. En sus tumbas descansan los patriarcas de las tres religiones entrelazadas, la judía, la cristiana y la musulmana, cubiertos por la tierra santa.
Presidente provisional del Senado de la Nación