El poder sindical, entre el silencio y la dedocracia
El dólar llegó casi a besar los 500. El país con una pobreza nunca vista. Literalmente hablando, nunca vista. Jamás hubo tantos pobres. Nos hemos deteriorado a una velocidad muy difícil de explicar. No es tan fácil romper un país en tan poco tiempo, pero lo hicimos. Campeones del mundo en eso también.
Pero en medio de la miseria del conurbano, en medio de la violencia creciente y del narco tomando territorio hay un silencio que es ensordecedor. El de esos mismos que si en la próxima elección gana cualquier oposición se despertarán de su siesta aletargada y se pondrán a trabajar. A trabajar es un decir, se pondrán a impedir, a parar, a imposibilitar la libre circulación, a mediatizar la más mínima decisión. “Ganar la calle”, todo un eufemismo, así le llaman a eso que hacen impidiendo que otros produzcan e intenten hacer prosperar al país.
Volveremos a escuchar insultos hacia el FMI, así como el rechazo a pagarle. Y nos recordarán lo siniestro del capitalismo. Ciegos hoy, abrirán sus ojos mañana y nos gritarán que los pobres no aguantan más. Hoy sí. Hoy aguantan.
El sindicalismo en sí puede ser muy útil para una sociedad, pero en este país es parte del problema. Ellos son los que impiden gobernar a cualquier otro color que no sea peronista.
Ellos deciden a quién se le hace imposible la cotidianeidad de ejercer el poder. Son los dueños del palo porque no tienen la menor idea de cómo hacer andar la rueda. Están instalados en el poder, encorsetados a sus cargos. Se reeligen con una elegancia maravillosa. La dedocracia sindical. Ellos mantienen su poder, pero se lo sacan a quien no sea peronista o de izquierda.
Esto lo hacen con la connivencia del peronismo que, cuando es oposición, es aliado carnal de estos comportamientos mafiosos de apriete y daño.
La sociedad ha naturalizado esta actuación, tan es así que a cualquier candidato del centro o derecha los periodistas le preguntan: “¿Y cómo va a hacer para gobernar la calle?”.
La pregunta sobre cómo gobernar la calle es una pregunta que no existe en el Uruguay o en Brasil, donde los sindicatos son relevantes pero no visiblemente extorsivos. Esta es una pregunta muy argentina, es la pregunta previendo el horror.
Todos presuponemos que estos sujetos lo van a impedir todo, no sin hacer sus alianzas con sectores oscuros de la izquierda que se tapan la cara, usan palos y rompen la ciudad contra toda ley.
Ante la pobreza, la inflación, los sucesos de desgobierno que estamos viviendo y delante de un presidente que ni tiene poder ni es ejecutivo, el sindicalismo enmudece. En estas condiciones, ya le hubiera hecho varios paros a cualquier oposición. Pero no. Están agazapados. Dormiditos.
El 10 de diciembre, despertarán.