Intimidades del regreso de Gaby Sabatini a Roland Garros
PARIS.- En un ambiente tan competitivo como es el del deporte, y en especial dentro del tenis, muy pocas son las figuras que reciben los elogios de manera tan unánime, libre de discusiones y polémicas. Gabriela Sabatini salta por encima de cualquier grieta. Es una de esas estrellas que, sonrisa mediante, parecen llenar de color el sendero que recorren. La gran Gaby pasó por París esta semana. Y no, no podía ser todo igual. “Cuando entró a jugar, salió el sol”, dijo alguno sobre su regreso breve a los courts, después de varios días de cielo gris sobre la Ciudad Luz. Exagerado. O no tanto.
Sabatini jugó en París entre 1984, año en el que ganó el torneo junior cuando apenas tenía 14 años recién cumplidos, y 1995, la temporada previa a su retiro, con apenas 25. Después vino muchas veces en plan turista, pero sin nada de anuncios. Desde su retiro, hace ya casi 26 años –se cumplirán en octubre próximo-, Gaby se sometió a un bajo perfil inquebrantable. Le encanta viajar, pasear, caminar, conocer lugares, recorrer, adentrarse en la cultura de los lugares que visita. Ciudadana de mundo, no es de quedarse quieta, y suele dividir cada temporada entre Buenos Aires, Zurich y Miami.
A Roland Garros regresó después de tres años. En 2019, la Federación Internacional de Tenis (ITF) le otorgó el Premio Philippe Chatrier, una de las distinciones más importantes del mundo de las raquetas, dedicada a personalidades que se convirtieron en fuentes de inspiración por lo que le brindaron al deporte. Aquel homenaje, y el ingreso en el Salón de la Fama del Tenis, una ceremonia que se hizo en 2006 en Newport, son algunos de esos momentos en los que el tenis le retribuyó parte de todo lo que ella le dio a este deporte.
Dentro de la cancha, volvió a sentirse jugadora. Con todo lo que eso implica: dudas, temores, las buenas sensaciones ante los aciertos. Ya no con las ansias competitivas de otros tiempos, claro, pero queriendo dar el máximo esfuerzo y hacer lo mejor posible. Pudo abrazarse y charlar con muchas excompañeras –y rivales- del circuito que hacía mucho que no veía, como Lindsay Davenport, Mary Joe Fernandez, Nathalie Tauziat y Mary Pierce. El universo de las leyendas es amplio: con Tatiana Golovin no había llegado a compartir un court, ya que la francesa tenía apenas 8 años cuando Gaby colgó la raqueta. Ayer, durante la ceremonia de entrega de premios, la italiana Francesca Schiavone le contó que, de pequeña, tenía el poster de Gaby en su habitación. Más claro: nacida en 1980, Schiavone, campeona de Roland Garros en 2010, tenía 8 o 9 años cuando la argentina se lucía en el circuito, y en especial en el Abierto de Roma, en el Foro Itálico, donde Gaby era idolatrada como si fuera una jugadora local.
Con Dulko empezaron a encontrarse con frecuencia después de que Gisela se divorció. La exnúmero 1 del mundo en dobles aceptó dar un par de clínicas de tenis y exhibiciones, y volvió a tomar la raqueta. Con Gaby jugaron un partido de padel, y la foto de ese encuentro, en enero, llegó a las redes sociales. Una de las que vio esa imagen en el Instagram fue otra exjugadora, la francesa Nathalie Dechy, que tiene a cargo parte de la producción y realización del torneo que reúne a las leyendas del tenis en Roland Garros. Ella tuvo la idea de invitarlas, y se lo comunicó a Dulko, que cumplió con la función más difícil: convencer a Sabatini de volver a jugar. En París, en Roland Garros y por unos días. Gaby aceptó. Y empezó a entrenarse. No había problemas en la parte física. Suele pedalear horas, puede recorrer decenas de kilómetros con su bicicleta, y tiene una figura de modelo. Pero para el tenis hacía falta recuperar golpes, timing, sensaciones. Todo en tres meses. Y Sabatini, cuando colgó la raqueta, tomó esa frase al pie de la letra: en 26 años, sobran los dedos de una mano para contar las exhibiciones que jugó.
En París, fue homenajeada por el embajador argentino Leonardo Costantino en una recepción que contó con la presencia de Carlos Bianchi. Apasionada por el café, hace años que se convirtió en una sommelier de esa infusión. Visitó algunas tiendas especializadas que le recomendó el rugbier Nico Sánchez, como el Partisan Café Artisanal. Y el café El Sur, en el boulevard Saint-Germain. En la noche del viernes, disfrutaron la cena de los campeones en el restaurante Fouquet, en Champs Élysées. El encuentro de leyendas incluyó un pequeño recital con una banda que contó con un guitarrista muy especial: John McEnroe. El exnúmero 1 del mundo incursionó mucho tiempo en el ambiente de la música, y en las redes se hizo viral un video en el que se ve a Gaby cantando “Satisfaction”, el megaclásico de los Rolling Stones, junto a Mary Pierce e Iva Majoli, otras campeonas del abierto francés. Sabatini puede entonar un himno del rock and roll y le queda bárbaro. El sábado, con Dulko, jugaron la final del torneo y solo les faltó un punto para consagrarse campeonas. No importó. Muchos, por TV, la vieron jugar por primera vez, un cuarto de siglo después de su adiós. Otros la disfrutaron como los buenos vinos añejos. Difícil imaginar una combinación con más glamour que París y Gabriela Sabatini.