Qué será del PAMI
Seguir así, pasarlo a las provincias, volver todo a las obras sociales originarias, ajustar, fusionarlo en un sistema nacional de salud… ¿qué hacer con el PAMI? Todo dependerá de la meta. Digamos que cumplidos 60 años el argentino vivirá en promedio 21 años más, el chileno 24, el australiano 26, y el japonés 27. La meta entonces sería prolongar la vida saludable del adulto mayor. Y la pregunta será si el PAMI es la herramienta adecuada.
El desafío. Los humanos hemos superado nuestra supervivencia natural y demandamos más salud, y organizar estos cuidados es complicado.
Entre los adultos mayores podemos considerar unas 50.000 personas con Alzheimer, 20.000 con ACV, miles de pacientes con enfermedad de Parkinson o fractura de cadera, 250.000 personas con cáncer, 15.000 en diálisis, no menos de 200 infartos diarios, y medio millón de diabéticos. Retos dificilísimos que requieren solidaridad, organización, y recursos, hoy equivalentes al 1,5% del PBI. La mayoría de las provincias no está a la altura del desafío, toda vez que llevan décadas sin poder resolver cuestiones básicas como la mortalidad infantil, o la atención aguda del infarto. Otro tanto ocurre con la mitad de las obras sociales, hoy técnicamente desfinanciadas.
La gestión moderna de salud recomienda grandes plataformas tecnológicas para gestionar este tipo de procesos con eficiencia y escala, todas fuera del alcance de la mayoría de las provincias u obras sociales. Aquí el PAMI ofrece otra enorme ventaja, más allá de sus ineficiencias.
Financiamiento. El déficit fiscal no es argumento para desmantelar al PAMI. Los sistemas de salud más eficaces del mundo son estatales, universales, financiados con impuestos, y centralizados. Pensemos en el sygeforsikring en Dinamarca, la Sécurité Sociale francesa, o el Sistema Nacional de Salud británico o el español. La ejecución se delega en las jurisdicciones, pero son sistemas nacionales, con profusa afluencia de fondos públicos. Causan gasto público y déficit fiscal debido al aumento del costo en salud. El Medicare de Canadá o su homónimo norteamericano también se financian con impuestos y producen déficit fiscal.
El PAMI, en cambio, casi no tiene impacto fiscal. De los casi 100.000 millones de pesos mensuales de presupuesto solo 10% es de origen fiscal (impuesto país y aportes de jefatura de gabinete). El 90% de los recursos del PAMI proviene del salario (2% el empleador y 3% el trabajador), del 5% del ingreso autónomo, y del 3% del haber jubilatorio. Tenemos un esquema de financiamiento ventajoso que afecta al salario disponible, como todo seguro, pero no grava al Estado.
Riesgo y Corrupción. Los seguros implican riesgo. En salud, pocos eventos infrecuentes pueden ocasionar gastos catastróficos para los financiadores. Estos riesgos se vuelven frecuentes en la población mayor de 65 años, que en cualquier país desarrollado concentra 40% del gasto en salud. La única solución pasa por aumentar la base de aportantes, tener poder de negociación de precios, profesionalizar la gestión, e incorporar tecnología avanzada. En la Argentina, además del PAMI no hay capacidad para asumir este desafío. El 75% de las obras sociales no puede financiar prestaciones básicas y posee gestiones primitivas; a su vez en la mayoría de las provincias persisten bajos niveles de prestación, entre otros inconvenientes. Agregarles las necesidades sanitarias del PAMI haría zozobrar a cualquiera.
La corrupción en PAMI es alta, tanto como sus ineficiencias. Pero resulta contraintuitivo pensar que ciertas obras sociales, cuestionadas por iguales problemas, o provincias que aún cobran tasas “solo en efectivo”, entre otras distorsiones por el estilo, van a superar las potencialidades que ofrece un sistema de facturación y auditoría de alcance nacional, totalmente informatizado, y un diseño institucional apto para innovar en políticas para la tercera edad, como es el caso del PAMI.
Solidaridad eficiente. Finalmente tenemos los valores. Todos seremos viejos y necesitaremos ayuda. El PAMI institucionaliza esta solidaridad esencial a la vida común. El desafío es pensar solidaridad eficiente con decisiones basadas en la ciencia e innovación tecnológica, para que alcancemos niveles de salud de países desarrollados. Pensando en qué será del PAMI, la decisión habla de nuestra claridad de metas. Para la salud la meta es clara: vidas más largas y saludables, con equidad. El PAMI tiene mucho que ofrecer.
Médico, extitular del PAMI