Era como una imagen extraída de un sueño. En medio de la monotonía infinita del lecho marino, irrumpió de repente un objeto de construcción humana. Borrosa al principio, nítida después, la aguja en el pajar que durante dos meses había buscado la tripulación del Seabed Constructor se veía en tamaño gigante en la pantalla del centro de comando del buque.
Lo primero que apareció fue un tubo de alta presión, después se distinguieron otras piezas inconfundibles -la hélice, chapas, amarras- y finalmente, el casco resistente desde la popa a la proa, en una sola pieza, deformado, colapsado e implosionado. Los restos del ARA San Juan yacían desperdigados a 907 metros de profundidad, 600 kilómetros al este de la costa patagónica.
La Argentina entera olvidó por un rato las divisiones políticas y amaneció unida por un shock de emociones el sábado 17 de noviembre. Un año después de la desaparición, el hallazgo del submarino militar permitió al fin afrontar el duelo por los 44 tripulantes. Las tres fotos que se difundieron retrataron la magnitud de una tragedia de la que se tenía certeza pero que hasta entonces solo podía ser imaginada.
Los familiares, quebrados por el dolor, consiguieron un respiro en su angustia. Pelearon para que una búsqueda que algunos tildaban de cara e imposible se ejecutara. Y volvieron a pelear para que se extendiera cuando los expertos contratados por el gobierno de Mauricio Macri habían resuelto poner un freno después de dos meses de intentos infructuosos.
El conmovedor descubrimiento del ARA San Juan facilita ahora la condición esencial para procesar la pérdida irreparable de vidas: saber qué pasó. La Justicia tiene ahora un cuerpo de evidencias fundamental para completar la misión de revelar los misterios sobre la catástrofe. ¿Hubo mala praxis en las reparaciones del submarino? ¿Estaba en condiciones de navegar y, en caso contrario, quién fue el responsable de no advertirlo? ¿Por qué se le ordenó al capitán que siguiera el rumbo a Mar del Plata cuando reportó una avería horas antes de perder todo contacto? Una vez declarada la emergencia, ¿se reaccionó como era debido?, ¿por qué se desconocieron alertas internacionales sobre el lugar donde podía estar -y estaba- el buque después de la implosión?, ¿cuánto entorpecieron el operativo de búsqueda las disputas internas de la Armada?
Dar respuestas claras, documentadas e irrefutables será el único homenaje verdadero a los 44 héroes del ARA San Juan.
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