Ocurrió en los comicios legislativos de 2009, tras la “guerra gaucha” de 2008; la caída de Néstor Kirchner impactó al peronismo, pero el efecto se desvaneció
En momentos en que la irrupción de Javier Milei amenaza con eclipsar a las dos grandes coaliciones que se repartieron el poder en los últimos años, la dirigencia política desempolva el archivo de una elección que provocó un cimbronazo al kirchnerismo, a tal punto de asestarle la única derrota de su vida a Néstor Kirchner en las urnas, pero en la que el vencedor se convirtió en algo parecido a una “estrella de una sola elección”. Ocurrió en los comicios legislativos de 2009 y la figura de entonces fue Francisco de Narváez.
El “Colorado”, como apodan al poderoso empresario que aún hoy, retirado de la actividad política, se reivindica como peronista, encarnó en la primera elección post “guerra gaucha” de 2008 el malestar que sentía buena parte de la sociedad con la radicalización del kirchnerismo, que había puesto en marcha un ambicioso plan de sucesión presidencial alternada entre Néstor y Cristina Kirchner con el objetivo de permanecer 20 años en la Casa Rosada. Pero aquel 2009, 14 años atrás, sufriría su primer traspié y las consecuencias dejarían huellas.
De hecho, una vez superada la rabia que se apoderó de él aquella noche del 25 de junio de 2009, cuando hizo estallar un vaso de whisky sobre la pared de la suite presidencial del hotel Intercontinental porteño, donde había montado su bunker el Frente para la Victoria, Néstor Kirchner imaginó una reforma electoral que alumbró, desde 2011, la instauración de las PASO y la publicidad de los candidatos financiada por el Estado. Pero antes, Néstor Kirchner renunció a la presidencia del PJ e inició una cacería de intendentes infieles en el conurbano.
Junto a Kirchner también cayeron derrotados aquella noche otros candidatos de peso, como Daniel Scioli -entonces gobernador de Buenos Aires- y Sergio Massa, que había reemplazado al actual presidente Alberto Fernández en la jefatura de gabinete de Cristina Kirchner en medio del conflicto con el campo en 2008. Los tres se postulaban para diputados nacionales pero eran, en rigor, candidatos testimoniales. Esto es, no planeaban asumir una banca en el Congreso, sino solo atestiguar su compromiso con el Frente para la Victoria.
En la vereda de enfrente, si bien De Narváez estaba haciendo recién su segunda elección -en 2007 había sacado el 14% de los votos para gobernador, compitiendo con boleta corta-, el “Colorado” fue apuntalado por Felipe Solá, que se había distanciado del kirchnerismo, y por el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri, quien le puso el cuerpo a la campaña en territorio bonaerense en la búsqueda de convertirse en el referente de una alianza antikirchnerista. En la Ciudad, la candidata del “foro anti K” fue la exvicejefa Gabriela Michetti.
La campaña de De Narváez fue una de las primeras que se hizo en un formato profesional. El búnker fue montado en el barrio porteño de Las Cañitas, sobre la calle Báez 265, donde además del candidato tallaban Gustavo Ferrari -que al igual que De Narváez había llegado de la actividad privada- y Mariano Mohadeb. El primero era el jefe de campaña y el segundo el vocero. Ambos terminaron años más tarde como funcionarios de confianza de María Eugenia Vidal en la gobernación bonaerense entre 2015 y 2019.
“La única manera de ganarle a Kirchner era con una cruzada donde la gente se sintiera parte de la campaña”, recuerda uno de los responsables del equipo de Unión Pro, la fuerza derivada de la alianza de Unión Celeste y Blanco (De Narváez) con el partido de Macri, que luego se convertiría en la columna vertebral de Cambiemos y finalmente de Juntos por el Cambio. “Estuvimos un año entero trabajando en la instalación cara-nombre”, agrega. Repartieron miles de folletos en la costa y pagaron zócalos en los partidos de fútbol por TV.
Pero el aventón definitivo para el candidato opositor llegó en mayo de 2009, cuando Marcelo Tinelli montó una parodia política bajo el nombre de Gran Cuñado, en el que el personaje de “Francisco” fue encarnado por Roberto Peña. El humorista popularizó la expresión “alica, alicate”, con la que parodiaba a De Narváez, por su forma coucheada de hacer declaraciones. La sátira pegó tanto en el electorado que se repetía en conversaciones informales, tal como ahora prendió popularmente el “fuera” de Milei en su plan de recorte del Estado.
Máximo Kirchner apeló días atrás al recuerdo de aquella campaña de 2009 para tratar de situar el efecto de la victoria electoral de La Libertad Avanza. “A mi no me sorprende Milei. A Néstor le tocó perder una elección con De Narváez. Se había ido con 70% de imagen positiva del gobierno, había cancelado la deuda con el FMI y vino De Narváez, un empresario argentino, un emprendedor, y le ganó una elección. Una elección donde se debatía entre alguien que decía alica alicate y un tipo que había administrado el Estado”, sostuvo el jefe camporista.
Claro que Máximo Kirchner no incluyó en su análisis el impacto negativo que había tenido para el Frente para la Victoria la derrota legislativa y callejera por las retenciones a las exportaciones agropecuarias, un conflicto que por primera vez lo puso contra las cuerdas desde su desembarco en el poder en 2003. A tal punto, que los estrategas de De Narváez consideraron un hito de la campaña la reunión -con foto incluida- con Julio Cobos, quien atravesaba por un período de alta popularidad tras su “voto no positivo” en el Senado.
La elección legislativa de 2009 fue, en los hechos, la primera en la que se verificó el peso político del campo tras el enfrentamiento con el kirchnerismo. En la provincia de Buenos Aires se dibujó un mapa electoral muy similar al que sigue predominando en la actualidad: los distritos del interior, más ligados a la producción agropecuaria, fueron refractarios al kirchnerismo, que no obstante hizo pie en el conurbano, donde sus gobiernos volcaron recursos financiados, entre otros impuestos, por las retenciones a las exportaciones.
La presencia de Felipe Solá en la boleta de De Narváez se debió, en buena medida, a ese enfrentamiento del kirchnerismo con el campo. El acuerdo original entre “el Colorado”, Macri y Solá consistía en que el exgobernador bonaerense sería candidato a presidir la Cámara de Diputados en caso de que la oposición avanzara unificada, algo que estuvo a punto de concretarse con el denominado Grupo A. Pero tiempo después, Solá declaró su “arrepentimiento” de aquella alianza electoral con De Narváez y Macri.
“Kirchner nunca había perdido una elección y controlaba todos los resortes del poder, pero usamos la fuerza que tenía en su contra, como en el judo”, reflexionó uno de los referentes de la campaña de De Narváez. Por caso, utilizaron una operación montada por los servicios de inteligencia -en la que se vinculaba al candidato con el “rey de la efedrina”, Mario Segovia- para autodenunciarse y demostrar que la denuncia era falsa. Esa decisión fue adoptada en un “comité de crisis” que funcionaba en el bunker de la calle Báez.
Otro ejemplo de esa estrategia ocurrió en el cierre de campaña. “Néstor había convocado a un acto masivo en un estadio y nosotros sabíamos que no podíamos empardar esa convocatoria. Armamos una caminata por La Matanza, que fue un éxito porque la gente se acercaba a Francisco espontáneamente”, recordó la fuente consultada por Secretos de campaña. De Narváez apeló a todo tipo de eslóganes: “Hay alguien nuevo en la política, vos”; “Tengo un plan”; “Que no nos roben los votos”; y “Votemos todos al mismo, así gana el cambio”.
La lista de De Narváez sacó el 34,58 por ciento de los votos, contra 32,11% de la nómina de Kirchner. “Las sociedades eligen en un momento determinado para canalizar lo que está pasando y usan para ello a un personaje que reúne las características que demandan”, analizó un miembro de la campaña del “Colorado”, haciendo una comparación con lo que sucede actualmente con Javier Milei. En el subtexto se entiende que el libertario podría no sostener la expectativa que despertó en las PASO.
Al igual que Milei, De Narváez venía de hacer una buena elección distrital en 2007 -como el líder de La Libertad Avanza la hizo en 2021 en la ciudad de Buenos Aires- y dos años después irrumpió en la escena política nacional con la victoria sobre Kirchner, nada menos. Pero su estrella política comenzó a apagarse desde 2011, cuando estaba listo para dar el salto a la gobernación. “Contra un muerto no se puede ganar”, explicó el colaborador del “Colorado”, en referencia a la vuelta de campana que provocó el deceso de Kirchner en 2010.
De Narváez volvió a intentar en 2013, cuando perdió contra Sergio Massa en la Provincia, y finalmente en 2015, cuando fue el candidato a gobernador del tigrense, que competía por la Presidencia. Esa vez terminó apoyando a Daniel Scioli en el ballottage contra Mauricio Macri, quien había sido su socio original en 2009. El “Colorado” sigue siendo un hombre con inquietudes políticas, pese a que desde hace años se dedica enteramente a sus negocios. Y a que, por eso mismo, pasa la mayor parte de su tiempo afuera del país.
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