La palabra de Dios en el piquete de los cien días

RIO PRIMERO, Córdoba (De un enviado especial).- Después de varios días de protesta, una muerte en el pueblo aportó una cuota extra de dramatismo a la tensión que ya se vivía en la ruta. Con su cuerpo menudo, él avanzó directo hacia el centro del piquete, seguido por una familia que llevaba un ataúd sobre los hombros. Después de algunas negociaciones, la peregrinación pudo seguir su camino al cementerio.

"Esa noche me tuve que enfrentar con los camioneros, que un tiempo atrás no habían dejado pasar a un muerto", recuerda Hugo Cisterna, el cura de esta ciudad, en la puerta de su parroquia. Es uno de los centros de reunión más concurridos del pueblo.

Aquel día en que ofició de intermediario no era el primero en que el religioso cobraba protagonismo en el corte de ruta que enfrentaba a productores rurales y camioneros. En el momento más caliente del piquete, que se extendió durante tres meses en el otoño de 2008, Cisterna volvió antes de lo previsto de un encuentro sacerdotal y encabezó una misa en el cruce de las rutas 10 y 19. Ante más de 200 personas que participaban de la protesta, criticó al Gobierno, pero pidió a los productores que flexibilizaran la medida.

"Tenía miedo de que hubiera muertes, pero a veces no hay otra forma de ser escuchado que cortar una ruta", evalúa hoy Cisterna, que llegó a este pueblo en 2007, con sólo 31 años. Venía de una iglesia de la capital provincial, donde había trabajado con jóvenes que robaban y consumían drogas. "El sentir de los productores llegó a ser el sentir mío", cuenta, con voz suave pero firme.

Aún lleva una casulla y una estola, prendas litúrgicas de color rojo con las que acaba de encabezar una ceremonia de confirmación de 20 adultos del pueblo. A ellos les aseguró que "el Señor les paga a todos los que trabajan, pero no a los vagos". Esa distinción parece ser casi una obsesión para el cura y un nuevo motivo de discusión con el gobierno nacional. No se refiere a los dueños de campos que viven de rentas, sino a los beneficiarios de políticas asistenciales. "Con estos planes que no tienen contraprestación se está perdiendo la cultura del trabajo", sostiene.