Las ventajas del arbitraje
Desde un complejo problema en el Eurotúnel, o una exportación en el Mercosur hasta una sencilla rendición de cuentas, o un diferendo en una construcción pueden resolverse mediante arbitraje.
Este mes nuestra justicia ha vuelto a funcionar y comienza el año judicial. Es de imaginar la sensación del magistrado que vuelve de las vacaciones a su escritorio cubierto de expedientes. Hay que promover el arbitraje no sólo para filtrar los juicios, sino también para resolver asuntos que esperan una solución de la Justicia.
Existen experiencias en este sentido, pues la congestión de los tribunales es un fenómeno mundial. En los EE.UU. se instaló el concepto de los tribunales de múltiples puertas que, como salas de primeros auxilios, revisan los conflictos para derivarlos al sistema más conveniente según su naturaleza: mediación, conciliación, negociación, perito o a arbitraje.
Sus orígenes se remontan a la antigüedad -Aristóteles lo aconsejaba- y desde la Edad Media es tradicional entre comerciantes y empresarios. Nuestro Código de Comercio de 1889 lo imponía para los conflictos societarios. Los hombres de negocios lo prefieren a recurrir a la justicia formal, por la rapidez y el costo, por la privacidad y porque intervienen especialistas, lo que asegura la más rápida comprensión y correcta solución. Por ello se ha dicho que es como un traje a medida.
Hoy se acepta que sirve para muchas clases de conflictos, y no solamente los del mundo de los negocios. Pese a sus ventajas, en la Argentina no terminaba de arraigar por razones que en su momento resumí. Pero en la última década está creciendo por la acción de centros como Carat, Fores o las bolsas de comercio y los colegios de abogados, que lo alientan como una buena solución y como un alivio para la Justicia.
En algunos casos, el tribunal arbitral interviene porque las partes del conflicto se ponen de acuerdo para sometérselo, pero más común es que surja de una cláusula contractual. A su vez, puede organizarse un tribunal especial para el asunto, con uno o tres árbitros, o recurrirse a alguno de los tribunales establecidos, como el de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
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Los laudos deben cumplirse como una sentencia judicial. Por ello se dice que el arbitraje es voluntario por su origen pero obligatorio por su resultado.
Sin perjuicio de otras soluciones que necesita la Justicia, el arbitraje debe difundirse para cumplir con ella, que -junto con la seguridad- es la misión más elevada del Estado moderno, que a su vez debe apoyar todas las acciones que complementan el sistema formal. Muy importante también es la ayuda que brinden los tribunales, que deben percibir el arbitraje como un colaborador y no un competidor. Una experiencia interesante y pionera la desarrolla el tribunal del Colegio de Abogados de Mar del Plata gracias al decidido apoyo que le dio la justicia local, prestándole su imperio para medidas cautelares, producir la prueba y ejecutar los laudos.
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