Una provincia signada por los gobernadores menos esperados
RÍO NEGRO.- La victoria contundente que el oficialismo logró ayer en Río Negro afianza a esta provincia como aquella de los "gobernadores inesperados". Aunque en circunstancias muy distintas, por segunda vez en menos de siete años un vice o un candidato a vice debió reemplazar a su compañero de fórmula y se encontró de repente con la máxima responsabilidad de gobierno.
Le pasó a Alberto Weretilneck cuando empezaba 2012, tras el asesinato de Carlos Soria, y a Arabela Carreras hace 15 días, cuando la Corte Suprema decidió que Weretilneck no podía aspirar a un tercer mandato como gobernador.
Carreras no era legalmente su sucesora, sí su compañera de fórmula, porque no había pasado aún la elección, pero Weretilneck la eligió de todos modos para que ocupara su lugar.La transición entre Soria y Weretilneck fue traumática. No solo porque derivó de un asesinato intrafamiliar, sino también porque Soria era kirchnerista y Weretilneck, del Frente Grande.
El reacomodamiento político de aquella administración llevó meses. El traspaso entre el actual gobernador y Carreras, el 10 de diciembre próximo, será pura continuidad. A tal punto que uno de los interrogantes que deberá responder la gobernadora electa es en qué medida será autónoma de su jefe político.
Carreras se pasó buena parte de su brevísima campaña haciendo equilibrio entre el "sigamos creciendo", que la emparienta directamente con Weretilneck y su gestión, y negando que el gobernador vaya a ser el "poder en las sombras" en los próximos cuatro años. La exministra de Cultura, Turismo y Deportes tendrá que demostrar que no le aplica la fórmula "Carreras al gobierno, Weretilneck al poder".
Por otro lado, ayer Carreras retuvo casi la totalidad de los votos que las encuestas le auguraban a Weretilneck. Incluso superaba, al cierre de esta edición, la marca de su jefe en 2015, cuando se quedó con la gobernación con el 52 por ciento de los votos. Segundo, con 33 puntos, quedó el senador Miguel Ángel Pichetto, que era entonces el candidato del Frente para la Victoria.
La experiencia rionegrina revive uno de los interrogantes que envuelven al kirchnerismo. Si Cristina Kirchner decidiera no competir en octubre y ungiera a alguno de los dirigentes que ya se lanzaron, ¿qué porcentaje de la intención de voto que hoy le adjudican las encuestas sería transferido al elegido?
Lo ocurrido en Río Negro no es un espejo ni mucho menos. Simplemente un caso testigo en un año que estará plagado de escenarios provinciales que proyectarán sus resultados sobre la contienda nacional.
En esa línea, ¿en qué medida se leerá el segundo puesto de Martín Soria como una derrota de Cristina? El resultado de Río Negro es similar al de Neuquén: ganó el oficialismo, encarnado por una fuerza provincial aliada a la Casa Rosada; el Frente para la Victoria quedó segundo, y el candidato de Cambiemos, en este caso la radical Lorena Matzen, terminó tercero, lejos. Pero con una diferencia sustancial: Soria, intendente de General Roca, se proclama peronista y niega a rajatabla ser kirchnerista o representar a Cristina en su provincia.
De hecho, la expresidenta no le dedicó ningún gesto de apoyo durante la campaña, cosa que sí hizo con el candidato neuquino, Mario Rioseco. Como sea, el Gobierno no perderá la oportunidad de sumarle una caída a Cristina. Aunque no lo sea. Y aunque la propia caída haya sido mucho más estrepitosa.
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