El jazmín del Paraguay

Pocos arbustos son tan fáciles de cultivar y producen tan be-lla floración, de manera que no hay excusa para no tenerlo en el jar-dín. Con estudiadas podas después de su floración se puede limitar su desarrollo y hacer que su tamaño se adapte al espacio disponible.

Su nombre botánico es Brunfelsia pau-ciflora y alude a un botánico médico alemán llamado Brunfeld. Su nombre común –jazmín del Paraguay– es más explicativo, ya que alude a su país de origen desde donde se dispersó, con fácil adaptación en regiones de clima cálido o templado.

Pertenece a la familia de las solanáceas con miembros tan diferentes como las papas, las petunias, el palán-palán, el floripón o el tabaco. Pero, sin duda, con similitudes en su aparato reproductor que evidencia ese parentesco. En algunas descripciones se lo menciona como de la familia de las petuniáceas, pero aun así en su for-ma arbustiva y su floración no eviden-cia parentesco con otras solanáceas, muchas de ellas alimenticias como el tomate y el ají, y algunas tóxicas.

Tiene ramaje denso por su abundan-te ramificación y follaje permanente, formado por hojas ovaladas y puntiagudas, color verde brillante. Florece desde la primavera hasta el otoño, y es su abundante floración su mayor atractivo. Las flores están agrupadas en racimos paucifloros (ralos) y constan de un tubo que se abre en una corola plana de 2 o 3 cm de diámetro, color azul, que pasa al celeste y termina en blanco, lo que brinda a la planta un aspecto peculiar, con flores de distintos tonos de azul al blanco, florecidas al mismo tiempo, en diferentes partes de la planta, y en gran cantidad. El agradable aroma de sus flores, que es intenso, pero se percibe sin que llegue a molestar, ha dado origen a esencias y perfumes.

Produce frutos carnosos de 1,5 cm de diámetro con semillas, pero su forma habitual –fácil– de reproducción es por gajo, pasada su floración. Como los viveros la ofrecen en maceta, se la puede adquirir y plantar todo el año, en sustrato suelto. Si es en maceta, efectuar riegos que impidan que la tierra se compacte; una capa de hojarasca u otro mantillo ayudará a ese propósito. Si está en un jardín al frente, ningún transeúnte dejará de advertir en primavera su grata presencia.