La característica de mantener el calor de los alimentos hizo de la vajilla Rigopal una innovación para su época: la década del 60; luego el diseño se impuso como identidad de las familias argentinas
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Aunque dejaron de fabricarse en la década del 90, así existe el “una que sepamos todos”, seguro que todos tuvimos (o vimos) alguna vez una pieza de Rigopal.
Las líneas suaves y las gamas de colores pastel de la vajilla modelo Rigopal están presentes en la historia de muchas familias argentinas: reflejo de una época signada por el desarrollo de la industria nacional, sobreviven el paso del tiempo, física y afectivamente.
A principios de los años 50, Rigolleau era la fábrica de vidrio más importante del país y parte de ese éxito se basaba en su investigación tecnológica. Así fue como produjeron un vidrio opal templado resistente a las altas temperaturas, que permitía servir café caliente o comida “que pelaba”, toda una novedad para la época.
El apellido Rigolleau, sin embargo, procedía de la industria del papel. Tal así, que al arribar a la Argentina en 1870, León Fourvel Rigolleau abrió una librería y papelería en Chacabuco. La tradición familiar duraría poco, pues visionario, el faltante de vidrio en el mercado llevó al joven francés a emprender en el cristal. Quién diría que para principios de siglo, Cristalerías Rigolleau S.A iba a elaborar treinta mil kilos de vidrio por día.
Fiel al suelo argentino, pronto comenzó a trabajar con materia prima nacional. Frascos, tinteros y botellas para bebidas alcohólicas, representan los inicios del fundador de Rigopal. Que para entonces, solo se dedicaba a la venta mayorista y su máxima aspiración era venderles a los mejores restaurantes del país. Pero el arduo trabajo y la motivación por prosperar dieron sus mayores frutos hacia la década del 30, con la llegada de su tocayo y nieto, León Rigolleau.
El peso del legado familiar no fue un problema para el joven empresario, ya que en sus manos nació lo que puede llamarse la mejor creación de la empresa. Ingenioso y vanguardista, instauró una sección artística para el desarrollo de singulares diseños en vidrio. Antecedente relevante para dar origen a su destacada vajilla color pastel.
Rigopal nació de la conjunción entre el apellido Rigolleau y el material opalina, aquel opal fosfato térmico que tanto caracterizó a su vidrio semi translúcido. Distinguida, brillosa y delicada, la vajilla Rigopal simulaba ser de porcelana. Ideal tanto para el día a día como para una reunión familiar, una tarde de té o un evento. Con garantía escrita, como todo lo de la época, dominó en bazares, casas de regalos y hasta ferreterías.
Pero si Rigopal se convirtió en un suceso fue porque, además de ser resistente y tener buen diseño, se podía comprar a un precio accesible por estar hecha en serie. No es de extrañar, entonces, que fuera el primer juego de vajilla de miles de hogares, entre ellos, los de los operarios de la planta de Berazategui.
El auge de esta marca llegó en los años 60, acompañada de una potente campaña publicitaria en medios gráficos y en grandes puntos de venta, como las tiendas Harrods, Gath & Chaves y el Bazar Dos Mundos. “Mi gusto la elige… ¡Y mi economía la exige!” vitoreaban las publicidades de la época.
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