Construida sobre un elevado terreno volcánico, es una de las joyitas de Umbria; a su espléndido “Duomo” suma las increíbles obras del Pozo de la Cantera, el de San Patricio, y la vista desde la Torre del Moro
La pequeña Orvieto parece surgida del relato de escritor, un lugar encantador, de cuento, con 3.000 años de historia y donde la huella medieval subsiste, como las callejuelas irregulares y sinuosas con adoquines. Una espléndida catedral y una altísima torre buscan el cielo... pero bajo la ciudad hay muestras de que hubo una dinámica vida subterránea.
La diversión y fascinación son inmediatas en la ciudadela, porque para entrar al casco histórico el transporte es un funicular que circula en medio de un túnel de árboles recorriendo 150 m hacia arriba con una pendiente de 28°. Son solo 2 minutos y se desciende en la estación de Plaza Cahen. Otra opción para alcanzar la cima son escaleras mecánicas que en algunos tramos es similar a una cinta transportadora.
Está a mitad de camino entre Roma y Florencia, en la provincia de Terni, erigida sobre un acantilado de toba volcánica marrón y rodeada de una planicie que es un vergel. Los primeros asentamientos se remontan al siglo VII a.C., aunque es casi seguro que estuvo habitada en las edades de Bronce y de Hierro.
Formó parte de los dominios de los etruscos, un pueblo de origen desconocido que se desplegó por el centro de Italia. Se caracterizaron por asentar sus villas autónomas en la cresta de colinas, a menudo amuralladas, dedicándose al comercio y a la navegación. Compartieron la lengua, las costumbres y las creencias… hasta que fueron invadidos por la expansión romana hacia el año 500 a.C., conquistadores que adoptaron parte de sus tradiciones y conocimientos; excepto la libertad de la que gozaban las mujeres etruscas, quienes además desempeñaban las mismas actividades que los hombres.
Dos sitios testimonios admirables de su cultura son las necrópolis del Crucifijo de Toba y la de Cannicella, que se asientan al pie del acantilado y a las que se ingresa con guías. ¿Por qué son evidencia de su estilo de vida? Porque depositaban junto a la tumba cerámicas y objetos funerarios, podría decirse que reproducían las habitaciones de sus casas con elementos cotidianos, vasijas y pinturas con temáticas festivas. Algunas de estas piezas están conservadas en los museos de la ciudad.
En uno de ellos, en el Arqueológico Nacional (en las salas del que fue un palacio papal), ubicado en la plaza central, disponen de un espacio dedicado a dos tumbas con frescos ornamentales que describen el banquete fúnebre del difunto en presencia del inframundo, rodeado de sirvientes abocados a la preparación de alimentos.
Lo increíble de la vida en el subsuelo
Como descubriendo un mundo diferente, los espeleólogos han indagado unas 1.200 cavidades de distintos tiempos y funciones. Se accede a parte de este fabuloso patrimonio acompañado de profesionales turísticos partiendo desde la Plaza de la Catedral. El periplo a explorar muestra trazas históricas que van desde la arcaica ciudad de Velzna, pasando por la Edad Media con cisternas, aljibes y pozos… hasta mínimas aberturas cavadas en la piedra y que servían para criar palomas.
Fantástico es también el Laberinto de Adriano, que forma parte de un museo privado (que se abre al público), fruto de un yacimiento ubicado debajo de una pastelería y restaurante. Alberga una red de túneles y cuevas con tanques y silos donde hay expresiones artísticas etruscas estampadas sobre la toba volcánica.
Dentro del casco urbano, es impresionante el Pozo de la Cantera (Pozzo della Cava), de 36 m de profundidad, al principio de forma circular y de 3,40 m y luego rectangular de 60 x 80 m, excavado entre los siglos V y VI a.C. por los etruscos con herramientas de mano perforando la toba litoide de la que está compuesto el acantilado. Es el más antiguo y a su alrededor hay salas y cuevas.
Hay un segundo pozo extraordinario, un poco más nuevo, el de San Patricio (antes Pozo de la Fortaleza), afectado también a la provisión de agua. Forma parte del intrincado sistema profundo de la localidad. Una descomunal obra hidráulica ordenada por el Papa Clemente VII al reconocido artista y arquitecto renacentista Antonio da Sangallo el Joven, que demostró aquí toda su destreza. El pontífice se había refugiado en Orvieto y quiso garantizar el suministro de agua ante un eventual asedio.
Imponente es su embocadura de 13 m de diámetro, su profundidad de 53 m, con 248 peldaños y que sus paredes contengan 72 grandes ventanas que rodean la escalera caracol que llevan hasta el fondo del pozo, donde una es para descender y otra para subir, lo cual permitía que la gente y sus animales de cría pudieran subir y bajar por diferentes vías.
Un ejemplo más se encuentra dentro de la Iglesia de San Andrés, que tuvo varias reformas a lo largo de los siglos. Su sótano contiene restos antiquísimos de cuatro épocas diferentes, desde la Edad de Bronce, la villanovana (una civilización de la Edad del Hierro) y etrusca y, finalmente, de los tiempos romanos y cristianos.
Un templo bello como una joya
La Catedral (Il Duomo, en italiano) es fantástica, una obra maestra de la arquitectura gótica que se empezó a construir a finales del siglo XIII, después del llamado Milagro de Bolsena: el prodigio de la sangre que salió del pan bendecido durante una misa en la Basílica de Santa Cristina en Bolsena (en la región del Lacio). Dentro de una capilla se conserva como reliquia de ese suceso religioso el corporal (el paño que se coloca sobre el altar durante la eucaristía).
Los colores casi estridentes –junto al dorado– están por todas partes como surgidos de una paleta definitivamente armónica donde la fachada expone una riquísima decoración con esculturas, mosaicos y un gran rosetón central curiosamente encerrado dentro de un cuadrado. Admirable es la escena de la Coronación de Nuestra Señora en la cúspide, entre otras escenas.
Otra cita obligada es conocer la hermosa Torre del Moro en el cruce de tres de las calles clave que dividen los cuatro barrios, donde cada uno tiene sus emblemas identitarios para marcar presencia en las festividades. El origen de su nombre aún es confuso y difieren las conjeturas. Lo relevante es que tiene 50 metros, que se accede a la terraza y que la visión 360° es espectacular.
Entre otras construcciones llamativas está además la Torre de San Mauricio, de 1251, antes llamada torre del reloj, ubicada en una esquina de la plaza de la catedral, con tres campanas de bronce donde la singularidad es que el santo Mauricio agita su martillo para hacerlas sonar.
Dado que en la colina no hay vehículos, el mejor plan es caminar, si no, tomar el Orvieto Gran Tour, un servicio de movilidad con audio-video guía en siete idiomas y comentarios especiales para niños que dura 40 minutos.
En cuanto al entorno, el perímetro del casco se disfruta al recorrer el Anillo del Acantilado, un itinerario de trekking de generosa belleza panorámica, que puede iniciarse desde la Fortaleza Albornoz. Entre las atracciones está la mencionada zona arqueológica de Cannicella con una necrópolis etrusca y restos del antiguo acueducto medieval. Son 5 km con un nivel bajo de dificultad y no hay tramos resbaladizos.