Aunque suele minimizarse en comparación con otras adicciones, el uso excesivo de smartphones, consolas de videojuegos y redes sociales puede volverse patológico; según los expertos, afecta principalmente a jóvenes de entre 14 y 22 años
“Mi adicción comenzó de manera bastante inocente: al principio jugaba a la Play con mis amigos los fines de semana. Además, tenía en mi cuarto una PC con la que jugaba al Fortnite de día. Después, con el dinero de mis ahorros que me fueron dando mis abuelos para mi cumpleaños, me compré una PC gamer. Fue ahí cuando empecé a jugar algunas noches. Después, seguí jugando todas las noches hasta las 5 de la mañana, e incluso llegué a no dormir. En el colegio me empezó a ir mal, me dormía en clase, estaba muy cansado, pero llegaba a casa y dormía la siesta hasta las 20, comía con mi familia y esperaba que se durmieran todos para empezar a jugar. A mi viejo le decía que tenía que entregar trabajos del cole para justificar el uso de la compu. No me di cuenta de cuán intensamente estaba en los videojuegos hasta que empecé perder todo contacto con mi familia, con mi hermana que la amo y con mis amigos de fútbol. Vivía para conectarme y jugar por la noche. Me quedé libre en 5to año por faltas”, cuenta Lucas M. un estudiante de Derecho de 20 años.
La adicción a la tecnología o tecno adicción es un problema mundial y en aumento que se refiere al uso excesivo y descontrolado de dispositivos como smartphones, computadoras y consolas de videojuegos y sus plataformas como las redes sociales y los websites de apuestas, entre otros, hasta interferir con las actividades y responsabilidades diarias. Si bien no hay estadísticas concretas y exhaustivas sobre la incidencia de las tecnoadicciones en Argentina, los expertos consultados informan que los casos están en aumento. De hecho, hoy en día existen centros para rehabilitación como la Fundación Manantiales, e incluso el Hospital General de Agudos Dr. Teodoro Álvarez, en la Ciudad de Buenos Aires, brinda este tipo de tratamiento dentro de su departamento de Salud Mental.
A diferencia de lo que muchos suponen, lo que define una adicción a la tecnología no es la cantidad de horas que alguien pasa conectado. “Una adicción sucede cuando la persona no puede tomar la decisión de desconectarse; cuando no puede cortar aunque lo necesite para ir a trabajar, estudiar o dormir. Por eso debemos estar alertas cuando existe la necesidad continua de estar conectado todo el tiempo y cuando, ante una situación donde no hay conexión como cuando se está en un vuelo, se corta internet o se agota la batería, aparece un marcado estado de malestar y de ansiedad general”, describe el doctor Alberto Trimboli, coordinador del Sector de Adicciones del Hospital Álvarez y ex presidente de la Federación Mundial de Salud Mental.
Por su parte, Pablo Rossi, director de la Fundación Manantiales, menciona que algunas señales de advertencia son un mayor aislamiento social y una disminución de la interacción cara a cara con el resto de la familia, irritabilidad y ansiedad cuando no se tiene acceso a los dispositivos, pérdida de interés en otras responsabilidades o actividades, deterioro en el rendimiento académico o laboral y, el más importante, la aparición del insomnio o trastornos del sueño. “En relación con esto, muchos padres descubren a su hijo subrepticiamente jugando videojuegos o usando la tablet o el celular a altas horas de la madrugada. El problema es que algunos padres suelen justificar y aceptar que su hijo juegue en línea o tenga un uso problemático con la tecnología como un mal menor; prefieren eso a que esté en la calle consumiendo alcohol o drogas. Todos aquellos que lo deseen pueden acceder a una prueba en línea para conocer las señales de alerta”, remata el experto.
“Cuando te das cuenta ya han pasado horas frente a la pantalla, mirando TikTok o Instagram. Yo me pasaba todo el día en las redes”, explica Laura San Martín, una influencer española que, tras realizar un tratamiento, dio de baja todas sus cuentas. “Mi mamá me pedía que dejara el móvil, pero yo le decía que no. Un día, ella me sacó el dispositivo y yo me volví tan loca que le empecé a gritar hasta que vinieron los vecinos”, recuerda en el marco de la serie Young Addictions, producida por Alejandro Roemmers y ya disponible en la plataforma Vix + (Televisa Univision).
En este sentido, el doctor Trimboli explica que los casos están en alza, pero que las consultas se han ido estabilizando porque se naturalizó el uso de las tecnologías. “Además, no todas las consultas terminan confirmándose como adicción a la tecnología”, aclara, y continúa: “Internet potenció los riesgos de exponerse a diferentes adicciones. Lo que veo como un riesgo enorme, es la publicidad creciente de apuestas en red sin regulación. Se puede ver en los partidos de fútbol y diferentes espectáculos deportivos por televisión. Si el Estado no toma medidas, dentro de unos años, eso generará muchos problemas en los jóvenes”.
“En cuanto al perfil de los pacientes, si bien puede afectar a cualquier franja etaria, mayormente se presenta en jóvenes de entre 14 y 22 años. Nuestra experiencia clínica nos muestra que la tecnoadicción es un padecimiento observado por igual para ambos géneros, pero presenta una mayor tendencia en los hombres a desarrollar adicciones relacionadas con los videojuegos y la pornografía en línea, mientras que en las mujeres hay una mayor predisposición a la adicción a las redes sociales. Si bien en la década pasada se daba una mayor prevalencia en clase media y clase media alta, actualmente se da en todas las clases sociales”, suma Pablo Rossi, de Manantiales.
El psiquiatra Enrique De Rosa Alabaster agrega que, dentro de las pacientes, las jóvenes suelen tener un uso abusivo especialmente de Instagram. “También estamos viendo muchos casos de personas de clases sociales bajas, porque Internet en general y las redes sociales en particular son una diversión social baratísima”, acota.
Todos coinciden en que, en líneas generales, se observa con mayor frecuencia la tecnoadicción a Internet en general, y las redes sociales en particular; seguido por la adicción a la pornografía online y a los videojuegos. Mientras que, según el último relevamiento realizado por Unicef y Google en 2020, Argentina es el país de la región donde más temprano se le da un celular a un niño, con 9 años promedio, en el documental Young Addictions se señala al problema bajo el nombre de “pantallismo”. El fenómeno es de tal magnitud que, aseguran, “es raro encontrar un chico que no ha hecho abuso o tenga adicción a las redes sociales o los videojuegos”.
Tratamiento y recuperación
Lucas M. cuenta que sus padres primero lo mandaron a un psicólogo. “No me sirvió de mucho, sentí que era fácil engañarlo y como seguía jugando y jugando, entonces me llevaron a Fundación Manantiales. Ahí me di cuenta de que había tocado fondo.Empecé con grupos y terapia con una psicóloga. También comencé terapia junto a mi familia”.
Laura San Martín, la chica española que eliminó todas sus cuentas de las redes sociales, recuerda: “Yo grababa 20 posteos diarios para TikTok y luego publicaba los dos o tres que más me gustaban. Así empezar a ganar seguidores rápidamente, y descubrí que al ver esto, junto con los likes y los comentarios de otros usuarios me subía la autoestima porque, además, yo aplicaba la opción de ‘embellecer’ para ser rubia, tener los ojos verdes y tener los dientes blancos para parecer la Barbie Malibú”.
Según describen los profesionales, la dopamina es un neurotransmisor que juega un papel en el sistema de recompensa del cerebro, que se libera cuando experimentamos placer. En el caso de la tecnoadicción, el uso repetitivo de la tecnología puede activar los centros de gratificación del cerebro y liberar dopamina, creando una sensación placentera que refuerza el comportamiento adictivo. “De ahí que el tratamiento consista en una detoxificación de dopamina para reducir el trastorno obsesivo del tiempo de exposición y para postergar la respuesta de la dopamina en cuanto a la retribución”, explica de Rosa Alabaster.
Desde Fundación Manantiales comentan que su tratamiento para la tecnoadicción aborda esta problemática con un enfoque integral y multidimensional, que engloba sesiones de terapia individual, grupal y familiar. “En este proceso, el núcleo familiar desempeña un papel crucial porque su apoyo y comprensión son fundamentales en la recuperación del paciente”, explica Rossi y menciona que los pacientes generalmente inician su camino hacia la recuperación con un tratamiento ambulatorio, es decir, no requieren estar internados. Sin embargo, en situaciones donde la adicción ha alcanzado un nivel de gravedad extremo, puede ser necesaria una internación corta no mayor a 30 días que permita un “detox digital” y así interrumpir el ciclo destructivo. “La duración del tratamiento no es estándar, ya que depende del grado de la adicción y de las condiciones personales de cada paciente. No obstante, normalmente puede variar entre 6 a 15 meses en tratamientos ambulatorios”, acota.
El objetivo de los tratamientos es que la persona desarrolle la habilidad para la regulación y manejo saludable de la exposición a la tecnología. Para eso, se trabaja en el desarrollo de destrezas que permitan un manejo responsable y consciente de los dispositivos, así como también en la psicoeducación familiar para el establecimiento de límites que permitan el uso saludable de la tecnología. “Este enfoque puede adaptarse en función de la severidad de la adicción. Así, mientras algunos casos pueden ser abordados eficazmente con terapia ambulatoria, otros pueden requerir de una intervención más importante como un hospital de día o medio día o bien de una internación”, dice Rossi. Y agrega: “En el 90% de los casos el tratamiento es ambulatorio, pero cuando una persona tiene recaídas persistentes, se piensa en la alternativa del hospital de día. Si esto no funciona, se apela a una internación en una granja durante un máximo de 30 días, en un dormitorio aparte, pero junto con personas que padecen ludopatía, drogadependencia y alcoholismo. Es importante aclarar que los casos de internación son muy pocos”.
Sin embargo, ese fue el caso de Lucas. Su proceso de recuperación lo llevó a pasar por un período de “detox digital” y estuvo internado 30 días. “Mi terapeuta y mi grupo me dieron las herramientas necesarias para lograrlo. Ahora, después de 12 meses de tratamiento, voy a la facultad, volví a conectar con mi familia, recuperé a mis amigos de fútbol y hace 2 meses que estoy saliendo con una compañera”, cuenta hoy.
En tanto, Trimboli asegura que el tratamiento en el hospital Álvarez varía según cada caso y, si bien la mayoría de las personas que consultan deben realizar solo una psicoterapia individual, otros también deben tener tratamiento psiquiátrico en forma simultánea.
A diferencia de las adicciones a sustancias donde se recomienda la abstinencia total, en el caso de la tecnoadicción, la recuperación busca promover un uso equilibrado y saludable de la tecnología, ya que esta es una parte integral de nuestra vida moderna. El paciente aprenderá técnicas y estrategias para manejar su tiempo online y su relación con la tecnología. Porque si bien es cada vez más habitual hablar sobre la necesidad de limitar el uso de pantallas, es preciso darle mayor visibilidad a este problema para lograr un impacto colectivo.
El rol de los fabricantes y desarrolladores tecnológicos
De cara a esta problemática en auge, el llamado a la responsabilidad empresaria no se hizo esperar. Así, para hacer frente al problema de la adicción y al excesivo tiempo que los usuarios pasan al día con sus pantallas, son varios los fabricantes que están aplicando la estrategia de incorporar funciones que apelan a la responsabilidad personal del usuario para autolimitarse ante los dispositivos. En concreto, entonces, existen herramientas que notifican cuánto tiempo pasamos ante las pantallas e, incluso, permiten restringir el tiempo en ciertas aplicaciones.
También es posible configurar los smartphones en “no molestar” o “tiempos de enfoque” e incluso se puede configurar Instagram para que nos recuerde tomar descansos.
Por supuesto, la activación de estos recursos es optativa y de hecho es muy sencillo deshabilitarlos... En este sentido, según estudios internacionales, estas herramientas no tienen éxito porque al igual que el “cigarrillo con filtro” y los productos alimenticios de “elección saludable” no están destinados a resolver el problema.
Sucede que si bien se trata de funciones que podrían ser válidas para un usuario promedio, no resultarán efectivas para alguien que tiene un problema de adicción a la tecnología. En otras palabras: cuando alguien ya está atravesando la problemática, esa decisión es prácticamente imposible de tomar.
La paradoja mayor es que, en simultáneo con estas funciones “protectoras”, los desarrolladores de las plataformas realizan diseños cada vez más adictivos como el scroll infinito o los filtros de embellecedores, que lo único que hacen es prolongar, en términos significativos, el tiempo de uso de las pantallas por parte de los usuarios.
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