Sabrina Durán Montero se hizo conocida en las redes sociales en Chile por su doble perfil: el rostro angelical de la web y su pasado como dealer en un barrio de la región metropolitana de Santiago
Había cosechado 454.600 seguidores y más de 10 millones de “me gusta” con sus posteos de chica bien en TikTok, la red de lo instantáneo y fugaz, de la felicidad impostada. Ocho balazos en medio de la calle, a plena luz del día, en la región metropolitana de Santiago de Chile, terminaron con su vida de influencer de la web. Alguien registró la brutal escena –ella en el piso, boca abajo e intentando levantarse o pedir clemencia, hasta que la rematan de cuatro tiros– en un video que le puso al trágico final de Sabrina Durán Montero, “La Ina”, la pátina de lo permanente e inmodificable. El sueño eterno, diría Raymond Chandler.
El impresionante crimen, por estas horas, todavía causa conmoción en Chile. Porque la joven de 24 años que reía, bailaba y cantaba reguetón y promocionaba productos de belleza, que practicaba bailecitos cortos enfundada en ropas caras y maquillaje de artista, era conocida como “la narco reina de TikTok”.
Es que detrás de sus microvideos de alegría impostada se escondía un sórdido pasado: prontuario por robo automotor y posesión de vehículos sustraídos, su detención en 2022 como presunta líder de una banda de dealers en la comuna de Padre Hurtado –incluido su intento de fuga arrojándose de un tercer piso en la Población Las Praderas de Peñaflor– y una condena a tres años de prisión por microtráfico de drogas. Sus posteos diarios se multiplicaron cuando le concedieron la libertad condicional vigilada, hace un par de meses. Pero no todo podía ser felicidad y risas: alguien se la tenía jurada a La Ina. Y este martes 24 de octubre, sicarios enmascarados emboscaron a “la Joaquina” en Alberto Blest Gana y Avenida Primera Transversal, en la región sudoeste del gran Santiago, la hicieron bajar de la camioneta y la acribillaron, ante la mirada atónita de transeúntes y de pasajeros del transporte urbano que pasaban por allí, para escapar en el vehículo y dejarlo abandonado, envuelto en llamas, en la zona de Quilicura, con la misión cumplida.
La morbosa viralización en la web de la imagen de la “narcoinfluencer” en su lecho de muerte en el shockroom del Servicio de Atención Primaria de Urgencia tocó la fibra íntima de las autoridades comunales, que abrieron un sumario administrativo por la captación y filtración de la balacera. “El Municipio ha tomado conocimiento de la captación de imágenes a una paciente al interior del SAPU de Santa Rosa de Chena y su posterior difusión en redes sociales. En razón de aquello, como Municipalidad de Padre Hurtado queremos condenar enérgicamente esta situación y recalcamos enfáticamente que lo sucedido no representa los valores que defiende esta administración”, se informó.
Los Carabineros, por estas horas, tienen una preocupación mayor: el funeral de La Ina. La familia de Sabrina Durán Montero teme un nuevo ataque y las autoridades catalogaron de “riesgo extremo” la ceremonia fúnebre, que se realizará en la comuna Padre Hurtado, la misma en la que se convirtió en la narcoinfluencer. La delegada presidencial regional, Constanza Martínez, anunció un despliegue especial del servicio de Control y Orden Público (COP) para reforzar la seguridad en la zona de Peñaflor, según informó El Mercurio en su portal de noticias. Los aterra la posibilidad de que los sicarios irrumpan a los tiros en la ceremonia. Por eso, se dispusieron vigilancias en los tres hitos de la caravana de sepelio: el Servicio Médico Legal (la morgue), la casa de La Ina –escenario del velatorio– y el cementerio al que será trasladada.
Es que a nadie escapa que la ejecución de Sabrina Durán Montero se trató de un ajuste de cuentas. ¿Quiénes? ¿Por qué? Preguntas que todavía no tienen respuesta para los detectives de la Policía de Investigaciones (PdI) de Chile.
El alcalde de la comuna de Peñaflor, donde La Ina vivía, no ocultó la sensación de “angustia e inquietud” que provoca la posibilidad de que el crimen en Padre Hurtado haya sido la señal de inicio de una saga de venganzas narco. “Lo de ayer genera inquietud en la comunidad, por cuanto se considera que pueden volver este tipo de balaceras, de generar algún tipo de venganza”, afirmó Nibaldo Meza.
Según publicó Emol, el jefe municipal interpretó que la “tranquilidad” en la comuna coincidió con el tiempo que Durán Montero estuvo presa por el comercio minorista de sustancias tóxicas. “Ya se daban por superadas estas situaciones, pero obviamente ahora retorna el temor. Presumimos que lo de ayer tiene su origen en el enfrentamiento entre bandas rivales de narcotráfico”, sostuvo Meza.
“Es una situación que está latente, por lo mismo particularmente yo le he pedido a Carabineros que estemos en constante coordinación y estoy enviando también mensajes al Ministerio del Interior de modo tal de que se tomen algunas medidas preventivas para disminuir o mitigar en parte los efectos que pueda producir esta situación del fallecimiento de esta persona que lideró durante tanto tiempo una banda de narcotraficantes de la comuna Peñaflor”, concluyó el alcalde.
Lo cierto es que, en primera instancia, la policía investiga el hecho como un robo seguido de homicidio. Eso se basa en la primera evidencia. A las 9 del martes, Sabrina Durán Montero fue interceptada por una gavilla de seis integrantes que estaban apostados en una parada en Alberto Blest Gana y Avenida Primera Transversal. Cuando apareció al volante de la camioneta se le cruzaron por delante, la bajaron por la fuerza y le dispararon a quemarropa.
La imagen es brutal: la joven cayó de bruces y dos gatilleros subieron a la SUV de la chica que en TikTok se hacía llamar Juakina Gusman. Ella comenzó a moverse, hasta levantó una mano, como pidiendo ayuda, o, quizás, clemencia. Alguien grababa la secuencia, como si se tratara de una actuación. La camioneta arrancó despacio, eludió a la joven tirada sobre la calzada y parecía que seguía. Pero no: uno de los sicarios descendió por la puerta derecha, rodeó el vehículo y abrió fuego, una, dos, tres veces, y un cuarto tiro terminó la faena criminal.
Los detectives no descartan ninguna motivación. Pero el ajuste de cuentas entre bandas rivales dedicadas al microtráfico en la región metropolitana de la capital chilena es la hipótesis más fuerte.
Se sabe que Sabrina Durán Montero se dirigía desde su casa, en Las Praderas, a un salón de belleza en Padre Hurtado. Iba a hacerse las manos. Según una testigo, le seguían los pasos; incluso le habrían enviado un mensaje en el que le advertían que “donde la encontraran la iban a matar”. Lo hicieron.
Nada se sabe, en cambio, de quienes habrían sido los autores de esa amenaza cumplida, ni de sus motivaciones. Pero la logística empleada por los asesinos descarta por completo que se haya tratado de un simple atraco que terminó a los tiros. Hubo planificación y determinación. Una venganza en toda regla.
Por eso, los detectives ahora indagan en el pasado de La Ina. Sobre todo, en todo lo derivado de su prontuario. La reconstrucción histórica de esos antecedentes hablan de una joven con varios problemas con la ley. Primero, por hurto de automotor y lo que en el código penal chileno se conoce como “receptación de vehículo motorizado” y que no es otra cosa que la tenencia de un coche de origen ilegal, con pleno conocimiento de que lo es.
Pero lo que puso a Sabrina en las noticias fue el operativo que la Brigada Investigadora Criminal (Bicrim) desplegó el año pasado para acabar con las trapisondas de dos bandas que se disputaban el territorio del narcomenudeo. En uno de los procedimientos fueron a buscarla a ella, en Las Praderas. Y La Ina hizo como en las películas: saltó desde un tercer piso para intentar escapar. Por supuesto, la atraparon.
En la redada en la que cayeron ella y otros siete sospechosos se incautaron armas, dinero y drogas de todos los colores. Se acumuló mucha prueba y llegaron las condenas. Sabrina Durán Montero fue sentenciada a tres años y un día de cárcel.
Cumplió la pena en el Centro Penitenciario Femenino de San Miguel. En el encierro conoció el amor. Allí inició una relación con Antonella Marchant, otra reclusa. Las redes sociales fueron la pantalla de las declaraciones románticas que se dedicaron una a otra, para que el mundo –la audiencia virtual, al menos– lo supiera.
Si en la cárcel tenía el nombre que marcaba su documento de identidad, en las redes usaba un alter ego: @katrinagusman, o Juakina Gusman. Eran dos caras de la misma moneda: la traficante de la vida real que en la virtualidad aparecía como un ángel que cantaba, bailaba y ponderaba cosméticos y artículos de belleza. “Llamaba mucho la atención porque era la Narco Reina, una chica mala, pero que su apariencia y su voz mostraban lo contrario... era muy dulce”, dijo a Las Últimas Noticias Chanel Morales, duela de DCM Cosmetics, una de las marcas que La Ina promocionaba en sus posteos de TikTok y que la convirtieron en una influencer que, sin embargo, no pudo escapar de su pasado.
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