Gustavo Fernández: un atleta que hizo cumbre
Ganó en Australia y llegó a la final en Wimbledon; tesón, pasión y disciplina, las claves de un deportista de élite que es ejemplo para los atletas argentinos
LA NACIONTal como lo digo en el título de mi libro, cuando hay voluntad, hay mil maneras. Gustavo Fernández tuvo ese accidente que lo dejó parapléjico cuando era chiquito, y no se quedó renegando por la situación que le tocó. En medio de la adversidad, vio la posibilidad que tenía de ir para adelante y lo está demostrando no con palabras, sino con hechos. Él agarró su silla de ruedas, la raqueta y empezó a jugar. Ahora se ven los resultados, no hay quién lo pare. Tan es así que este año llegó a ser el número uno del mundo.
Yo hablé con él casualmente el año pasado y no estaba atravesando su mejor momento, creo que le había ido mal en un campeonato. Pero no se quedó bajoneado. No. Enseguida se repuso. Es un ejemplo, porque no se quedó en la queja, sino todo lo contrario. Miró el vaso medio lleno y no el que estaba medio vacío, vio el potencial que tenía y de esa manera fue como pudo llegar adonde llegó. Estoy seguro de que sus enormes logros tienen que ver con esa capacidad de pensar en positivo, de buscar opciones y posibilidades con esfuerzo, y hacer a un lado las excusas.
Seguramente, era su objetivo llegar a ser el número uno en lo que él hace. Y eso se logra cuando uno se pone un objetivo con certeza. ¿Qué puedo decir de ese talentoso deportista? Por suerte, lo tenemos en nuestro país, es algo de lo que podemos sentirnos muy orgullosos cada uno de los argentinos.
Creo que tanto él como yo tenemos un punto en común. Es el propósito de la superación: él tuvo esa dificultad desde chiquito y yo soy ciego de nacimiento. Nací ciego, nací pobre y, sin embargo, tenía un objetivo: jugar al fútbol. Primero, arranqué con mis amigos en el barrio con una pelota convencional, sin sonido, movido por la pasión; me mezclé en unos picados porque quería ser futbolista. No sabía cómo ni cuándo ni dónde pero acá estamos, ganamos dos mundiales con Los Murciélagos y unas cuantas medallas en diferentes campeonatos.
Gustavo y yo teníamos, a priori, todo para perder, y, sin embargo, con esa fuerza de voluntad, pudimos revertir la situación y lograr lo que nos propusimos. Eso es lo maravilloso.
La fuerza de salir adelante, de aceptar la situación que te tocó. Primero, hay que asumirlo, y de ahí partir hacia el futuro. Esa fuerza te la da la actitud de querer ser alguien, de querer superarte. Es importante tener presente que lleva mucho sacrificio, que nadie te va a regalar nada. Y eso es lo que a uno lo motiva.
El hecho de saber que vas a encontrar un montón de obstáculos, pero lo más lindo es superar todo eso que te pone la vida delante y saber que al final del camino te vas a encontrar con tu sueño cumplido, con lo que vos pensaste, visualizaste, imaginaste, deseaste desde lo más profundo de tu ser. Abrazarte a eso es algo indescriptible, porque lo pusiste como foco y pudiste lograrlo, más allá de todos los desiertos que tuviste que cruzar.
La pasión es el gran motor que a uno lo mueve a ir en busca de aquello por venir. Tengo 46 años y sigo con la misma pasión de los días en que comencé. Hace 26 años que estoy en Los Murciélagos, entro a la cancha y siento la misma felicidad que sentía cuando arranqué. Es una alegría jugar a la pelota. Tengo hijos, tengo un nieto y sigo siendo un chico adentro de la cancha.
Cuando uno compite en alto rendimiento, si bien lo hace con responsabilidad, nunca tiene que olvidar que es un juego, que cuanto más lo disfrute, mejor le van a salir las cosas.
Mi espíritu es de jugador de fútbol, más allá de que vea o no. Nací para jugar al fútbol, esa era de chico mi pasión. Nunca vi a Maradona tirar un caño, nunca vi a Román tirar una pelota de cuarenta metros, y, sin embargo, puedo hacerlo. Eso es lo mágico.
Un deportista es deportista, no importa si es olímpico o paralímpico. Esa diferencia se tuvo que hacer seguramente alguna vez, pero el espíritu del deportista es el mismo.
Adaptando las cosas, se terminan haciendo de la misma manera. Gustavo lo hace dejando todo en la cancha, con su silla de ruedas incorporada. Yo corro con una cuerda que me une con el entrenador. Hay maneras de adaptar el deporte, pero sigue siendo un deporte que nos desafía y mucho. Entrenamos, nos cansamos, transpiramos.
Al deporte paralímpico siempre le costó más. Recorrimos un largo camino, hemos roto muchas barreras. Y en la actualidad hay un montón de gente que está esperando que nos vaya bien.
El deportista paralímpico tiene un plus: aparte de hacer maravillosamente bien lo que hace, como es el caso de Gustavo, que es un tenista increíble, tiene el plus de la superación y del mensaje que le deja a la gente. Que no hay imposibles, que siempre se puede. La gente me hizo entender que tenemos algo más para dar.
Le deseo a Gustavo que disfrute mucho este momento. Ser el referente en el tenis no es algo que suceda todos los días. Que siga siendo un gran ejemplo a través de los hechos, de las cosas que hace; que mantenga su humildad y siga siendo un pibe natural, que siga siendo como es. Quizás en este momento quiere jugar al tenis y no se siente un ejemplo, pero hay un montón de gente que lo necesita como referente, que está disfrutando su mensaje, que él da casi sin darse cuenta. Pero ese mensaje es la maravilla que él nos regala diariamente y nos impulsa.
Del editor: ¿por qué es importante? Es el número uno del ranking mundial de tenis en silla de ruedas. Ganó en Australia, llegó a la final en Wimbledon y escaló hasta el primer puesto.
Silvio Velo
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