La Argentina, un país especialista en fracasos
Dios es argentino". "Con una buena cosecha nos salvamos". Quienes crecimos en el siglo XX escuchamos en forma reiterada esas máximas como garantía de salvación, o de que el país retomaría rápidamente la senda del crecimiento, casi por milagro. Sin meternos en las creencias de cada uno, es obvio que las cosas no suceden así.
¿Y si no llueve o si, por esos caprichos del señor del clima, quedamos inundados? Los historiadores recuerdan las dos cosechas perdidas en tiempos de la primera gran guerra, pero no hay que ir tan atrás: una de las causas (de las más importantes) del estrepitoso fracaso de la administración Macri fue la gran sequía de 2018, que igual que muchas otras veces dejó al país sin las divisas necesarias para financiarse.
Como en las mesas de los casinos, la apuesta a un único "pleno" para hacer crecer la economía de un país no suele ser sustentable. Y los dirigentes argentinos, desde hace demasiado tiempo, parecen haberse empecinado en seguir esa estrategia, pensando que la exportación de materias primas (productos del campo, básicamente) nos sacará del pozo. Está bien aprovechar los tiempos de precios altos, pero cualquiera sabe que en un mercado cada vez más globalizado esos precios no duran para siempre y hay que aprovechar mientras duren para ir desarrollando otros sectores.
Como en las mesas de los casinos, la apuesta a un único "pleno" para hacer crecer la economía de un país no suele ser sustentable
Otra vez, miremos la historia: la crisis mundial de 1930 derrumbó, entre muchas otras cosas, los precios de las commodities agropecuarias que exportaba (y sigue exportando) la Argentina. Los ingresos del comercio y del Gobierno siguieron ese camino, contagiando la economía doméstica, como bien recordaba Roberto Cortés Conde en octubre último en LA NACION.
Sin que se sepa mucho (o nada) de cuál será su estrategia, el presidente electo, Alberto Fernández, expresa que va a hacer "lo que hicimos con Néstor [Kirchner] en 2003". Muchos de quienes lo acompañan, sobre todo desde el peronismo clásico, van más atrás y citan a su principal mentor, Juan Domingo Perón, con su estrategia de industrialización protegida y subsidiada e impulso al consumo. Sugerencia: no olviden que eso pasó en las décadas de 1940 y 1950. Si el mundo ya no es el mismo que en la salida de la crisis de 2001-2002, imaginen cuán diferente es del de hace al menos 70 años.
La síntesis la hizo el sindicalista del transporte Roberto Fernández con su idea de poner en marcha "la máquina de la esperanza para volver a caminar". Se refería a la "máquina" de imprimir billetes, como si nada hubiera pasado cada vez que se la hizo funcionar de manera desenfrenada. La sucesión (trágica) de déficit fiscal y externo, devaluación e inflación que vivió la Argentina demuestra lo obvio: no hay solución si se aplican las mismas recetas que ya fracasaron ante los mismos problemas. Algo es cierto: es difícil que un país se desarrolle si una parte de sus habitantes tiene en el exterior algo así como un 50% de su PBI y no parece querer regresarlo. Tendrán sus razones, seguramente, en un Estado que aprieta fiscalmente y que suele cambiar las reglas con extrema facilidad. ¿Cuál de estas dos razones (fuga o presión desmedida) sucedió primero? Difícil saberlo, pero es lo que hay.
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