Tuve una cuenta en MercadoLibre durante nueve años, y no lo sabía
Por un error de la compañía, alguien usó mi dirección de correo para registrarse en la plataforma; salir de ese laberinto, que rozaba el robo de identidad, no fue fácil, pero finalmente ocurrió algo por completo inesperado
Esta historia empieza hace mucho, en 2014. Ese año, como es habitual que me ocurra, recibí en mi casilla de correo electrónico otro mensaje de una compañía que me daba la bienvenida; sin que hubiera abierto ninguna cuenta en esa plataforma, se entiende. No había ningún link para verificar el mail, así que simplemente desestimé el asunto. De corazón, no es mala onda, pero no tengo tiempo para ocuparme de las decenas de mensajes que me llegan de personas que usan –por error o no– mi correo para registrarse en un sitio. Mi mail es muy conocido, así que recibo varios de estos mensajes por semana. Cuando tienen un link para verificar, solo los borro. Si no, los marco como spam. En este caso, como venía de MercadoLibre, lo guardé. No tenía cuenta en esa plataforma por entonces, así que tomé ese recaudo.
Luego pasaron nueve años (en la versión impresa de esta columna invertí involuntariamente las cifras; queda ese error saldado aquí) y en mayo una persona muy querida me pidió que fuera su contacto de confianza en MercadoPago. Le dije que no tenía cuenta en esa plataforma, así que fui a abrir una. Y adivinen qué. No pude. MercadoLibre me dijo que mi dirección ya estaba registrada. Recordaba vagamente algunos mails de bienvenida, pero aposté a que en algún momento, para escribir alguna nota, había abierto una cuenta y me había olvidado. Me pasa a menudo.
Así que pedí recuperar la contraseña, me mandó el vínculo a mi mail, tuve que hacer una serie de verificaciones que incluyeron el poner mi cara y mi DNI, y finalmente tuve acceso a mi cuenta. Bueno, no mía. En realidad era de otra persona. Estaban todos sus datos filiatorios, incluidos nombre, DNI y la dirección comercial, que visité mediante StreetView. No, no era yo, definitivamente. (Dicho sea de paso, filiatorio no existe en el DRAE, pero es un tecnicismo aceptado en la jerga burocrática.)
Supuse que todo lo que me quedaba por hacer era cambiar esos datos, y ya. No tan rápido. Cuando intenté alterar los datos filiatorios, no me dejó; la plataforma me informó que no era posible hacer algo así. Tenía sentido, naturalmente; de otro modo, sería un festival para los pillos. Pero mi mal carácter estaba alcanzando masa crítica.
Opté por cerrar la cuenta, que no registraba actividad desde (adivinen) 2014, muy probablemente debido a que cualquier código de verificación que le hubiera mandado MercadoLibre terminaba en (adivinen) mi mail. Y, por supuesto, como recibo también muchos de estos, los borraba y me olvidaba del asunto. Pero cuando terminé de recorrer los menús para darla de baja y abrir una con mis datos, MercadoLibre me dijo que tenía una deuda. No yo, se entiende, sino la persona que había abierto esa cuenta nueve años atrás. Se me paralizó el corazón, porque imaginé un millón de dólares o algo así (soy medio catastrófico para anticipar problemas), pero cuando vi el monto resultó ser una suma ínfima (algo así como 400 pesos). En mi enojo, y porque el asunto, que se suponía que iba a llevarme 5 minutos ya venía robándome más de una hora, decidí pagar esos 400 pesos, y adiós.
Pero tampoco me dejó, porque mi DNI no se correspondía con el que tenían registrado. O sea, el del usuario que originalmente había usado mi correo electrónico para abrir esa cuenta de MercadoLibre. A punto de detonar, busqué en la Ayuda, me topé con un bot y aprendí que si uno trata de explicarle algo realmente enrevesado a un bot (hace nueve años un desconocido usó mi correo electrónico para abrir esta cuenta de MercadoLibre y ahora no puedo cerrarla porque el desconocido contrajo una deuda que la plataforma no me permite abonar porque mis datos no coinciden con los suyos), la IA baja los brazos.
Pero luego de muchas vueltas, seguía en la misma encerrona. No podía dar de baja la cuenta porque había una deuda. Y no podía pagar la deuda porque alguien había usado mi correo electrónico para poner sus datos. Seguí buceando en menús hasta que encontré una opción en la que me decían que si no habían podido resolver mi problema, dejara un número que me iban a llamar. Dejé mi celular y supuse que me iban a llamar, no sé, en una o dos semanas. Esto fue el 1° de mayo. Tres minutos después me sonó el celular.
Nunca actúes sin pensar
Para entonces, más calmado, caí en la cuenta de un detalle de lo más perturbador; una suerte de maniobra de ingeniería social auto impuesta. Por no pensar con frialdad había estado a un clic de pagarle una deuda a un desconocido. Casi seguramente era alguien que había metido la pata con el mail, pero no podía saberlo. Y habría sido de lo menos edificante aparecer pagándole una deuda, cierto que menor, por ejemplo, a un narco.
La cosa es que cuando me sonó el teléfono y atendí eran, efectivamente, de MercadoLibre. Me parecía un poco surrealista el estar hablando con alguien cuando se supone que estas corporaciones gigantescas no te atienden jamás. Y no, no era otro bot. Quiero decir, podría haberlo sido, pero no lo era. No solo no me sonaba a bot, sino además, anteayer, se lo pregunté a la compañía, que me confirmó que esas llamadas (“al menos por ahora”) las hacen personas.
El asesor me atendió con cortesía, entendió la retorcida situación en la que me encontraba y me pidió que esperara. Al volver, entre otras cosas, me preguntó si tenía copia del mail original, en el que alguien había abierto una cuenta con mi mail sin necesidad de hacer clic en un link de verificación. Podrán acusarme de acumulador serial, pero sí, lo tenía. Me pidió que se lo mande, cosa que hice. Luego siguieron una serie de idas y vueltas, más llamadas, y por último me informaron que me iban a bonificar esa deuda, para que no tuviera que aparecer como pagándola con mi tarjeta (que era lo que quería evitar). Era, realmente, el mundo al revés. Me habían llamado, habían entendido mi prurito de no andar pagándole cosas a desconocidos (además de que, como me dijo quien me llamó, “no corresponde que usted pague esa deuda”) y se iban a ocupar de resolverlo. Creo que nunca me pasó algo así, y miren que mis debates con los call center son épicos.
Insisto, eso fue el 1° de mayo, por lo que algunos detalles se me han ido olvidando. El caso es que, en las semanas posteriores, intenté varias veces cerrar la cuenta, porque, en efecto, la bonificación ya constaba en el perfil. Pero la plataforma me devolvía al mismo punto: les debía plata.
Así que volví a pedir que me llamen. ¡Y me llamaron de nuevo! Ya éramos casi amigos. Ahí me explicaron que todo el procedimiento terminaría de ejecutarse el 14 de julio, fecha que, en efecto, aparecía, sin mucho adorno, en la página del trámite. De modo que tuve que esperar un buen mes y medio, hasta que en algún momento después del 14 de julio (uno tiene una vida, además de estas cosas) volví a intentar cerrar esa cuenta en MercadoLibre, y esta vez, saldada una deuda que no me correspondía y, peor aun, que no tenía ni idea de quién había contraído, pude finalmente darla de baja.
Reparación
Varias lecciones aquí. Primero, MercadoLibre hizo mal hace nueve años en aceptar un usuario sin confirmación de mail, pero lo corrigió cuando hizo falta. En medio de un clima de indefensión total frente a organizaciones de cualquier tamaño, que anteponen menús y asesores que no resuelven nada (o que te tratan mal), esta corporación respondió, y de la mejor forma posible.
Cierto, tardaron bastante en devolverme mi mail, que había ido a parar a manos ajenas por negligencia de la compañía. Pero no quedó en un limbo y recuperé mis datos. Francamente, no es poco.