Ni cajas ni prismas, sino los Estilos
Florece todavía en countries y malls
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Ante todo, disipar un equívoco: no tiene mucho que ver el posmodernismo arquitectónico con la posmodernidad de algunos pensadores recientes. Esa posmodernidad como calificativo de un presente que ya no es moderno, de pensadores franceses como Lyotard o Baudrillard, poco tiene que ver con el posmodernismo en arquitectura, llamado desdeñosamente posmo una vez pasado de moda.
Porque pasado de moda está; no quiere decir que no se haga.Casi parece ser un estilo dominante para ciertos programas, como centros de compras y hoteles de los territorios de Disney.
La posmodernidad de los filósofos se caracteriza por el predominio de los medios masivos de comunicación, pero sobre todo por la "pérdida de fe en los Grandes Relatos" (Lyotard). Estos relatos son los que esperanzaban a principios de siglo con las imágenes de una sociedad mejor cuya llegada era, casi casi, inminente. Sólo parte de este trazo une la posmodernidad con el posmodernismo ; éste se alimenta con la desilusión de la arquitectura moderna, que también se había propuesto a sí misma como solución de problemas sociales (tuvo también sus grandes relatos urbanísticos que culminaron en el dudoso éxito de ciudades nuevas como Brasilia).Específicamente, se reprochó durante unos años a la arquitectura moderna su incapacidad para comunicar a los usuarios no solamente los valores que creía expresar: modernidad, progreso, fe en la producción industrial, sino su incapacidad para comunicar , lisa y llanamente. Los habitantes, decían los posmodernos, se reconocían en las arquitecturas históricas, en los Estilos, y rechazaban por incomprensibles los prismas de cristal para oficinas y las cajas repetidas para vivienda. Algo de razón había en lo segundo (las personas siguen prefiriendo no vivir en cajas, sino en alegres chalets), y para desacreditar las oficinas de cristal, los antimodernos fueron eficazmente apoyados por la crisis del petróleo de 1973, que dejó sin calefacción a muchos dentro de sus cajas de cristal y preparándose para un verano sin aire acondicionado.
Durante unos 10 o 15 años, la arquitectura contemporánea volvió a ornamentarse con aditamentos de los estilos clásicos, precariamente sumados a las formas ya convencionales y simplificadas de la arquitectura moderna. Primeramente aparecen sugestiones de frontones triangulares y columnas clásicas un poco sintetizadas; después, frontones literales, menos dignos que el del Congreso en los Estados Unidos. Era posible comprar hechas columnas clásicas, jónicas o corintias. Los nuevos autores buscaban armonizar sus obras con los entornos históricos de las ciudades europeas, mimetizándose con las preexistencias.Hubo aliados inesperados, como el príncipe de Gales, que acusó a los arquitectos modernos de haber destruido más la City de Londres que los bombardeos de Hitler.
Nos queda de ese momento una revalorización de los edificios históricos, el patrimonio urbano de nuestras ciudades y una renovada tolerancia por la variedad de formas arquitectónicas. Me atrevería a decir que el posmodernismo, desacreditado en las escuelas de arquitectura y entre la opinión esclarecida de los profesionales, sigue floreciendo silenciosamente en la arquitectura privada de los countries y en la decoración de los interiores de los malls que cada vez más son los espacios públicos de nuestra sociedad globalizada .
El autor es arquitecto, profesor titular en la Universidad de Belgrano.



