Para aprender en un ámbito luminoso
La escuela Jacarandá y su propuesta de actividades en contacto con la naturaleza, en una obra que fue creciendo en etapas
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Un viejo edificio del plan de escuelas de principios de 1890 fue el origen a partir del cual la arquitecta Irene Joselevich logró integrar el proyecto de la escuela Jacarandá, en Grecia al 3200, frente a la estación Núñez. El edificio fue creciendo con el proyecto de escuela. Planificado para construirse en etapas, fundamentalmente durante los veranos, con el tiempo se incorporaron lotes vecinos, "hasta que llegó un momento en que se pudo hacer un proyecto de máxima -explica la arquitecta Joselevich a LA NACION-. Todo siguió la evolución del crecimiento del jardín de infantes", dice. Hoy la escuela incluye jardín y primario (hasta tercer ciclo EGB).
Un edificio que se expresa hacia la calle con una piel de rigurosa carpintería pintada del color de la flor del jacarandá envuelve la fachada original, elemento de identidad escolar distintivo en el barrio.
La nueva escuela se planteó en L con núcleos circulatorios en los extremos, aulas al frente y al patio, de construcción tradicional, hormigón y carpintería metálica.
"Este proyecto permitió ser flexible como para hacerlo en minietapas", indica su autora, que contó con el asesoramiento en temas pedagógicos de la actual directora de la escuela, Violeta Vainer. Con más de 1000 metros cuadrados de superficie, la construcción empezó en 1994 y se fueron agregando aulas; en plena obra se compró el lote sobre la calle Manuela Pedraza, sector de próxima ejecución que permitirá, con una buena flexibilidad de aulas, tener grados con dos divisiones. Para la etapa más reciente, la estructura metálica se preparó en taller y en dos meses se modificó la planta baja, el primer nivel y se construyó el segundo y la terraza-patio de la primaria.
"Siempre fue requerimiento de las autoridades de la escuela que, más allá de las exigencias de código, fuese especialmente ventilada y aireada, con mucha luz y que permitiera una integración muy importante con el verde." Joselevich hace hincapié en el nombre de la escuela: Jacarandá. Su idea básica es la vinculación con la naturaleza, y la luz es, para la filosofía de esta escuela, el contacto con la vida, no estar encerrado en un espacio de cemento.
La escuela fue entonces el resultado de los acuerdos entre los propietarios, los asesores pedagógicos y el equipo de arquitectura, tema que Joselevich destaca: "Favorece la tarea del arquitecto que haya un cliente que se amolda a los criterios arquitectónicos y los acepta, y que uno como arquitecto sea flexible.
El criterio fue combinar la economía de recursos con una política en la cual las cosas se hicieron para durar. Equipada con instalaciones de acuerdo con el código hasta el último requerimiento, la escuela cuenta con calefacción por losa radiante, agua caliente y aire acondicionado.
El color de las carpinterías contemporáneas y antiguas, jacarandá, es una vinculación más con el entorno tranquilo y forestado de la zona. Allí, una vez al año, los chicos se apropian de la calle en una actividad organizada: pintura, música, murgas, y refuerzan su identidad en el barrio.



