Por siempre Wright
Por Luis J. Grossman
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Este mes, cuando llegue el jueves 21, se cumplirán cuarenta años de la inauguración del edificio del Solomon Guggenheim Museum, en la esquina de la Quinta Avenida y la calle 89 de Nueva York.
En abril último, más precisamente el 9 de ese mes, se cumplieron 40 años del fallecimiento del arquitecto acaso más influyente en la conformación de eso que puede designarse como estilo moderno . Me refiero a esa figura singular, casi legendaria, que fue Frank Lloyd Wright, que murió en Arizona poco antes de cumplir los 92 años.
Y la partida de Wright se produjo poco antes de que se abrieran las puertas de su última obra, la única de su autoría en la ciudad de Nueva York y la que significó un punto de inflexión en materia de diseño de espacios para museos de arte: el célebre edificio curvilíneo del Guggenheim.
Un debate que no cesa
Suele decirse que a Frank Lloyd Wright no le atraía en absoluto el arte plástico moderno y que al referirse a los cuadros y esculturas que deberían exhibirse en su edificio hablaba de "esas cosas".
Cuando se habilitó la sede (que ya convocaba controversias desde mucho antes por el contraste volumétrico que proponía con su cono invertido en medio de los tradicionales edificios de renta neoyorquinos de la zona), arreciaron las críticas de muchos expertos y colegas que estimaban inadecuada la exhibición en un plano inclinado como el de la rampa continua que es la clave del proyecto.
También se consideraba negativo que el muro de apoyo en el que se colgarían los cuadros tuviera forma convexa (la cara interna del ya citado cono invertido), lo que -junto con la inclinación del piso y cielo raso- parecía configurar un marco poco propicio para la tarea de un curador.
De hecho, la realidad pareció dar la razón a estos comentarios, ya que las obras maestras de la colección del Guggenheim se exponen en espacios de conformación regular (pisos y cielos rasos horizontales y paredes planas) en la construcción contigua al gran atrio circular. En este recinto, el que identifica en todo el mundo al museo neoyorquino, se realizan muestras temporarias que son, por lo general, exposiciones de obras no convencionales que no requieren, por ese motivo, condiciones especiales, y que, muy por el contrario, se enriquecen en el diálogo vital entre las obras y su contorno dinámico, luminoso y diferente.
Pero de todos modos la polémica no cesa, ya que existen motivaciones que la alimentan. El arquitecto Robert Stern pronunció una frase que parece destinada a avivar el fuego de la controversia al preguntarse: "¿A quién le interesa la pintura (el arte) si lo que más nos emociona es el museo?" Se refería, obviamente, al Guggenheim Museum de Frank Lloyd Wright, pero el mismo interrogante podría formularse a propósito del más reciente museo de Bilbao.
Y este debate comenzó hace exactamente 40 años.



