Qué lindo es manejar de noche cuando llueve en Buenos Aires! Sobre todo, por la excelente visibilidad que proporciona la iluminación de calles y avenidas, comenzando por la Avda. Gral. Paz (con pobrísimo alumbrado en buena parte de su traza), donde le harán una multa si ingresa a 45 km/h, pero no se la harán por circular con las luces bajas apagadas, con las reglamentarias color violeta pálido, por la falta de alguna óptica o directamente sin llevarlas encendidas (que sucede). Ni hablemos de las luces de buena parte de las motos, fantasmas que a duras penas pueden ser vistos de noche, entre la lluvia y el spray. Cabe recordar el alto costo de las patentes (3,2% del valor) y de la Verificación Técnica Vehicular (VTV), que es de $800 mientras que en otros distritos cuesta $300.
Esto sigue en la Panamericana, en la que se llegó al colmo de ver a un señor (en un video muy viralizado) empuñando una varilla con la que movía el limpiaparabrisas con su brazo por fuera de la ventanilla (por lo menos, era de día). Se trata de una autopista cuyas tarifas están entre las más caras del mundo.
Los conductores de los medios de transporte público de pasajeros, colectivos y taxis, especialmente estos últimos, jamás encienden las luces bajas para circular de noche ni en los días nublados y de lluvia, con el argumento de que "gastan más combustible" ¿Qué seguridad ofrecen si no las encienden? ¿Qué calidad de transporte brindan a sus pasajeros? ¿Quién los controla?
Las llamadas luces altas, son de cruce: sirven para advertir que llegamos a una bocacalle. La inmensa mayoría de los conductores, que aprobaron el examen, no lo sabe ni las usa. Lo mismo ocurre con las de giro (el 85%). Las luces son para ver, pero también para ser vistos.