Las vacaciones parecen funcionar en nuestro país como un inhibidor del cumplimiento de las normas y reglamentaciones; acatamiento de por sí bastante laxo el resto del año. En otras palabras, no son pocos los que creen que estar de vacaciones significa que podemos hacer lo que nos venga en gana. Lo que resulta particularmente peligroso cuando hay un vehículo de por medio. Ya en la ruta, ante la menor disminución de velocidad por el tránsito, aparecen los "banquineros", que no dudan en pasar a gran velocidad por fuera de la cinta asfáltica, o los "kamikazes" que se lanzan temerariamente de contramano. En ambos casos, cuando deben volver a la mano correspondiente si no provocan un choque en cadena (o uno frontal) le pasan raspando.
En las calles y avenidas de los balnearios parece que las normas de tránsito no existen. Además, muchos están más apurados que el resto del año: es intolerable que alguien vaya a baja velocidad o paseando; que los peatones pretendan cruzar (que lo hagan como puedan) y que los residentes se aguanten todo, porque total son dos meses.
Al ir a ciertas playas, se debe tener cuidado, porque hay quienes no respetan nada. Algunos conductores de vehículos como pickups, SUV, motos y cuatriciclos creen estar corriendo el Dakar, saltando dunas y médanos o circulando a alta velocidad. Y nunca falta el que atruena a todo el mundo con su "vehículo-DJ".
En muchas localidades turísticas hay controles (lo que no exime que haya incidentes graves) y en otras estos brillan por su ausencia. Pero lo cierto es que va siendo hora que maduremos como sociedad (el transito es un fiel reflejo de cómo somos), cumplamos las normas y usemos el sentido común sin necesidad de un "papá" que nos controle.