Alerta en la ribera: se multiplican los avistajes de yararás
La zona de riesgo va desde San Fernando hasta Quilmes; con la llegada de los camalotes en verano, aparecen con más frecuencia;el sábado, un ejemplar mordió a una nena en un club de Acassuso
La invasión de plantas acuáticas del Litoral en las costas bonaerenses el verano pasado sumó nuevos habitantes a las orillas del Río de la Plata: ofidios que mantienen en alerta a los visitantes de paseos de la ribera, especialmente en la zona norte.
El sábado pasado, Mila, de 11 años, sufrió la mordedura de una víbora mientras caminaba con una amiga por un sendero interno del Club de Pesca y Náutica Las Barrancas, en Acassuso (San Isidro). Pensó que la había rozado una rana, pero vio cómo se escapaba una serpiente pequeña.
Volvió enseguida adonde estaba su papá para contarle. Como en otro caso registrado en febrero pasado, esa vez en la sede Núñez del Club Universitario de Buenos Aires, había sido una yarará y tampoco le inoculó veneno a su víctima circunstancial.
El detalle fue esencial en el caso de Mila porque en el Hospital Central de San Isidro, al que la llevó su familia, no tenían suero antiofídico. En una charla informativa en el club, Willy Bryant, de la reserva natural lindera a Las Barrancas, les había comentado que, ante una picadura, solicitaran allí el antiveneno.
“Los médicos nos dijeron que no tenían ni idea del suero que suponíamos estaba ahí para atender estos casos. Nos dijeron que intentáramos en el hospital de San Fernando. Pero mi esposo decidió ir directo al [hospital] Muñiz, en la ciudad”, contó la madre, Yanina Bystrowicz.
La hora en automóvil que demoraron en recorrer los 30 kilómetros fue interminable. “En el Muñiz nos atendieron enseguida –continuó Yanina–. Le hicieron análisis a Mila y fotografiaron la herida. Una red de especialistas en ofidios confirmó de qué víbora se trataba. Todos, excepto uno, coincidieron en que era una yarará.”
Finalmente, Mila no tenía veneno en el organismo. Le recetaron, por prevención, una vacuna antitetánica de uso pediátrico. “Pero no hay en zona norte. No pudimos encontrarla en ninguna farmacia –contó–. Fuimos al Sanatorio San Lucas, de San Isidro, y nos indicaron otra vacuna, que tampoco conseguimos.” Recién con la tercera opción y al día siguiente, Mila recibió la dosis indicada.
El Hospital Central de San Isidro respondió ayer que el médico de guardia examinó a la paciente, que “estaba compensada y no tenía, en el sitio de la mordedura, signos de inflamación y necrosis local”. Sobre la disponibilidad del antiveneno, señalaron que la supervisora de enfermería desconocía que estaba disponible en la farmacia del hospital cuando se lo pidió el médico. “Por este hecho, se inició un sumario administrativo”, informaron. Los nuevos habitantes litoraleños se sumaron a los ya establecidos en los terrenos ganados con escombros al río. No hay relevamientos de la magnitud de la población, pero no es tan infrecuente cruzarse con algún ejemplar al caminar, andar en bicicleta o rollers cerca del río en Núñez, Vicente López o San Isidro. Pero el área en la que hay que tomar precauciones es más amplia: desde San Fernando hasta Quilmes, según explicó Bryant, coordinador de Guardaparques de la Dirección de Ecología del municipio de San Isidro.
Crepuscular y nocturna
“Como la costa se fue modificando con rellenos, las serpientes encontraron un hábitat cerca del agua, con escondites, temperatura y roedores para alimentarse –dijo–. Llegaron en los camalotes y se unieron a la población local. Con los días templados, como los de primavera, salen a tomar sol o reubicarse. La yarará es una especie típicamente crepuscular y nocturna; en esos horarios sale a cazar animales de sangre caliente.”
Insistió en que no suele atacar, sino que sólo lo hace si se siente amenazada, como cuando la van a pisar, la molestan para sacarles fotos o la quieren atrapar.
Walter Prado, herpetólogo de la Dirección de Fauna Silvestre y Conservación de la Biodiversidad del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, comentó que más del 90% de los ofidios que llegaron con los camalotes son culebras acuáticas. “No hay estudios de seguimiento de las poblaciones de yarará en Buenos Aires ni registros de accidentes frecuentes. Son aislados y esporádicos. La mayoría ocurre en el norte del país.”
Opinó que es necesario saber que es fauna propia del área ribereña. “Por eso, ante la duda, hay que ser cautos y nunca tratar de atrapar un ejemplar que no se conoce. Hay accidentes por eso. Los ofidios perciben vibraciones en el suelo a través del vientre y tratan de huir –explicó–. Hay que cuidar a los chicos porque puede picarlos una yarará, pero también un escorpión o una araña.”
En caso de mordedura, la Sección de Zoopatología Médica del hospital Muñiz recomienda, primero, “no causar más daño: no comprimir, no hacer torniquete ni poner algo sobre la piel; lavar con agua y jabón”. También hay que retirar botas, medias, pulseras o ropa que puedan apretar la zona afectada.
Aclararon que no hay que capturar al ejemplar porque sólo con las características clínicas se puede identificar la especie. “En el caso de una culebra, al tratarse de una especie que no representa un riesgo para la vida humana, se la libera en una reserva natural”, aclararon desde la Agencia de Protección Ambiental porteña.
Dónde acudir:
Hospital Muñiz
- Uspallata 2272
- 4304-2180
- Este centro especializado cuenta con médicos de guardia las 24 horas