Un valioso patrimonio natural a la vista
En 1918, Horacio Quiroga publicó "El regreso de Anaconda", donde imaginó a una gran serpiente que, preocupada por el avance del hombre blanco sobre las selvas del Alto Paraná, se pone al frente de una revolución tropical para impedir que los barcos remonten el río y así mantener el monte y sus animales a salvo. Su arma secreta: los camalotes. En el cuento, las lluvias hacen crecer los ríos, que empujan aguas abajo una alfombra interminable de plantas flotantes. Anaconda sueña con reunir tantos camalotes como para taponar el Paraná, pero su avance pierde fuerza y la revolución se extingue.
Quiroga simplemente llenó de poesía un fenómeno natural que se produce cuando los ríos de la Cuenca del Plata crecen por las lluvias, arrastrando toneladas de camalotes. Los animales intentan escapar del agua y encuentran en ellos balsas para no morir ahogados. Es un fenómeno natural, con efectos posiblemente magnificados por las represas y la pérdida de bosques nativos y humedales: sin ambientes naturales, el agua corre y genera erosión y crecidas repentinas.
Los habitantes del Litoral conocen de inundaciones, pero esta vez los camalotes llegaron a las principales ciudades del país. Vimos llegar la alfombra verde de Quiroga, pero en lugar de Anaconda había pequeñas culebras, alguna yarará, lagartos y coipos. La gente esperó encontrar un ejército de serpientes venenosas y "alimañas" hambrientas en sus casas. En su lugar, hallaron pequeños representantes de nuestra fauna nativa, desconocida para muchos. Y entonces sentimos miedo.
La Argentina es uno de los países más ricos en términos ambientales, pero desconocemos este patrimonio. Por suerte, descubrimos que las "nutrias" en realidad eran coipos, que las víboras asesinas eran inofensivas culebras, que las yararás cumplían un servicio ambiental valioso, al alimentarse de roedores, y que los camalotes absorben metales pesados del agua, ayudando a limpiar las costas. Pasaron casi 100 años desde que Quiroga escribió su cuento. Hoy lo imagino exultante, mirando los camalotes marchar hacia el Sur, obligándonos a conocer un poco más del valiosísimo patrimonio natural con el que tenemos la suerte de convivir.
El autor es documentalista y divulgador científico
Andrés Sehinkman