Testigos de Jehová: ciencia y religión, en una encrucijada
La negativa de los Testigos de Jehová a recibir transfusiones está planteando una situación difícil de resolver para el sistema de salud. Un médico explicó a La Nación : "Cuando hay que tomar una decisión en minutos, uno no le puede ir a preguntar al juez. Médicamente, estoy obligado a salvar la vida del paciente. Si lo transfundo, tal vez me haga un juicio. Pero si no lo hago y el juez considera que no hice todo para salvarle la vida, no tengo forma de defenderme, aun cuando esté exonerado".
La mitad de las aproximadamente 120.000 personas que integran este culto vive en la Capital y el Gran Buenos Aires. Sumadas a los asociados simpatizantes y familiares, representan un cuarto de millón de argentinos que creen que Dios les da la vida a través de la sangre y que extraerla de su cuerpo es extraer parte de la vida de Dios. Aquel creyente que no respete el precepto bíblico absténganse de sangre debe abandonar la congregación.
"Sabemos que se dicen muchas cosas sobre los Testigos, pero jamás se ha consultado a ninguno de nosotros", se lamenta Mario Menna, director de Servicios de Información Hospitalaria de la Asociación de los Testigos de Jehová, un área que coopera con los médicos, los juzgados y los pacientes en la búsqueda de tratamientos alternativos que no interrumpan la circulación sanguínea.
"Como tienen una cultura diferente, es imposible entenderlos desde el punto de vista médico, y obligan a recurrir al principio bioético de autonomía", explica José María Mainetti, médico y filósofo, director de la Fundación Oncológica Mainetti.
Métodos alternativos
Según el mencionado principio, el paciente tiene derecho a elegir lo que es mejor para él de acuerdo con sus propios valores y la información con que cuenta. "Esto último forma parte del consentimiento informado -amplía el doctor Dufour- y exige explicarle cuáles son las alternativas a la transfusión de sangre."
Dichas alternativas son, básicamente, las autotransfusiones .
La mayoría de los Testigos opta por uno de tres métodos: la autotransfusión intraoperatoria por hemodilución normovolémica (una vez anestesiado, al paciente se le extraen unidades de sangre para utilizarlas durante o al final de la cirugía y simultáneamente se las reemplaza con un expansor de volumen plasmático); la recuperación intraoperatoria de sangre , mediante el uso de un aparato similar al de la hemodiálisis, o la recuperación postoperatoria : una vez finalizada la operación, se recoge la sangre que normalmente se perdería por los drenajes para reutilizarla. Este último procedimiento es complicado, oneroso y de uso poco frecuente.
Pero estas técnicas alternativas no pueden emplearse en todos los casos. Cuando los médicos estiman que la situación del paciente hace necesaria una transfusión, se topan con una realidad que los descoloca: el propio paciente no acepta lo que podría salvarlo.
Los Testigos llevan una tarjeta o medallita con la frase "No acepto transfusiones" y el dibujo de una bolsita de sangre cruzada por la franja roja de prohibido . Y otro documento, fundamental, llamado Directiva médica anticipada: exoneración de responsabilidades, firmado y certificado por escribano.
Controvertida exoneración
Sin embargo, este documento no siempre deja tranquilos a los profesionales. "El documento tiene una validez limitada a casos normales , de personas mayores de edad, capaces de comprender su situación y la información suministrada, y participar libremente en la toma de decisiones", explica el juez Pedro Hooft, presidente de la Asociación Argentina de Bioética.
Si bien la ley mencionada en la exoneración (17.132, artículo 19, inciso 3) establece el deber de respetar la voluntad del paciente en su negativa a tratarse o internarse, aun cuando implique peligro para su vida , simultáneamente los códigos de ética profesional (que no tienen fuerza de ley) disponen que el médico "actuará directamente aun contra la voluntad del enfermo en casos de peligro grave e inminente".
"Al no haber una legislación clara al respecto -explica Hooft-, los médicos recurren a un juez para que decida." Según las normas actuales, cuando un centro médico recibe a un Testigo con potencialidad de requerir una transfusión, "hay que dar aviso inmediato a las autoridades del centro e informar el estado de gravedad del paciente al Comité de Enlace de los Testigos de Jehová -explica el doctor Dufour-. Si hay que intervenir de urgencia o se trata de mayores incapaces (inconscientes, por ejemplo) o menores, se denuncia en la comisaría más cercana para que el juez autorice una transfusión "que aun así -reconoce Dufour- es difícil de implementar".
"¡Es que los jueces a veces ni saben de qué se trata; ordenan la transfusión y listo! -protesta Mario Menna-. Existe un prejuicio contra nosotros y debería haber condenas para estos jueces que violan el señorío que tenemos sobre nuestro propio cuerpo, garantizado por la Constitución", arguye.
No es fácil para un médico, cuya misión es defender la vida, entender a los Testigos. "Nos da rabia cuando un paciente obstinado se niega a aceptar lo que para nosotros es el tratamiento indicado -reconoce Dufour, que recuerda a una paciente de 60 años que padecía anemia hemolítica y no quiso hacerse transfusiones, imprescindibles en esa patología-. Eso precipitó su final, que posiblemente no habría ocurrido con otro tratamiento."
"Los testigos conocen los riesgos que corren, e incluso algunos han fallecido -explica con tranquilidad Menna-. Todo depende de la pericia del profesional: si utiliza todos los métodos, la posibilidad de muerte es mucho menor." Para ilustrar sus dichos, se refiere al caso de la señora M. Herrera, de La Pampa, que sufrió una severa hemorragia a continuación de una histerectomía. "Como el equipo que la atendía no estaba usando tratamientos alternativos, firmó el alta voluntaria y la trasladaron en ambulancia a la Clínica Lugano, donde se recuperó."