Coronavirus en la Argentina: un informe de la UCA muestra cómo la pandemia profundiza las desigualdades sociales

El avance de la pandemia en los barrios vulnerables, como sostienen los especialistas, ratificó cómo las inequidades estructurales, las condiciones de vida y el acceso a la salud de esos sectores repercuten directamente en el peligro frente al Covid-19 y a otras enfermedades. Además, según advierten, en un contexto en el que el sistema sanitario abocó todos sus recursos a la emergencia, otras problemáticas previas corren el riesgo de profundizarse en estas áreas, como la falta de acceso a medicamentos o la demora en los chequeos para el control de patologías preexistentes. La carencia de recursos psicológicos y la contención social son otros factores que incrementan la dificultad para transitar este momento altamente estresante que impone la cuarentena.
Estas y otras conclusiones se desprenden del informe "Capacidad de desarrollo humano y derechos laborales en la población urbana al final de la década 2010- 2019. El desafío de la equidad en la Argentina frente a la pandemia social y sanitaria", que publicó hoy el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) y al que LA NACIÓN accedió en exclusiva. El trabajo pone sobre la mesa la marcada brecha respecto al acceso a la salud y los recursos psicosociales que existe entre los diferentes sectores sociales del país, una situación previa a la llegada del coronavirus y que repercute en el cuadro actual.
Según Agustín Salvia, director del ODSA, todas esas variables dejan "marcas en cuanto a los riesgos de enfermedad" que son acumulativas y muy distintas según los segmentos sociales. "En el actual contexto, el Covid-19 es un virus letal para los pobres, como también lo son la neumonía, el dengue, la influenza, las infecciones intestinales, entre tantas otras causas de muerte que los atraviesan día a día", subrayó el sociólogo.
Algunos de los datos relevados muestran cómo la proporción de quienes en 2019 dijeron estar enfermos, es casi tres veces más elevada en el estrato "trabajador marginal" (26,5%) que en el "medio profesional" (9,7%). Por otro lado, entre aquellos que no accedieron a una consulta médica periódica durante el año pasado, los valores se duplican en los estratos más vulnerables en comparación con los de mayor poder adquisitivo, educativo y productivo.
Para Salvia, la inequidad en materia de salud se expresa en el acceso segmentado a servicios médicos, con cobertura y calidad muy desiguales, tanto en el nivel primario como secundario. Sin embargo, considera que "mucho más importante es tener presente que el riesgo a la enfermedad es previo a la atención" y que este grupo "no enfrenta el mismo peligro por múltiples factores, como el desarrollo personal en contexto de pobreza, la malnutrición, los problemas de salud crónicos, la falta de vacunación o el hábitat insalubre".
El Covid-19 es un virus letal para los pobres, como también lo son la neumonía, el dengue, la influenza, las infecciones intestinales, entre tantas otras causas de muerte que los atraviesa día a día
En esa línea, el informe del ODSA también revela cómo durante toda la década y en especial en el último período, se marcó la desigualdad social en el uso de efectores públicos de salud como salas de primeros auxilios y hospitales. Solo el 5% de los sectores medio alto y el 3% del estrato sociolaboral medio profesional los utiliza. En cambio, se atiende allí el 56% de los que pertenecen al muy bajo y el 60% de los que se incluyen en el grupo trabajador marginal (60%).
En 2019, más del 60% de las personas no realizó ejercicio físico, porcentaje que trepa al 80% en el caso de los individuos cuyo jefe de hogar pertenece al estrato trabajador marginal
Por otro lado, durante el año pasado, el 22% de las personas que dijeron tener problemas de salud no pudieron acceder a la atención médica, mientras que el 37% no pudo comprar los medicamentos necesarios debido a problemas económicos. Además, uno de cada cuatro argentinos con sintomatología ansiosa o depresiva, no fue al médico; mientras que cuatro de cada diez no pudieron acceder a medicamentos.
Múltiples barreras
Los resultados preliminares de una encuesta realizada durante el fin de semana pasado por el ODSA en el ciudad y el conurbano -fue hecha sobre 1775 casos que habían sido relevados el año pasado- muestran cómo durante la pandemia, más de la mitad del 60% de los consultados que respondió que necesitó algún tipo de tratamiento, operación, diagnóstico o control médico, debió postergarlo o cancelarlo. Así lo explica Solange Rodríguez Espínola, investigadora del ODSA y una de las responsables del relevamiento.
Entre quienes pudieron resolver la necesidad de atención por teléfono, las cifras (que aún no son las definitivas) también reflejan grandes diferencias: mientras que el 19,5% de las personas pertenecientes al sector medio profesional canalizó su consulta por ese medio, el porcentaje cayó al 6,9% en el sector de los trabajadores marginales.
Con respecto a la presencia de inconvenientes para acceder a medicamentos por no tener receta o no poder asistir a la farmacia, trepó al 27,8% en el sector trabajador marginal en comparación con el 15,3% del estrato medio profesional.
La médica Alejandra Sánchez Cabezas, directora de la asociación civil Surcos y del Observatorio de la Salud del Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE), subraya que el primer efecto de pandemia es la inequidad al acceso a la salud en relación a los ingresos, a la situación social, al grupo social al que se pertenece y al lugar de residencia.
En ese sentido, considera que se deben implementar medidas que garanticen un acceso adecuado y oportuno y comunicación efectiva que explique claramente a la población cómo acceder al tratamiento de patologías transmisibles y no transmisibles, crónicas y agudas (poniendo énfasis en el incremento de los casos de dengue), a servicios de salud sexual y reproductiva (con foco en la prevención del embarazo no intencional que en nuestro país alcanza al 70% de los nacidos vivos, en las adolescencias y en el acceso a la interrupción legal del embarazo) y al tratamiento de enfermedades cardiovasculares.
Cuando la pandemia termine nos vamos a encontrar con mucha gente descubierta en términos de salud, con eventos no deseados, desde más embarazos no intencionales hasta pacientes crónicos no tratados
"Cuando la pandemia termine nos vamos a encontrar con mucha gente descubierta en términos de salud, con eventos no deseados, desde más embarazos no intencionales hasta pacientes crónicos no tratados; pero, además con un sistema de salud totalmente desgastado, desfinanciado, desjerarquizado y sin recursos", sostiene la médica.
El impacto psicológico
En 2019, el 22,8% de los entrevistados por el ODSA dijeron sentir inquietud, agitación, desesperanza, tristeza, cansancio y nerviosismo. Estos síntomas se profundizan entre las personas con mayor vulnerabilidad social, económica, residencial, educativa y laboral. Por ejemplo, quienes refieren pertenecer a un estrato profesional laboral, percibieron una sintomatología ansiosa-depresiva en menor proporción (14%) que los que se incluyen en el grupo trabajador marginal (33%).
El sentirse poco o nada feliz también aumenta a medida que desciende el estrato socio-ocupacional y el nivel socioeconómico de la población. Autopercibirse infeliz es cuatro veces más frecuente a mayor marginalidad sociolaboral del entrevistado. De hecho, uno de cada cuatro de los encuestados con peor condición laboral y educativa se sienten infelices, en comparación con sólo un 6% aproximadamente del estrato medio profesional.
En otras palabras, el informe muestra que el doble de los individuos en situación de pobreza manifestó sentirse poco o nada feliz al ser comparados con los que viven en hogares con mejores ingresos económicos.
Los especialistas subrayan cómo los recursos psicológicos y la contención social adquieren un protagonismo frente a una situación de aislamiento por emergencia sanitaria como la actual, que profundiza la relación entre informalidad económica, pobreza y exclusión social. Las condiciones de vida, tanto de los sectores medios bajos como del sector informal de la economía social en contexto de pandemia, se deterioran aún más.
Para María Agustina Paternó Manavella, psicóloga e investigadora del ODSA y el Conicet, la pandemia y el aislamiento social, por un lado, exacerban la sintomatología ansiosa o depresiva, ya que las personas tienden a sentir nerviosismo, desesperanza, inquietud, agitación e insomnio, entre otros. Por otro lado, las carencias en los espacios residenciales, precariedad de las viviendas y falta de servicios básicos, inciden en el modo de sostener o transitar el estado de emergencia sanitaria.
"Hay un porcentaje de la población que vive en condiciones de hacinamiento, o con un sistema sanitario deficitario por no tener red de cloacas o agua potable, dificultando la posibilidad de cumplir con las medidas de saneamiento y probablemente, aumentando su exposición al virus", sostiene Paternó Manavella. Y agrega: "Por otro lado, las dificultades económicas que subyacen al no poder sostener un tratamiento médico o farmacológico acrecientan y potencian de manera sustancial la crisis sociosanitaria".
La falta de red social es otra variable a tener en cuenta en un panorama donde los vínculos de sostén se vuelven indispensable: cuatro de cada diez adultos de hogares del estrato trabajador marginal mencionó no tener red social de contención o soporte (familia o amigos), mientras que solo se evidencia en uno de cada diez del estrato de hogar medio profesional. Apenas un ejemplo más de cómo las desigualdades se profundizan en tiempos de pandemia.
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