Día del profesor. "La prioridad es mantener el vínculo con los alumnos"
Con la llegada de la pandemia y de las clases a distancia, la profesora Claudia Distéfano reconfirmó la importancia de la contención emocional a la hora de enseñar, algo que ya venía poniendo en práctica en las aulas con muy buenos resultados. "Yo no puedo trabajar, ni pretender que un alumno aprenda un contenido específico, si antes no sé qué está pasando por su cabeza, si no sé qué cosas le están interesando, importando o doliendo", resume. Y cuenta que, en la virtualidad, esta demanda de escucha aumentó porque "los chicos y las chicas la están pasando mal" y hoy "la prioridad es mantener el vínculo".
Claudia da clases de Física y Química en la única escuela secundaria que hay en María Ignacia Vela, un pueblo rural a 50 kilómetros de Tandil, donde viven menos de 2000 personas, rodeados de un paisaje de tambos y silos. En sus dos turnos, la Escuela Rural de Educación Secundaria N°5 Sargento Cabral tiene unos 200 alumnos y todos se conocen entre sí. "Esa puede ser una ventaja o una dificultad –afirma la maestra–, ya que muchas veces los adolescentes traen a la escuela historias previas, de conflictos entre familias o de marcadas diferencias sociales". Por eso, hasta que el Covid-19 interrumpió la cotidianeidad, uno de los principales problemas de los jóvenes eran el bullying y la rivalidad entre grupos.
En busca de una solución, los profesores pusieron en marcha proyectos para fortalecer el trabajo en equipo y, junto a los contenidos más duros, enfocarse en las habilidades socioemocionales. Así nació la idea de fabricar biogás –un gas combustible a base de desechos orgánicos–, desarrollando un método que en un futuro podrían poner en práctica los vecinos velenses de menos recursos. La propuesta, que en 2019 resultó ganadora del Premio Fundación La Nación a la Educación, incluyó la investigación y la creación con elementos caseros de un prototipo de biodigestor –un dispositivo para producir biogás– y el armado de una huerta de plantas aromáticas y medicinales.
Claudia se siente orgullosa de lo que lograron el año pasado gracias al grupo del biodigestor, no solo a nivel educativo, sino sobre todo por lo que pasó con los alumnos y las alumnas de diferentes años que participaron. Uno de los cambios más profundos lo experimentó Camila Sosa (17), una joven que ahora está en 6to. año. Claudia la pone como ejemplo de cómo, a partir de escuchar a los chicos y de integrarlos en algo que los entusiasme, se puede hacer la diferencia. "Superó todas mis expectativas", dice la docente, orgullosa.
Camila era muy introvertida y tenía problemas de socialización. Era una estudiante silenciosa, de las que se ubican al fondo del aula y en un rincón para evitar ser detectadas. Pero hoy ella lidera el proyecto. "Me ayudó a participar más en las clases, a darme confianza y a estar mejor con mis compañeros", contó Camila el año pasado, cuando cursaba 5to. año y la escuela ganó el premio que entrega LA NACION. "Me cargaban mucho –recordó–. Por mi cuerpo, que es grandote, me decían King Kong y todas esas cosas. Yo llegaba a casa enroscada, enojada".
Claudia recuerda que, a medida que pasaron los meses, Camila aprendió a escuchar al otro sin sentirse agredida, y sus compañeros, a respetarla y a intercambiar opiniones sin agresiones. Esa misma confianza que ganó también le permitió hablar con su profesora sobre algunos problemas personales que atravesaba y que no había podido contarle a nadie.
Este año, por la suspensión de las clases presenciales y la imposibilidad del día a día, tuvieron que repensar por completo el proyecto. Claudia explica que "la modalidad cambio 100%" pero que están tratando de continuarlo. Camila se llevó el prototipo del biodigestor a su casa –para poder "alimentarlo" y hacer las pruebas– y lo rearmó con la ayuda de su papá, Luis. "Es impresionante cómo ella asumió ese compromiso", cuenta la docente. Junto a Claudia y al resto del equipo de alumnos, siguen conectados por un grupo de Whatsapp y lograron sumar a chicos de otros años, en diferentes roles. Por ejemplo, algunos se ocupan de las redes y otros de seguir investigando nuevas posibilidades.
Respecto a la huerta, que era la segunda parte del proyecto del biodigestor, resolvieron que un grupo de alumnos y alumnas se lleven los plantines, los cuiden en sus casas e indaguen en sus propiedades. Cuando sea posible, los van a trasplantar al invernadero de la escuela.
Otro tema que preocupa mucho a Claudia es la continuidad educativa. Por un lado, previo al Covid-19 ya tenían que redoblar los esfuerzos para lograr la permanencia, porque muchos de los alumnos no piensan en seguir sus estudios sino en terminar para ir a trabajar al campo con sus padres. Es decir, ante el primer traspié, abandonaban. Es algo que habían logrado superar, pero que este año, con la no presencialidad, se transforma en una verdadera amenaza.
Por eso, cuando algún chico no aparece o no contesta, Claudia se ocupa de llamarlos y ver qué pasa. Ese es su termómetro. "¿Cómo vamos a recuperar a estas chicas y chicos a los que no pudimos sostener en contenido?", se pregunta. Desde su mirada, la clave está en "sostenerlos emocionalmente, para que el año que viene vuelvan a la escuela". El contenido pasó a ser algo secundario: "Lo que no aprendieron es algo que se puede recuperar, el objetivo es no perderlos, que no dejen la escuela", enfatiza.
Sabe que no es fácil y remarca que en la virtualidad se pierde algo esencial que es la repregunta, el ida y vuelta. "Por más que hacemos videos, audios y clases virtuales, como no todos tienen acceso a Internet, se dificulta", explica. Hay familias que tienen un solo celular y no cuentan con computadora, los padres trabajan con esos mismos dispositivos o tiene más de un hijo. A esos alumnos la escuela les entrega cuadernillos y las actividades impresas.
Cuando en octubre de 2019 LA NACION viajó a Vela a conocer el proyecto ganador del biodigestor, Camila, con una gran timidez, dijo algo que resume lo que el trabajo docente puede lograr: "Claudia es como mi segunda mamá, estuvo al lado mío. Me ayudó en mis problemas, me ayudó a hablar sobre cosas que me pasaban, cosas que no le había podido contar a nadie y me dio confianza".
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Premio Fundación La Nación a la Educación: Organizado por Fundación La Nación junto a Banco Galicia y Osde, lanzó su 14º edición con el apoyo de Cimientos, Proyecto Educar 2050, VIACOM-CBS, Fundación Varkey, Enseñá x Argentina y la Universidad de San Andrés. Este año, se busca destacar la incesante labor de los docentes que durante la pandemia desarrollan estrategias pedagógicas innovadoras para asegurar la continuidad educativa de sus alumnos en contextos vulnerables. La postulación se encuentra abierta hasta el 2 de octubre de 2020 y solo se podrán presentar las iniciativas que se hayan desarrollado en el contexto de la pandemia. Entre las escuelas participantes se seleccionarán tres ganadoras que recibirán 300.000 pesos cada una y, también, se otorgarán tres menciones especiales que recibirán 100.000 pesos cada una para invertir en la capacitación de los docentes involucrados y el equipamiento de la escuela para facilitar el acceso a las tecnologías de la comunicación. Más información: escribir a premiocomunidad@lanacion.org.ar o llamar al celular: 11-4915-9533. Bases y condiciones.
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