El café que rompe todas las barreras y transformó la vida de 140 personas con discapacidad: “Es mi primer trabajo en blanco”
Queda en Martínez y es un emprendimiento familiar; lo fundó la madre de una niña con síndrome de Down; cómo hizo para integrar a tantas personas en su cadena de producción y todos sus servicios
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Es el día más frío del año en Martínez pero el sol de la tarde que entra por la ventana, la sonrisa de sus empleadas y el aroma a café hacen que la casona de la esquina se sienta el lugar más cálido del mundo. En el jardín de la entrada, la estatua de hierro de una mariposa naranja de varios metros de largo contrasta con las paredes violetas. Las personas que pasan por la calle frenan junto a ella para tomarse fotos. Algunos curiosos, además, aprovechan para espiar por el ventanal que da al interior del local y no se resisten a entrar.
A simple vista, Casa Monarcas, que abrió sus puertas hace menos de un mes, pareciera ser otro café más: muebles de madera, sillas con tapizados suaves y de colores, y una buena variedad de cosas dulces. Sin embargo, se trata de un centro cultural inclusivo que genera oportunidades laborales, artísticas y comerciales para más de 140 personas con discapacidad. Y es que, además del café, este emprendimiento familiar cuenta con un vivero de flores nativas, un showroom de emprendedores, una muestra de arte y talleres que van desde la fotografía a la cerámica y que involucran la participación de muchísimas personas con discapacidad.
“¿Qué técnica usás?”, le pregunta una clienta a Sofía, que está sentada entre las mesas, frente a un atril, mientras suma pinceladas que hacen que su pintura de un perro gris con ojos celeste brillante se vuelva cada vez más realista. La mujer tiene 40 años y un retraso madurativo. Es una de las seis mujeres que son parte del staff permanente del café. Cuando hay pocas mesas ocupadas o ya completó sus tareas, aprovecha para avanzar con sus cuadros y charlar con los clientes. “Se quedan maravillados cuando miran mis cuadros. Eso me pone muy contenta y muy orgullosa”, admite.
En eso, Federica, que tiene síndrome de Down se acerca a la mesa con el menú y les da la bienvenida a las dos mujeres sentadas en la mesa. Les deja la carta y les entrega un papel, la “comanda”, para que marquen qué van a comer. La joven de 24 años también se encarga de preparar los cafés o de cobrar en la caja, pero su tarea favorita es atender bien a los clientes. “Así vuelven”, explica. En la cocina, Silvia, que tiene 55 años y retraso madurativo, se encarga de hornear las medialunas y de preparar los pedidos.
“Los 140 se sienten parte”
“Casa Monarcas es importante porque da oportunidades. Siempre fui una apasionada del trabajo, pero nunca uno me hizo tan feliz como este. Y eso es porque todos los días abro el local y las chicas llegan felices y agradecidas porque por primera vez tienen un trabajo y un lugar en el que pueden crecer y aprender”, cuenta entusiasmada Fernanda Bardon Font, la fundadora del proyecto.
La mujer de 45 años trabajó toda su vida como ingeniera agrónoma en una multinacional, pero siempre soñó con tener un vivero con un café. Con la llegada de su hija Malena (7), que tiene síndrome de Down, decidió que además debería ser inclusivo. Así, cuando dos años atrás la echaron de su trabajo, entendió que era el momento de cumplir ese sueño. “Dejamos todo, sacamos plata de donde no teníamos e invertimos todo en este espacio”, explica emocionada la mujer, que, junto a su marido, se encargó de refaccionar la casona con sus propias manos.
“Vale la pena cada centavo y cada minuto invertido cuando uno de los más de 140 chicos pasa y dice ‘yo estoy acá’ porque está su cuadro exhibido, porque los brownies que vendemos los hizo él o porque hay algún producto suyo en el showroom para que todos los clientes puedan verlo”, afirma Fernanda.
Cuando les lleva la cuenta, Federica invita a los clientes “a chusmear”. En una repisa de madera que va del piso al techo hay cientos de productos exhibidos de más de 100 emprendedores con discapacidad. Tazas, cuadernos, decoraciones, fuentes de cerámica y velas son solo algunos de ellos.
“Este espacio los favorece un montón para abrir el abanico de clientes, ya que generalmente para las personas con discapacidad es más dificultoso salir del entorno familiar como cliente y está buenísimo que este círculo se amplíe más y los conozcan más personas”, asegura Carol Durlach, fundadora del programa Emprender, que brinda a personas con discapacidad herramientas para desarrollar sus propios negocios, y que ahora tienen la oportunidad de exhibir sus productos en Casa Monarcas.
“Hoy llegó una chica que no conocía y hace carteras tejidas y bufandas y si no hay una feria no tiene forma de llegar al público. Me preguntó si las podía dejar acá, y ahora van a estar exhibidas. Vicky, que es alfarera, y en menos de un mes vendió dos piezas que hacía años no podía vender”, agrega Fernanda.
Los cuadrados de coco, focaccias, medialunas, brownies y demás delicatessens del menú son elaborados por El Lucero del Alba, Fundación Pertenecer y Celi de Olivos, instituciones que emplean a más de 90 personas con discapacidad. Afuera, en el jardín, el vivero es abastecido por Los Huerteros de San Isidro, donde trabajan otras 30 personas con discapacidad. Además, los cuadros que adornan cada pared del lugar pertenecen al Proyecto Eje, que incluye a 21 artistas plásticos con discapacidad.
“Es su primer trabajo”
Lo que más nos preocupa a los papás de personas con discapacidad es qué va a pasar cuando ya no estemos. Por eso es importante darles herramientas para que de alguna manera puedan ser independientes a pesar de las limitaciones que tengan, y que en definitiva todos tenemos. Y dentro de esas herramientas es importantísimo el trabajo. Para la mayoría de las chicas de Casa Monarcas, es su primer trabajo real, en blanco, en el que tienen que cumplir horarios, tareas y el objetivo, que es que todo funcione bien para que los clientes vuelvan y sea rentable. Las chicas tienen que atender bien, vender, y al final del día se llevan la propina y el sueldo, que es ganado por ellas”, explica Fernanda.
Federica había trabajado como administrativa en la inmobiliaria de sus padres, pero este trabajo la hace sentir más independiente. Le encanta tener una razón para vestirse bien y ponerse el delantal violeta que usa de uniforme.
Sofía es “muy observadora”. Le encanta aprender algo nuevo todos los días. “Mi familia está muy orgullosa de mí. Siempre fui muy tímida, pero ahora tomo pedidos y hago cosas que jamás pensé que podría hacer. Este trabajo me cambió la vida por completo, soy otra. Tengo una rutina, mi vida es más ordenada y me entusiasma que a los clientes les guste lo que pinto y cómo los atiendo”, dice la mujer.
Silvina estudió bellas artes pero jamás pudo tener un empleo estable más allá de algunas clases de arte que aún da en escuelas especiales. “Siempre soñé con un trabajo como este, que combinara el arte y la cocina y, por sobre todo, en el que me incentiven todos los días a seguir creciendo”, cuenta entusiasmada la mujer de 55 años, que además será la docente a cargo en el taller de manualidades.
“El objetivo es que Casa Monarcas sea rentable. Que podamos recuperar la inversión y pagar sueldos y costos sin depender de nadie más allá de nuestros clientes”, explica Fernanda. Por eso, también cuenta con tres salas –una de ellas equipada hasta con un horno de alfarería– en los que se dictarán decenas de talleres arancelados dirigidos a y dictados por personas con y sin discapacidad, para que funcionen como un espacio de encuentro y enriquecimiento.
El centro cultural, además, cuenta con adaptaciones que van desde una luz afuera del baño para que las personas sordas puedan saber si está ocupado hasta menúes con pictogramas para personas neurodivergentes, ya que busca ser un lugar inclusivo en donde todas las personas sean bienvenidas.
“Cuando pienso en mi hija, mi gran miedo es que la sociedad la discrimine. Por eso hago esto, para generar visibilización, concientización, abrir corazones y sacarle el miedo a la discapacidad”, dice Fernanda y agrega: “Incluir a los golpes no es incluir, es obligar a que algo funcione. La verdadera inclusión tiene que ver con la convivencia, con entender que todos tenemos un rol distinto en la sociedad y con que cada uno aporte su granito de arena para que todo funcione, mientras hace lo que puede y lo que gusta. Y con Casa Monarcas, intentamos aportar un granito de arena que ayude a cambiar la mirada sobre la discapacidad”.
Más información
- Casa Monarcas se encuentra ubicada en Ladislao Martínez 99, Martínez, y está abierta de lunes a sábado de 9 a 20 h. Para más información, seguilos en instagram (@casa.monarcas) o visitá su página web






